martes, 20 de diciembre de 2011

Capítulo 13.

La mañana pasa lenta, pero al final, termina. Suena el timbre de la salida y me dirijo a mi casa. Cuando llego a la puerta, saco las llaves de mi maleta y la abro.
- ¿Hola? - nadie contesta. Eso significa que estoy sola en casa, y eso es bueno: mi hermano no me tomará por loca por si hablo sola.
Voy a mi cuarto y dejo la maleta encima de la cama. Voy al cuarto de baño. Comeré más tarde, ahora mismo tengo algo pendiente que quiero descubrir. ¿Sería verdad? ¿O fue todo un sueño? Espero que fuese verdad. Pero... ¿era un fantasma? No podía ser otra cosa... Respiro hondo, y miro al espejo. No veo nada. Espero un rato. Tampoco nada. Entonces pienso en lo que hice el otro día... Primero me lavé la cara, y al levantar la vista lo vi. Tal vez tengo que hacer eso de nuevo. Lo hago. Miro al espejo y, de nuevo, nada. Estoy empezando a ponerme nerviosa... Creo que voy a echarme una siesta, porque hoy no tengo tarea.


***

Al fin, viernes. Estoy en casa comiendo, ya que acabo de llegar del instituto. Intenté lo del espejo dos días más no sé cuántas veces, pero no funcionó. Así que dejé de intentarlo. Supongo que era demasiado bonito para ser verdad... el poder seguir viéndole. Estoy comiendo un bocadillo de tortilla que había preparado hace un momento, pero lo cierto es que creo que no me estaba sentando muy bien. Entonces, es cuando siento que tengo el cuerpo revuelto y con ganas de vomitar. ¿Y si los huevos estaban malos? Estuve pensando hasta que caí en la razón... ¡Mierda! ¡Los había dejado fuera del frigorífico! Seré... Siento un retortijón en mi barriga, dejo el bocadillo en la mesa, y me voy corriendo al cuarto de baño. Me arrodillo y empiezo a vomitar. Me aguanto el pelo hacia atrás mientras tanto. Al rato, bastante rato, tiro de la cadena y me incorporo. Me miro en el espejo. Tengo la cara blanca. Abro el grifo y me lavo la cara con las manos. Cojo la toalla y me la seco. Levanto la mirada al espejo y, después de toda la semana, sin querer, lo veo. Está de pie, apoyado en la pared. Igual que el otro día. Con la piel pálida, un poco transparente, y con las heridas y la ropa del accidente. Me entra un escalofrío por el cuerpo. En el fondo, tengo miedo. ¿Puedo ver a los... a los muertos? Eso me da bastante escalofríos. Recuerdo que a veces veía la serie "Entre Fantasmas", y me siento un poco como ella.
- Hola. - dijo con esa voz apagada a la que tendría que acostumbrarme.
- Hola...
- ¿Cómo estás? 
- ¿A qué te refieres?
- Has estado vomitando...
- Ah... Me sentó mal el bocadillo.
- Eso ya lo sé. Yo siempre te estoy observando, aunque tú no lo sepas, Sara.
- ¿Eso debería darme miedo?
- No tiene por qué. - me quedo un rato callada.
- Ya me encuentro mejor, gracias. - hubo un silencio, hasta que decidí romperlo. - ¿Por qué no pude verte los otros días?
- No lo sé. No controlo esto muy bien, ni tú tampoco.
- ¿Cómo que ni yo tampoco?
- Según me han dicho por aquí, tú tienes que creer que es verdad para poder verme.
Por eso el otro día no pude verle, porque pensaba que fue un sueño. Pensé para mí misma.
- ¿Entonces si pienso que es de verdad, podré verte siempre que quiera?
- Si yo te dejo, sí.
- ¿Cómo que si tú me dejas?
- Si yo no quiero que me veas, no me verás. Pero tranquila, nunca haré nada para que no me veas.
- ¿Podremos hablar siempre que quiera?
- Hasta que me encuentre preparado para irme definitivamente. Estoy a mitad de camino.
- Está bien. Oye... - miré el reloj. - Tengo que irme a comprar unas cosillas al supermercado, para que no tenga que ir mi hermano, ya que yo hoy no tengo nada que hacer.
- Vale. Cuando quieras volvemos a vernos. Cuídate.
- Adiós. - y, como por arte de magia, desapareció. Salgo del cuarto de baño y bajo a la parada de autobús que está enfrente de mi casa para ir al supermercado.
Estuve un rato esperando, hasta que al fin llegó. Pagué lo que tenía que pagar, y me senté en un sitio que había libre por detrás. Cuando llegué, compré las cosas que necesitaba y  fui a la caja, donde había bastante cola. Después de un largo tiempo, me llegó el turno, pagué y me fui. Ahora a esperar de nuevo el autobús. ¿Todo en esta vida era esperar o qué? Me estaba empezando a amargar. Cuando llegó, me subí como pude y, como no había sitio, me tuve que agarrar a una de las barras. Llevaba dos bolsas de estas grandes que son más de cartón que de plástico, y pesaban bastante. Aunque fuéramos solo dos, pero así duraba comida para un par de semanas. Al lado de donde estaba agarrada, había sentado un chaval que tendría más o menos mi edad, pero el asiento de al lado estaba ocupado por su mochila. Ni si quiera se ha dado cuenta de que estaba allí cargada de bolsas y él ocupando un asiento con una mochila. Cuando el autobús arranca, el chaval se queda mirándome.
- Lo siento, no te había visto. - cogió la mochila y se la puso en su regazo. - Siéntate, no me había dado cuenta de que estabas cargada.
- No te preocupes. - dije mientras me sentaba. Mira, se ha dado cuenta.
- La próxima vez haré esto del tirón... - Soy Pablo.
- Yo Sara.
- Y... ¿cómo es que vas sola a comprar tantas cosas? ¿No tienes a nadie para ayudarte?
- Mm... No... - dije pensativa.
- ¿Ni tu madre ni tu padre? - ahí me dio...
- Están... están trabajando. - lo primero que se me ocurrió. - Por cierto, ¿puedo hacerte una pregunta?
- Sí.
- ¿Qué te importa esto? - pregunté, pero sin parecer molesta.
- No sé, llevo mucho rato montado en el autobús hasta que llegue a mi parada y estoy aburrido. Lo siento si te ha molestado.
- No, no te preocupes, no importa.
El resto del camino, no sé por qué, pero estuvimos hablando. Eran cosas sin importancia, pero hablábamos como si nos conociéramos de toda la vida. Me caía... bien. Llegó mi parada, y él se levantó también.
- ¿También te bajas aquí? - pregunté yo.
- Sí, vivo al lado de aquel bar. - dijo señalando un bar que estaba a la espalda de mi calle.
- Pues yo vivo en aquella calle. - dije señalando mi calle.
- ¿Quedaremos algún día? - preguntó. Me quedé un poco pensativa, pero, ¿por qué no? Me caía bien, y parecía buena persona. Podríamos ser amigos.
- Está bien. ¿Cuándo te viene bien?
- ¿Te recojo mañana a las seis de la tarde? - Mañana, mañana... mm... ¿Sábado, no? Sí, Sara, sí, sábado. ¿Dónde tienes la cabeza? No lo sé.
- Vale, me viene bien.
- ¡Nos vemos mañana! - dijo alejándose.
- ¡Adiós!

***

Habían pasado tres semanas desde que conocí a Pablo. Seguía viendo a Carlos, que ahora también lo veía sin espejo, y siempre pensaba en él, pero cuando estaba con Pablo - que últimamente era casi siempre, nos hemos echo inseparables -, pensaba en él de otra forma. Con Pablo, he cogido bastante confianza, nos llevamos muy bien. A veces, cuando estoy con él, me recuerda a Carlos, ya que ellos dos son los únicos con los que de verdad tengo confianza. Esta tarde habíamos para dar una vuelta y luego ir a cenar a una pizzería. Me había puesto un vestido y unas bailarinas, que me quedaban bastante bien. Vale, lo admito, puede que me gusta un poco Pablo, pero solo un poco. Me miro al espejo y voy ami cuarto a por un bolso para meter el móvil y dinero. 
- Estás muy guapa. - miro a mi derecha y ahí está. Eso me hace sentirme mal... siento que le estoy traicionando, lo que hace que haga una extraña mueca.
- Gracias...
- ¿Pasa algo? - ha notado la mueca.
- No, nada, estoy bien.
- ¿Segura?
- Sí. - llaman al timbre. - Tengo que irme, ¡adiós!
- Adiós, ten cuidado.
Salgo y allí lo veo. Se ha arreglado un poco, como yo. Qué mono... Para, Sara. No pienses eso.
- Hola. - dijo con una sonrisa. 
- Hola.
- Estás muy guapa. - recuerdo lo que dijo Carlos, vuelvo a poner la misma mueca de antes.
- Gracias...
- ¿Pasa algo? - ¿esto no ha ocurrido antes?
- No, estoy bien.
- ¿De verdad?
- Sí. ¿Dónde vamos a cenar? - digo cambiando de tema.
- Ah, es una sorpresa. - entonces saca un pañuelo de un bolsillo.
- ¿En serio me vas a llevar con los ojos tapados? - pregunté.
- Sí, si no no es una sorpresa. - y me puso el pañuelo alrededor de los ojos.
Estuvimos un rato caminando, hasta que nos paramos.
- La mesa que está reservada a nombre de Pablo. - ¿reservada? ¿Qué ha hecho ahora?
- Pasen, es por aquí. - dijo el que supuse que sería el camarero.
Seguimos caminando hasta que me sentó en una silla y me quitó la venda. Entonces pude ver que estábamos en una habitación de un restaurante, pero que estaba apartada al resto y estábamos los dos solos. Era más bien pequeña, pero estaba bastante bien. Se sentó en frente mía y se quedó mirándome. Yo estaba embobada mirándolo todo. Yo pensaba que iríamos a algo más formal, pero tampoco esto. 
- ¿Te gusta? - preguntó sacándome de mis pensamientos.
- ¿Que si me gusta? ¡Me encanta! ¿Cómo has hecho esto?
- Tenía ganas de hacerte algo especial. - al decir eso hizo que me pusiera roja, y sé que se dio cuenta cuando sonrió de forma pícara.
Al poco rato llegó el camarero y nos preguntó lo que íbamos a comer y en seguida nos trajo la comida. Lo cierto es que servían bastante rápido. Cuando terminamos de comer, estábamos esperando a que trajeran la cuenta, cuando dije:
- Uff... Estoy llena. - dije poniendo las manos encima de la mesa en señal de que estaba hasta arriba de comida.
- La verdad es que ponen bastante comida y muy buena.
- ¿Tu crees? Demasiado buena. - no exageraba. Era genial. Igual que él... Shh, calla, no estropees esto.
- Sara. - estiró el brazo y cogió mi mano. - Tengo que decirte algo...
- Les traigo la cuenta. - interrumpió el camarero.
- Yo la pago. - dijo Pablo.
- De eso nada, entre los dos. - me opuse.
- No, la pago yo, yo invito.
Al final, pagó él la comida. Salimos y fuimos a una heladería que estaba cerca. Yo me pedí una tarrina de chocolate y él de vainilla. Aquí sí me dejó pagar a mí lo mío, pero después de mucho discutir. Nos sentamos en una de las mesas que había dentro.
- Y... - empecé a decir dubitativa. - ¿Qué tenías que decirme?
- Ah... - disimuladamente, cogió mi mano de nuevo. - Sara... sé que no nos conocemos de mucho tiempo... Pero, creo que... - se quedó un rato callado. - Te quiero.
Me quedé de piedra, sin saber qué decir, y cuando quise darme cuenta, sus labios estaban sobre los míos. ¿Me quiere? ¡Me quiere! Estoy feliz. Al principio, no reaccioné al beso, pero luego le correspondí. Es un beso tierno, y yo lo disfrutaba, hasta que me acordé de algo. Yo siempre te estoy observando, aunque tú no lo sepas, Sara. Carlos... ¿estaría viendo él esto? Abro los ojos, pensando en él, y lo veo. Me está observando, sí. Y está triste... me siento tan mal. De un momento a otro, todo a cambiado. Me separo de Pablo, pero poco a poco, para no hacerle daño. Le sonrío.
- ¿Me disculpas un momentito? - y me voy al cuarto de baño. 
Al entrar cierro la puerta con el pestillo. Menos mal que es de esos que son individuales. Me lavo la cara, no se me va de la mente la imagen de Carlos. Me giro y está ahí, sentado apoyado en la pared. Me siento a su lado. 
- Carlos, yo lo...
- No tienes que decir nada.
- Sí que tengo que decirlo. Lo siento, Carlos. No sé lo que ha pasado...
- ¡No digas que no lo sabes! ¡Sé perfectamente que te gusta, que sientes por él lo que sentías por mí!
- No siento lo que sentía por ti... Por ti sentía mucho más...
- Pero al principio sí.
- Pero no puedo estar toda mi vida enamorada de ti.
- ¿¡POR QUÉ NO!? 
Me quedé callada. No sabía qué decirle. En cierto modo, tiene razón, él sigue enamorado de mí.
- Lo siento. No debí haber dicho eso. Tienes que pasar página. Y para hacerlo, tendrás que hacerlo sin mí.
- ¿Cómo que sin ti?
- Adiós, Sara.
- ¿Adiós?
- Sí, Sara. Me voy, y dejaré que hagas tu vida, como debí hacer hace casi un mes.
- ¡No, Carlos! No te vayas, por favor. - las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas.
- Adiós, Sara. Te quiero.
Y desapareció.
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Buenas!:)
Espero que os haya gustado el capítulo, creo que es larguito, es la recompensa por haber estado tanto tiempo sin publicar. Es que estoy resfriada, y falté al instituto.
Comentad e intentaré publicar pronto.
Un beso!:]

viernes, 16 de diciembre de 2011

Capítulo 12.

- Para mí, Carlos ha sido alguien muy importante en mi vida y en mi corazón... - los ojos se me pusieron llorosos. Miré a el ataúd, donde él estaba. - Y siempre lo será. Jamás le olvidaré, y siempre lo tendré en mi corazón. - una pequeña lágrima cayó por mi mejilla. - Siempre te querré. - y dicho esto le dejé una rosa sobre su ataúd y me senté en mi sitio.
Estaba triste y nerviosa, pero sobre todo triste. No podía estar quieta. Me temblaba todo el cuerpo solo de pensar que él estaba ahí metido... No prestaba atención al cura mientras hablaba. Estaba mirando el ataúd de él y como los ojos rojos de tanto llorar. No he parado de llorar desde que mi hermano me lo contó...
- Carlos ha... ha muerto en el accidente.
Todo mi mundo se paró. Como si mi vida estuviese formada por un reloj y se hubiera quedado sin pilas... Sentí que se me pusieron los ojos en blanco, y miraba a no sé dónde. No reaccioné, y me quedé blanca. No sé cuánto tiempo estuve así, hasta que noté como los ojos se me ponían llorosos.
- Sara, ¿estás bien? - pero no respondía. - Yo... lo siento, Sara. Yo también lo echaré de menos...
Entonces, estallé.
- ¿¡TÚ!? ¡¿ECHARLO DE MENOS TÚ?! ¡NO PUEDES COMPARAR LO QUE ÉRAMOS ÉL Y YO, Y JAMÁS PODRÍAS ENTENDERLO!
- Pero Sara, yo...
- ¡CALLATE! ¡NO QUIERO HABLAR CONTIGO!
Se quedó un rato en silencio, hasta que al final dijo:
- Está bien, te dejo, pero que sepas que no es mi culpa que él haya muerto. - y dicho esto salió de casa y cerró de un portazo.
No he vuelto a hablar con él desde entonces. No porque esté enfadada, es porque no puedo mirarle a la cara después de eso... Lo pagué con él cuando no tenía la culpa, y lo hice de una mala manera. Gritarle no era la solución, y él intentó ayudarme. Estoy agobiada. Todo me está empezando a dar vueltas. 
Termina el entierro y vamos a casa mi hermano y yo, pero sin dirigirnos la palabra. Cuando llegamos a casa, decido hablar con él.
- Siento haberte hablado así el otro día... Tú no tenías la culpa, y lo pagué contigo. Lo siento mucho.
- Tranquila. - dijo en tono tranquilizante. - Te entiendo, y no estoy enfadado. - le abracé. - Ya verás como todo saldrá bien...
- Eso espero.
Entonces fui a mi cuarto y me cambié la ropa. Me quité los pantalones y la camisa negra, los colgué en una percha, y los reemplacé por mi pijama. Después fui al cuarto de baño, y me lavé la cara. Cuando la levanté, me pareció ver un reflejo en el espejo, pero miré atrás y no estaba. Me giré de nuevo al espejo, y vi otra vez el reflejo, pero era más claro. Aún así no veía bien. Me giré y, nada. Me debería estar volviendo loca.
- Sara...
¿Qué fue eso? ¿Alguien dijo mi nombre? Y esa voz... Bah, debo de estar volviéndome paranoica o algo. Miré al espejo y de nuevo, el reflejo, pero esta vez estaba más cerca de mí. Me giré y de nuevo nada. Sentí un escalofrío, y cuando miré al espejo, vi aquel reflejo claro. Era él... Me estaba dando la mano. Pero cuando dejé de mirar al espejo y miré a mi espalda, ya no estaba. Volví a mirar al espejo, y allí estaba... Tenía una herida en la cabeza y la camisa manchada de sangre... como cuando tuvo el accidente. Sí, ya, sé que me lo estoy imaginando, pero me gusta verle, aunque no tanto verle así. 
- Sara, te quiero.
Podría jurar que eso no me lo inventé yo. ¡Me estoy volviendo loca!
- ¿Qué...? - dije, como si fuera a contestarme.
- Te quiero, Sara. Nunca lo olvides.
Mi cabeza cada día está peor. Creo que aún estoy trastornada desde que me desmayé.
- ¿Eres... eres tú, o me lo estoy inventando? - vaya pregunta más tonta me hago a mí misma.
- Si, Sara. Soy yo.
- ¿Y...?
- ¿Ocurre algo? - escuché a mi hermano decir al otro lado de la puerta.
- No, nada... - estuve atenta a los pasos.
- Me voy, que he quedado con unos amigos. ¿Estarás bien?
- Sí, estaré bien.
- ¡Adiós! - y escuché la puerta cerrarse. Entonces decidí seguir "hablando" con él.
- Y... ¿Qué haces aquí?
- Necesitaba estar contigo, bueno al menos todo lo que puedo.
- Pero... ¿qué eres exactamente? - le pregunté indecisa.
- No lo sé... Pero sé que esto es muy raro, distinto.
Me quedé un rato callada. ¿Seguro que esto era producto de mi imaginación? Creo que esto era... real. Pero esto no puede estar pasándome. Esto no puede ocurrir, es imposible. Si él está... no quiero ni decirlo.
- ¿Por qué estás aquí? ¿Qué ves?
- Estoy aquí porque, como te dije antes, necesito estar contigo. Y veo... No sé. Veo dónde estoy, pero lo veo un tanto borroso... Y veo una especie de luz a lo lejos.
Me di cuenta que ese no era exactamente su tono de voz. Era una voz un poco más suave, una voz cansada.
- ¿Y por qué no vas hacia ella?
- Porque no me siento con fuerzas para dejarte.
- Entonces... ¿estarás conmigo?
- Todo lo que pueda. Te dije que siempre.
- Algún día tendrás que irte, Carlos... - dije con voz apenada.
- Cuando esté preparado.
- ¿Por qué no puedo verte si no es en un espejo?
- No lo sé. Ni si quiera sé por qué puedes verme en el espejo.
- Será porque no estamos destinados a separarnos aún... 
- Puede...
Silencio. Estaba mirándolo en el reflejo, fijándome en los detalles, aunque no se veía muy claro. Se le veía un tanto transparente, y la verdad es que eso me daba escalofríos, pero pensar que era él, me hacía feliz. Llevaba la ropa del accidente, de la última vez que lo vi con vida... Y tenía pequeños rasguños en los pantalones.
- ¿Podré verte más veces?
- Eso espero. - y esbozó una pequeña sonrisa.
- Debo irme... - dije con un tono triste.
- Yo te seguiré siempre, aunque no me veas.
- Intentaré verte pronto... Haré lo posible. Te quiero.
- Y yo.
Y me giré, y toda esa burbuja de estar con él, se explotó. Ya no estaba... Me lavé de nuevo la cara, y directamente fui a acostarme.


***

Me despierto y me dirijo al instituto. Voy en coche con mi hermano, como todas las mañanas. Llegué al instituto y vi a Andrea. Por si no lo había dicho, ella era mi, digamos "mejor amiga" ahora. Aunque no era de esas típicas a la que le cuentas todo, pero me caía bien. Estaba claro que sabía lo que iba a decirme.
- ¡Hola! Sara... - y ahí viene... - Me enteré ayer de... lo de Carlos... - ¿qué dije? - Lo siento muchísimo.
- No te preocupes...
- ¿Estás bien?
- Sí. 
Y me dio un abrazo. Lo cierto es que Andrea. Es bastante buena persona. Hablando de lo de Carlos, lo del espejo, ¿era un sueño? ¿O fue real? Es imposible que...
- ¿Sigues ahí?
- Sí.
- Es que te estoy hablando y te habías quedado embobada.
- Ah, pues no sé, estaría pensando... - dije intentando quitarle hierro al asunto. Entonces sonó el timbre y nos dirigimos a clase. Al poco rato llegó la maestra y empezó a explicar. Sociales, en concreto Historia. Lo odio, no estoy segura si algún día llegaré a entender algo. Pero de algo sí que estoy segura: voy a hacer todo lo posible por intentar verle de nuevo.
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Lo siento lo siento lo siento lo siento lo siento LO SIENTO :S
He tenido esta semana LLENA de exámenes y no tuve tiempo de publicar... Espero que os haya merecido la pena esperar.
Espero que os haya gustado, intentaré publicar cuanto antes, además la navidad ya está aquí, y tendré más tiempo.
Un beso a tod@s y, comentad, por favor.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Capítulo 11.

*Narra Sara.


Luz. ¡LUZ! ¡Bien, bien, bien! ¡He abierto los ojos! Apenas veo algo y aún me duele todo el cuerpo, pero... ¡veo! Poco a poco voy viendo un poco mejor. Distingo a... Roberto y... y a Carlos. Mi Carlos...
- ¿Sara? - dijo él.
- Carlos... - dije con apenas un susurro. - Roberto...
- ¡Sara! - gritó mi hermano.
- ¿Ha despertado? - preguntó el médico.
- Sí... - dije yo de nuevo con un sonido apenas audible.
- Es un milagro... - dijo el médico.
- Lo sé. - escuché decir a Carlos.
- ¡Es fantástico! - casi gritó mi hermano.
- Bueno, nos la llevaremos para hacerles unas pruebas para ver si todo está bien.


***

Hace dos meses que salí del hospital. Me fui recuperando poco a poco, y estoy genial. Sigo viviendo con Carlos y Roberto, y lo cierto es que nos llevamos bastante bien. El día que me dieron el alta, aún no me lo podía creer... Y en la puerta del hospital tenía una sorpresa...
- Entonces... ¿ya puedo irme? - pregunté incrédula. Ya era hora de que saliera.
- Sí. Estás perfectamente. - contestó el doctor.
- Menos mal... - suspiré. - Roberto, ¿dónde está Carlos? - le pregunté a mi hermano.
- Está en casa, tenía cosas que hacer.
- Ah... - dije un poco decepcionada. Lo cierto es que me hubiera gustado que estuviera aquí cuando yo saliera, pero bueno, no importa. Seguro que lo que tiene que hacer es importante.
Salgo por la puerta y me lo encuentro con un ramo de rosas en la mano y una carta. 
- Qué... ¿qué es esto? ¿Tú no tenías cosas que hacer?
- ¿De verdad pensabas que no iba a venir el día que salieras?
- No... bueno sí... bueno... no sé.
- Jajaja... - se rió. - Esto es para ti. - cogí el ramo de rosas y fui a abrir la carta, pero me lo impidió. - No, la carta no.
- ¿Cómo que no? - pregunté confusa.
- La carta no se abre.
- ¿Y se puede saber por qué?
- Bueno... porque esta carta quiero que la tengas, por si algún día me pasa algo, o me tuviera que ir, la leas. Pero aún no.
- Bueno... vale. Pero... ¿y si no la leo nunca?
- Pues... mejor, ¿no?
- Sí.
Aún tengo la carta guardada, espero no tener que abrirla nunca.. Desde que salí, me ha tenido preparada cada sorpresa... que no sabría ni cuál describir, porque todas han sido perfectas. Me quiere, lo sé, y yo a él como jamás había querido a alguien. En cuanto al instituto, había encontrado uno que estaba cerca de donde vivía Roberto, y me va bastante bien. Tengo, digamos, un "grupo de amigas". Y son bastante majas. Hoy, es sábado, y estoy terminando tarea de lengua, y también estoy esperando a que llegue Carlos, que había ido a comprar unas cosas en moto, así que volvería en seguida. En cuanto llegue, nos iremos a dar un paseo y cenaremos por ahí. Yo ya estaba vestida, estaba harta de la tarea de lengua, pero pensé que cuanto antes la hiciera, mejor. Entonces llamaron a la puerta de mi habitación.
- ¿Se puede? - preguntó mi hermano.
- Pasa.
- Me voy. He quedado con algunos amigos.
- Vale, ten cuidado y no vuelvas tarde.
- Se supone que el que debe decir eso soy yo, no tú. - dijo en tono divertido.
- Da igual, yo soy la chica, yo soy la madre. - dije con una sonrisa.
- ¡Adiós! 
Y se fue. Pasó un rato, y yo ya había terminado la tarea de lengua, pero Carlos no llegaba. Quizás había mucha cola en las cajas, o vete tú a saber. Estoy aburrida... muy aburrida. Iré a buscarlo, así me entretendré un rato. Cojo mi chaqueta, mi móvil y las llaves y me voy en su búsqueda. Hace un poco de frío, pero es soportable. Al llevar un rato caminando, vi a un montón de gente alrededor de algo, que no podía ver. Algo me daba mala espina. Escuché la sirena de la policía y de la ambulancia. Bah, paso de mirar, seguro que ha sido cualquier tontería, que aquí lían una para cada tontería... Seguí andando pero me quedé mirando de paso un poco. Entonces pude ver a un hombre saliendo de un coche bastante alterado y mirando al suelo, o a algo, llorando, nervioso, lamentándose o arrepintiéndose. Distinguí que tenía una herida en la ceja, pero nada más, no sería nada grave. Entonces sentí curiosidad por ver quién había sido con el que había chocado, aunque lo más probable es que no lo conociera. Conforme me fui acercando, pude distinguir bolsas de la compra con comida por ahí tiradas en el suelo. Me acerqué y vi una moto en el suelo. Cuando me acerqué un poco más, preferí no haberme acercado. Era una moto como la de Carlos... Pero no tenía por qué ser la suya, ¿no? Habrá más gente con esa moto, ¿verdad? Es una moto cualquiera... Fui corriendo abriéndome paso entre la gente lo más rápido que pude, y muchos se quejaban y decían algún que otro insulto, pero tenía que correr. Cuando pasé toda la zona donde estaba la gente, caí al suelo de rodillas. Era Carlos. No, Carlos no... No puede ser. Y está... inmóvil, no se mueve, ni si quiera respira, el casco está por allí revoleado. Me acerqué como pude a él, pero me alejaron unos policías y los de la ambulancia.
- ¡No se lo lleven! ¡Quiero que se quede aquí conmigo! - dije yo, suplicando y lamentando.
- Tenemos que llevárnoslo al hospital. 
Todo me empezó a dar vueltas, la tarea de lengua, mi hermano se iba, yo saliendo de mi casa, viendo toda la gente, viendo las bolsas y el coche, luego la moto, viéndolo a él... Y no recuerdo nada más.


***
Abro los ojos poco a poco, estoy en casa. Miro hacia un lado y allí está Roberto.
- Menos mal que has despertado, estaba preocupado, Sara.
- ¿Qué... qué ha pasado? - empecé a recordar todo poco a poco... la tarea de lengua, mi hermano se iba, yo saliendo de mi casa, viendo toda la gente, viendo las bolsas y el coche, luego la moto, viéndolo a él... - ¿Dónde está Carlos? - Roberto apartó la mirada.
- Sara, verás...
- Roberto, ¿Dónde está?
- Sara...
- ¡Dilo de una vez!
- Carlos ha... ha muerto en el accidente.