domingo, 2 de septiembre de 2012

Capítulo 20 - Final.

*Narra Sara.

Después de decirme eso, me abraza. Y yo le abrazo más fuerte.
- Guille... - comencé a decir. - Gracias... Por todo, por preocuparte por mí, por ayudarme, por estar ahí siempre que te he necesitado a pesar de que no nos conocemos demasiado. Eres una gran persona. - te quiero, podría decirle. Pero eso liaría las cosas. Mejor como estamos.
- No hay por qué darlas. - dijo sonriéndome. Y yo le devolví la sonrisa.
Nos quedamos un rato en silencio. Pero era un silencio cómodo. Supongo que él aún estaría asimilando todo lo que le he contado.
- Me has contado tu pasado. - dijo de repente. - Lo justo es que ahora yo te cuente el mío. - Se quedó un rato pensando, respiró hondo, y siguió. - Verás, cuando nací... digamos que "no me esperaban", por decirlo de alguna forma. Y al poco tiempo de nacer, me dejaron en la puerta de una casa, que ellos conocían a los dueños y sabían que estaría bien con ellos. Pensaron que estaría mejor con unas personas que tuvieran más dinero y pudiesen cuidarme y educarme mejor. Me dejaron, llamaron al timbre y se fueron. Abrieron la puerta y, no sé si fue como un milagro, pero me acogieron. Me cuidaron, y crecí con ellos. Hasta los ocho años. Fue una noche normal y corriente. Estaba viendo la televisión como todas las noches, un rato antes de acostarme a dormir. Vino mi madre, para mí ellos son mis padres ya que son los que me han criado, y me dijo que me acostara ya. Me acosté, y mientras intentaba dormirme, de repente empecé a oír gritos y golpes abajo. No sabía que era, pero yo me asusté, y no salí de mi cuarto, que estaba con la puerta cerrada. Al rato, escuché tiros. Me temí lo peor, pero justo después de eso, no se oyó nada. El silencio reinaba en la casa. Salí de mi habitación y bajé las escaleras para ver lo que había pasado y, créeme, preferiría no haberlo visto. Nos habían robado, pero eso no fue lo peor, no, mis padres estaban en el suelo, con un tiro cada uno... - se paró un poco, respiró y siguió. - Me acerqué a ellos, y empecé a llamarles, pero ninguno me contestaba. Solo mi madre consiguió decirme algo, y de esa escena no me olvidaré jamás. Me dijo "cariño, nunca nos olvides, pero sobretodo, nunca olvides que aunque no seamos tus verdaderos padres, nosotros te hemos querido siempre como si fueras un hijo nuestro de verdad, te quiero hijo mío." Esas fueron sus... sus últimas palabras. - tenía los ojos llorosos, y vi que le cayó una lágrima y se la quité, al igual que él me la quitó a mí. Nunca le había visto llorar. - Después de eso... Bueno, me fueron "rifando" de casa en casa, porque era demasiado pequeño para vivir solo. Algunas casas mejores que otras, pero ninguna era para siempre. Cuando empezaba a acostumbrarme, me iba a otro sitio, y no me dejaban elegir. Hasta que hace un año, me rebelé. Y conseguí que me dejaran elegir. Y me fui a una de las anteriores casa en las que estuve, que me acogieron con las brazos abiertos cuando volví. Era la familia de Víctor. Le debo todo a él, en realidad. Porque si no me hubiesen acogido, no sé a dónde habría ido. Hasta que, hace poco tiempo, decidí irme yo a un piso de alquiler o algo, los padres de él ya estaban más mayores y no quería molestar más. Y ahora estoy aquí, contigo, que gracias a ti, también, has traído alegría a mi vida.
Silencio. Me había quedado de piedra. No sabía qué decirle. Decidí abrazarle.
- Lo siento... - empecé a decirle. - Por lo de tus padres. Y quiero que sepas, que yo también pienso que tu madre estaría ahora muy orgullosa de ti, y tu padre también. Has sido valiente y fuerte, siguiendo adelante. Y... - sonreí. - Gracias por confiar en mí.
- Yo siempre he confiado en ti. Pero este tema odio sacarlo. Prefiero vivir el presente. Pero, tengo suerte.
- ¿Por qué?
- Porque te he conocido a ti.
- En todo caso será al revés, la que ha tenido suerte soy yo.
- No quiero discutir, pero sabes que tengo yo razón. - dijo sonriendo.
- Pero, tienes suerte en otra cosa.
- ¿En qué?
- En que tu alrededor no te recuerda a todo.
- No te entiendo.
- Que tú has ido moviéndote, no has estado en un sitio concreto, por lo que no ves algo en especial que te recuerde a ellos... Sin embargo, yo todo lo que veo... Les recuerdo, es algo inevitable.
- Tienes razón...
Y ese fue el fin de la conversación. Después de eso, nos pusimos una película y cuando acabó él se fue a su casa y yo me acosté a dormir. Sentí como si me hubiese quitado un peso de encima al habérselo contado, y me sentí aliviada porque no me tomó por una loca por lo de Carlos. Solo lo sabe Guille. Oh, Carlos... Espero que esté bien, esté donde esté.

Al día siguiente, después de comer, quedamos para dar una vuelta Guille, Julia y yo. Ya que Víctor hoy no podía. Pero, me pasó lo que le dije anoche a Guille, y les dije que me encontraba mal y que me iba. Pasamos por donde pasaba siempre todos los días con Carlos, donde he vivido tantos momentos buenos con él... El parque donde me llevaban mis padres de pequeña. Sitios que, sin querer, me recordaban mi pasado. Siempre. Al rato de estar en mi casa, llamaron a la puerta. Era Guille.
- Hola. - dije yo. - ¿Qué haces aquí?
- Quería saber cómo estabas. Como te habías ido porque te encontrabas mal.
- Ah... ¿Quieres pasar?
- Vale.
Entro y se sentó en el sofá.
- ¿Por qué te encontrabas mal?
- No lo sé, simplemente no tenía ganas. - se quedó un rato pensando.
- Sara, nunca has considerado la posibilidad de... de irte de aquí? - dijo, como si le costara trabajo haber dicho eso.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Irte a otro lugar en el que no te recuerde todo a tu pasado. - joder, cómo me conoce.
- En realidad... - me quedé pensando. ¿Había pensado en eso alguna vez? - Lo cierto es que no.
- Y... - hablaba todo como si le costara trabajo, como si no quisiera decirlo. - ¿Por qué no te lo piensas? Así te despejarías.
- Tienes razón. Pero... ¿a dónde podría ir?
- ¿Dónde has querido ir siempre?
- A Estados Unidos.
- Y el inglés se te da de maravilla, ¿no es cierto?
- Sí.
- ¿Más claro? Te coges una avión y... te vas.
Me quedé callada. La verdad, es que era un buen plan, me olvidaría de todo. Pero... tendría que dejarles. A Julia, a Víctor y a él... A Guille, mi Guille. Y mi Julia, la que me salvó.
- Podrías ir y volver, irte un tiempo. - dijo, al ver que no estaba muy convencida.
- Eso suena mejor.

*Narra Guille.

Imbécil. Esa era la palabra que me describía en ese momento. ¿¡QUÉ HAGO DICIÉNDOLE QUE SE VAYA!? No quiero que se vaya, no quiero estar sin ella. Pero es que, en realidad, es lo mejor para ella, y sé que si ella se va estará será feliz, y que si ella es feliz, yo también lo estaré. Y también sé que podré esperar que vuelva.
- Pues... Ya sabes, podrías irte, despejarte y todo eso.
- Gracias por la idea, no es mala.
- ¿Quieres mirar los billetes por internet?
- Vale.
Encendimos el ordenador y empezamos a mirar los que había.
- ¡Mira! ¡Aquí hay uno! - dijo ella.
- ¿Para cuando? - pregunté, mirando a la vez la pantalla. - Para... ¿Mañana?
- Sí, mañana por la noche, es genial, ¿verdad?
- Sí, genial. - mierda.
Después de eso, me fui, ya que cuando nos dimos cuenta ya se había hecho de noche, me dijo que si quería quedarme a cenar pero le dije que no, que daba igual. Cuando llegué a mi casa cerré la puerta de un portado y me deje caer al suelo apoyado en ella hasta quedarme sentado. Me sentía tan raro... Por una parte me alegraba porque ella iba a ser feliz, pero por otra parte la quiero, la quiero con locura y no quiero que se vaya... Es todo tan... difícil, por decirlo de alguna manera.

*Narra Sara.

Al día siguiente, todo fueron prisas. Que si preparando la maleta, que si avisando a Julia, que si esto que si lo otro. Cuando quise darme cuenta, tenía que irme para el aeropuerto. Estuve esperando un rato, esperando a  ver si Guille aparecía para despedirse, pero supongo que no habría podido. Eso me dolió, no volví a hablar con él después de anoche. Vi que se me iba a hacer tarde, cogí la maleta y todas las cosas y me fui en taxi al aeropuerto.Llegué donde se fracturan las maletas y después de haberlas fracturado, esperé a que llamaran a los pasajeros del avión. Después de mucho rato esperando, aburrida, se oyó la primera llamada. Me levanté y fui hacia el avión.
- ¡Sara! - escuché de lejos. Me giré de repente. - ¡Sara, espera, Sara! - era él. Guille.
- ¿Qué haces aquí? ¿Has venido a despedirte? Ya pensé que no lo harías...
- No he venido para despedirme. - dijo.
- ¿Ah, no?
- No.
- Entonces, ¿qué haces aquí?
- Bueno, he estado pensando que, si me voy, no pierdo nada. - se me dibujó una sonrisa en la cara, una gran sonrisa. - Sin embargo, si me quedo aquí, pierdo todo.
- ¿Cómo que pierdes todo?
- Te perdería a ti. - me sonrojé. - Así que después de haberle dado vueltas a la cabeza toda la noche y toda la mañana, tuve suerte y aún quedaban billetes de avión para el que ibas tú, me saqué uno, hice la maleta rápido, y aquí estoy. - Me quedé sonriendo sin decir nada. Aún no me creía esto. - No se me da muy bien el inglés, tendré que estar todo el rato contigo... ¿te importa?
- No, no me importa. - dije feliz.
- Sara, te quiero. Más de lo que te imaginas.
- Yo también te quiero, muchísimo. - suena otra llamada para los pasajeros.
- ¿Estás lista para dejarlo todo atrás de una vez? - preguntó Guille.
- Sí, si vienes conmigo, sí.

.FIN.
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Bueno, solo me queda decir que me ha encantado escribir esta historia, y que espero que os haya gustado tanto como a mí.
Y me queda dar las gracias.
Gracias por leer la historia.
Gracias por visitar mi blog.
Gracias por comentar.
Gracias por darle a esos "me gusta" "me encanta".
Gracias por, a pesar de tardar tanto en escribir capítulos, haberla seguido.
Gracias por todo, si no hubiese sido por vosotros, probablemente no la habría terminado.
Y ya, pues eso... Que se ha acabado, pero que estoy escribiendo otra novela, pasaros si queréis y espero que os guste, muchas gracias por todo, de verdad.
Un beso enorme.
* aquí os dejo el enlace de la otra novela http://thestoryaboutus-malilo.blogspot.com.es/