domingo, 2 de septiembre de 2012

Capítulo 20 - Final.

*Narra Sara.

Después de decirme eso, me abraza. Y yo le abrazo más fuerte.
- Guille... - comencé a decir. - Gracias... Por todo, por preocuparte por mí, por ayudarme, por estar ahí siempre que te he necesitado a pesar de que no nos conocemos demasiado. Eres una gran persona. - te quiero, podría decirle. Pero eso liaría las cosas. Mejor como estamos.
- No hay por qué darlas. - dijo sonriéndome. Y yo le devolví la sonrisa.
Nos quedamos un rato en silencio. Pero era un silencio cómodo. Supongo que él aún estaría asimilando todo lo que le he contado.
- Me has contado tu pasado. - dijo de repente. - Lo justo es que ahora yo te cuente el mío. - Se quedó un rato pensando, respiró hondo, y siguió. - Verás, cuando nací... digamos que "no me esperaban", por decirlo de alguna forma. Y al poco tiempo de nacer, me dejaron en la puerta de una casa, que ellos conocían a los dueños y sabían que estaría bien con ellos. Pensaron que estaría mejor con unas personas que tuvieran más dinero y pudiesen cuidarme y educarme mejor. Me dejaron, llamaron al timbre y se fueron. Abrieron la puerta y, no sé si fue como un milagro, pero me acogieron. Me cuidaron, y crecí con ellos. Hasta los ocho años. Fue una noche normal y corriente. Estaba viendo la televisión como todas las noches, un rato antes de acostarme a dormir. Vino mi madre, para mí ellos son mis padres ya que son los que me han criado, y me dijo que me acostara ya. Me acosté, y mientras intentaba dormirme, de repente empecé a oír gritos y golpes abajo. No sabía que era, pero yo me asusté, y no salí de mi cuarto, que estaba con la puerta cerrada. Al rato, escuché tiros. Me temí lo peor, pero justo después de eso, no se oyó nada. El silencio reinaba en la casa. Salí de mi habitación y bajé las escaleras para ver lo que había pasado y, créeme, preferiría no haberlo visto. Nos habían robado, pero eso no fue lo peor, no, mis padres estaban en el suelo, con un tiro cada uno... - se paró un poco, respiró y siguió. - Me acerqué a ellos, y empecé a llamarles, pero ninguno me contestaba. Solo mi madre consiguió decirme algo, y de esa escena no me olvidaré jamás. Me dijo "cariño, nunca nos olvides, pero sobretodo, nunca olvides que aunque no seamos tus verdaderos padres, nosotros te hemos querido siempre como si fueras un hijo nuestro de verdad, te quiero hijo mío." Esas fueron sus... sus últimas palabras. - tenía los ojos llorosos, y vi que le cayó una lágrima y se la quité, al igual que él me la quitó a mí. Nunca le había visto llorar. - Después de eso... Bueno, me fueron "rifando" de casa en casa, porque era demasiado pequeño para vivir solo. Algunas casas mejores que otras, pero ninguna era para siempre. Cuando empezaba a acostumbrarme, me iba a otro sitio, y no me dejaban elegir. Hasta que hace un año, me rebelé. Y conseguí que me dejaran elegir. Y me fui a una de las anteriores casa en las que estuve, que me acogieron con las brazos abiertos cuando volví. Era la familia de Víctor. Le debo todo a él, en realidad. Porque si no me hubiesen acogido, no sé a dónde habría ido. Hasta que, hace poco tiempo, decidí irme yo a un piso de alquiler o algo, los padres de él ya estaban más mayores y no quería molestar más. Y ahora estoy aquí, contigo, que gracias a ti, también, has traído alegría a mi vida.
Silencio. Me había quedado de piedra. No sabía qué decirle. Decidí abrazarle.
- Lo siento... - empecé a decirle. - Por lo de tus padres. Y quiero que sepas, que yo también pienso que tu madre estaría ahora muy orgullosa de ti, y tu padre también. Has sido valiente y fuerte, siguiendo adelante. Y... - sonreí. - Gracias por confiar en mí.
- Yo siempre he confiado en ti. Pero este tema odio sacarlo. Prefiero vivir el presente. Pero, tengo suerte.
- ¿Por qué?
- Porque te he conocido a ti.
- En todo caso será al revés, la que ha tenido suerte soy yo.
- No quiero discutir, pero sabes que tengo yo razón. - dijo sonriendo.
- Pero, tienes suerte en otra cosa.
- ¿En qué?
- En que tu alrededor no te recuerda a todo.
- No te entiendo.
- Que tú has ido moviéndote, no has estado en un sitio concreto, por lo que no ves algo en especial que te recuerde a ellos... Sin embargo, yo todo lo que veo... Les recuerdo, es algo inevitable.
- Tienes razón...
Y ese fue el fin de la conversación. Después de eso, nos pusimos una película y cuando acabó él se fue a su casa y yo me acosté a dormir. Sentí como si me hubiese quitado un peso de encima al habérselo contado, y me sentí aliviada porque no me tomó por una loca por lo de Carlos. Solo lo sabe Guille. Oh, Carlos... Espero que esté bien, esté donde esté.

Al día siguiente, después de comer, quedamos para dar una vuelta Guille, Julia y yo. Ya que Víctor hoy no podía. Pero, me pasó lo que le dije anoche a Guille, y les dije que me encontraba mal y que me iba. Pasamos por donde pasaba siempre todos los días con Carlos, donde he vivido tantos momentos buenos con él... El parque donde me llevaban mis padres de pequeña. Sitios que, sin querer, me recordaban mi pasado. Siempre. Al rato de estar en mi casa, llamaron a la puerta. Era Guille.
- Hola. - dije yo. - ¿Qué haces aquí?
- Quería saber cómo estabas. Como te habías ido porque te encontrabas mal.
- Ah... ¿Quieres pasar?
- Vale.
Entro y se sentó en el sofá.
- ¿Por qué te encontrabas mal?
- No lo sé, simplemente no tenía ganas. - se quedó un rato pensando.
- Sara, nunca has considerado la posibilidad de... de irte de aquí? - dijo, como si le costara trabajo haber dicho eso.
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Irte a otro lugar en el que no te recuerde todo a tu pasado. - joder, cómo me conoce.
- En realidad... - me quedé pensando. ¿Había pensado en eso alguna vez? - Lo cierto es que no.
- Y... - hablaba todo como si le costara trabajo, como si no quisiera decirlo. - ¿Por qué no te lo piensas? Así te despejarías.
- Tienes razón. Pero... ¿a dónde podría ir?
- ¿Dónde has querido ir siempre?
- A Estados Unidos.
- Y el inglés se te da de maravilla, ¿no es cierto?
- Sí.
- ¿Más claro? Te coges una avión y... te vas.
Me quedé callada. La verdad, es que era un buen plan, me olvidaría de todo. Pero... tendría que dejarles. A Julia, a Víctor y a él... A Guille, mi Guille. Y mi Julia, la que me salvó.
- Podrías ir y volver, irte un tiempo. - dijo, al ver que no estaba muy convencida.
- Eso suena mejor.

*Narra Guille.

Imbécil. Esa era la palabra que me describía en ese momento. ¿¡QUÉ HAGO DICIÉNDOLE QUE SE VAYA!? No quiero que se vaya, no quiero estar sin ella. Pero es que, en realidad, es lo mejor para ella, y sé que si ella se va estará será feliz, y que si ella es feliz, yo también lo estaré. Y también sé que podré esperar que vuelva.
- Pues... Ya sabes, podrías irte, despejarte y todo eso.
- Gracias por la idea, no es mala.
- ¿Quieres mirar los billetes por internet?
- Vale.
Encendimos el ordenador y empezamos a mirar los que había.
- ¡Mira! ¡Aquí hay uno! - dijo ella.
- ¿Para cuando? - pregunté, mirando a la vez la pantalla. - Para... ¿Mañana?
- Sí, mañana por la noche, es genial, ¿verdad?
- Sí, genial. - mierda.
Después de eso, me fui, ya que cuando nos dimos cuenta ya se había hecho de noche, me dijo que si quería quedarme a cenar pero le dije que no, que daba igual. Cuando llegué a mi casa cerré la puerta de un portado y me deje caer al suelo apoyado en ella hasta quedarme sentado. Me sentía tan raro... Por una parte me alegraba porque ella iba a ser feliz, pero por otra parte la quiero, la quiero con locura y no quiero que se vaya... Es todo tan... difícil, por decirlo de alguna manera.

*Narra Sara.

Al día siguiente, todo fueron prisas. Que si preparando la maleta, que si avisando a Julia, que si esto que si lo otro. Cuando quise darme cuenta, tenía que irme para el aeropuerto. Estuve esperando un rato, esperando a  ver si Guille aparecía para despedirse, pero supongo que no habría podido. Eso me dolió, no volví a hablar con él después de anoche. Vi que se me iba a hacer tarde, cogí la maleta y todas las cosas y me fui en taxi al aeropuerto.Llegué donde se fracturan las maletas y después de haberlas fracturado, esperé a que llamaran a los pasajeros del avión. Después de mucho rato esperando, aburrida, se oyó la primera llamada. Me levanté y fui hacia el avión.
- ¡Sara! - escuché de lejos. Me giré de repente. - ¡Sara, espera, Sara! - era él. Guille.
- ¿Qué haces aquí? ¿Has venido a despedirte? Ya pensé que no lo harías...
- No he venido para despedirme. - dijo.
- ¿Ah, no?
- No.
- Entonces, ¿qué haces aquí?
- Bueno, he estado pensando que, si me voy, no pierdo nada. - se me dibujó una sonrisa en la cara, una gran sonrisa. - Sin embargo, si me quedo aquí, pierdo todo.
- ¿Cómo que pierdes todo?
- Te perdería a ti. - me sonrojé. - Así que después de haberle dado vueltas a la cabeza toda la noche y toda la mañana, tuve suerte y aún quedaban billetes de avión para el que ibas tú, me saqué uno, hice la maleta rápido, y aquí estoy. - Me quedé sonriendo sin decir nada. Aún no me creía esto. - No se me da muy bien el inglés, tendré que estar todo el rato contigo... ¿te importa?
- No, no me importa. - dije feliz.
- Sara, te quiero. Más de lo que te imaginas.
- Yo también te quiero, muchísimo. - suena otra llamada para los pasajeros.
- ¿Estás lista para dejarlo todo atrás de una vez? - preguntó Guille.
- Sí, si vienes conmigo, sí.

.FIN.
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Bueno, solo me queda decir que me ha encantado escribir esta historia, y que espero que os haya gustado tanto como a mí.
Y me queda dar las gracias.
Gracias por leer la historia.
Gracias por visitar mi blog.
Gracias por comentar.
Gracias por darle a esos "me gusta" "me encanta".
Gracias por, a pesar de tardar tanto en escribir capítulos, haberla seguido.
Gracias por todo, si no hubiese sido por vosotros, probablemente no la habría terminado.
Y ya, pues eso... Que se ha acabado, pero que estoy escribiendo otra novela, pasaros si queréis y espero que os guste, muchas gracias por todo, de verdad.
Un beso enorme.
* aquí os dejo el enlace de la otra novela http://thestoryaboutus-malilo.blogspot.com.es/

viernes, 31 de agosto de 2012

Capítulo 19.

*Narra Sara.

Desde entonces, me llevo bastante bien con Guille. Realmente se está comportando como un buen amigo. Y lo que más me gusta es que no me pregunta sobre mi pasado, y si me pregunta, le cambio de tema y a él le da igual. Sinceramente, es que no tengo ganas de decirle todo lo que me ha pasado, lo de mis padres, lo de que me persiguieron, que veía a Carlos, todo eso preferí dejarlo a parte. Además, el tampoco me ha contado nada de su pasado, ni yo le he preguntado, la verdad es que el pasado no importa, creo. Después de aquel día, empezamos a quedar más veces, empezamos a coger más confianza, yo le contaba todo, bueno, todo menos mi pasado. Le había cogido mucho cariño en el tiempo que había pasado. Ahora iba a quedar con él, íbamos a cenar en la playa, una pizza y refrescos, un plan perfecto para una noche en pleno verano. Me puse un pantalón vaquero corto, una camiseta de tirantes y el bikini debajo, con las chanclas de la playa. Al poco rato suena el timbre. Miro por la mirilla, es él, ya está aquí. Me miro al espejo una última vez, y después de asegurarme que llevo el dinero, el móvil y las llaves, ya que mi hermano está de viaje de negocios en Londres y estoy sola un par de días, abro la puerta.
- Hola. - dije yo.
- ¿Vamos? - dijo sonriendo.
- Sí, tengo hambre.
Fuimos a la pizzería que estaba cerca de la playa y pedimos la pizza, tardó unos quince minutos más o menos.
- Son diez euros.
- Aquí tiene. - dijo él, dándole los diez euros al de la pizzería, todos suyos.
- ¿Qué haces? Yo traigo dinero para pagar mi parte.
- De eso nada, hoy invito yo.
- ¿Por qué?
- Porque yo quiero.
- Anda, qué listo tú, ¿no?
- Sí.
Salimos de la pizzería y fuimos a la playa, donde vamos todas o casi todas las tardes. Empezamos a comer y cuando terminamos me tumbé en la tierra. Al rato se tumbó él al lado mía. Nos quedamos un buen rato los dos en silencio, mirando el cielo, las estrellas. Había luna llena, y era preciosa.
- ¿La has visto? - dije yo.
- ¿El qué? - me incorporé y me senté, mirándole.
- La luna llena. - miré hacia el cielo. - Es realmente hermosa, ¿verdad?
- Igual que tú. - contestó él, e hizo que me sonrojara, como siempre.
- ¿Has pedido un deseo?
- ¿Qué?
- Sí, dicen que cuando hay luna llena, si pides un deseo se hace realidad.
- ¿A ti te ha funcionado?
- No se dice.
- ¿Por qué?
- Porque no quiero. - dije imitándole a él en la pizzería.
- Me la has devuelto, ¿no? - me reí.
- Venga, pide un deseo. - en ese momento pedí uno yo. - ¿Ya?
- Sí, ¿y tú?
- También.
Pasa un rato y me vuelvo a tumbar, esta vez apoyo mi cabeza en su pecho, y él me acaricia mientras el pelo. Guille me hace sentir segura, como solo me sentía con... con Carlos. Todavía me cuesta recordar, le echo de menos... La vida es realmente injusta, por qué se lo llevaría... Pero bueno, tengo que dejar de pensar en eso, es... es pasado.
- ¿Estás llorando, Sara? - ¿estaba llorando? Mierda.
- ¿Qué? - dije secándome las lágrimas rápido. - No, no, no estoy llorando. - sorbí con la nariz.
- Bueno, entonces... ¿estabas llorando, Sara? - me quedé en silencio y agaché la cabeza. - Te he visto. ¿Qué te pasa?
- Por favor... Cambiemos de tema, ¿vale?
- Sara, siempre que te veo mal y te pregunto me dices lo mismo, ¿me contarás algún día por qué lloras?
- No sé, pero lo que sé es que hoy no.
- ¿Por qué? ¿En qué estabas pensando para llorar?
Me quedé callada, de nuevo. Él esperaba respuesta, pero mientras él esperaba, yo recordaba más cosas. Y no solo a Carlos... Recuerdo todo. Lo de mi madre, el daño que le hicieron, el que podrían haberme hecho a mí... Mi padre, Jorge, Pablo... No tengo familia, bueno sí, mi hermano, es lo único que me queda de ella, si le pasara algo a él ya no sé lo que haría. Entonces lloro, lloro más aún, tapándome la cara e intentando aguantar los sollozos, pero algunos se escapan.
- Sara, por favor, ¡cuéntame ya todo! - dijo Guille.
- Guille... - dije entre sollozo y sollozo - ahora no, por favor...
- Yo creo que ahora es cuando debes contármelo. Qué pasa, ¿no confías en mí? ¿Tan malo soy para que aún no confíes en mí?
- No digas eso... Sabes que no es verdad.
- Cuéntamelo, por favor, desahógate, y yo podré ayudarte. - pasa un minuto. - Sara. - otro minuto. - Por favor.
Me levanto y me dirijo a la orilla.
- ¿Dónde vas? - oí cómo se levantaba. Me giré rápido.
- No me sigas, por favor.
- ¿Pero dónde vas?
- Voy a dar una vuelta, a despejarme, ahora vuelvo, volveré rápido, de verdad. Tú espérame.
- Está bien...
Continué andando, hasta que me cansé y me senté en la arena. Rodeé mis rodillas con mis brazos y metí la cabeza entre mis piernas, y estuve pensando. Reflexionando sobre todo, y he decidido contarle todo a Guille. Respiro varias veces hondo hasta que me tranquilizo. Luego me levanto y me sacudo para quitarme la tierra. Empiezo a andar hacia donde estaría esperándome Guille, espero. Voy tranquila, despacio, ya me he tranquilizado. De repente suena mi móvil. Lo saco y veo que es mi hermano, seguro que ya ha llegado el avión. Lo cojo.
- ¡Hola! Ya has llegado, ¿no? ¿Qué tal ha ido el viaje?
- Perdone, ¿es usted familiar de Juan?
- Mm, sí, ¿por qué? ¿Quién es usted?
- Soy un policía de Barcelona.
- ¿De Barcelona? ¿Y qué hace con el móvil de mi hermano? ¿Qué ha pasado?
- Verá... Se ha estrellado el avión en el que iba su hermano. Ha habido unos fallos técnicos y cayó estrepitosamente. Todos los que iban en el avión han... fallecido. - el móvil se me cae al suelo, y después del móvil, caigo yo. De rodillas, y me quedo como en shock. ¿¡ESTO ES ENSERIO!? ¿¡QUÉ LE HE HECHO YO A LA VIDA PARA QUE ME LO PAGUE ASÍ!? Empiezo a respirar rápido, muy rápido. Siento que me estoy quedando sin aire. Empiezo a llorar, pero más que antes, mucho más. Como nunca antes había llorado. Me seco las lágrimas y veo a lo lejos a Guille. Me levanto y voy corriendo como puedo hasta alcanzarle. Me ve.
- ¡Sara! ¿¡Sara qué te pasa!? - pero yo no respondo, no me sale la voz, solo lloro y lloro, sollozo, uno tras otro, interminables. - ¡Sara, por favor, dime por qué estás llorando así!
- Es... - no podía hablar, la voz no me salía. - Me ha llamado... - no podía, no podía, no me sentía capaz para nada, y menos para hablar de esto.
- ¿Quién te ha llamado?
- Llévame a casa por favor... - dije como pude. Se quedó quieto. - Por... favor...
- Vale.
Me acompañó a casa, en silencio. Bueno, en silencio quitando mis sollozos. Iba abrazada a él, con la cabeza apoyada en su pecho, y él me agarraba de la cintura. Al poco rato llegamos a mi casa, abrí la puerta a pesar del temblor que tenía en todo el cuerpo y subí. Me lavé la cara y me recogí el pelo. Me puse el pijama y me di cuenta de algo, el móvil, lo perdí. Pero no tenía importancia, entonces bajé. Él estaba abajo, esperándome. Yo seguía respirando alterada, pero ya no lloraba. Me senté al lado de él, que seguía en silencio.
- Cuando me fui, mientras iba volviendo, me llamó la policía de Barcelona.
- ¿La policía de Barcelona? ¿Por qué?
- Desde... el número de mi hermano.
- ¿Qué ha ocurrido? - dijo, poniéndose serio. Empezó a caer una lágrima de mi mejilla. Otra vez no...
- El avión en el que iba ha tenido un fallo técnico, y se ha estrellado de camino a Londres...
- ¿Y él cómo está?
- Todos los pasajeros del avión han... muerto. - de nuevo empiezo a llorar, no puedo evitarlo.
- Lo siento... - dijo, le miré y vi que tenía los ojos llorosos. Sonreí.
- Pero no llores tú también.
- No puedo evitarlo viéndote así. - pasó un rato en silencio.
- He decidido... - me quedé pensando. - He decidido contarte todo.
- ¿Todo?
- Sí, todo. Y te lo voy a contar ahora. - respiro hondo. - Verás, hace unos años, nos secuestraron a mí y a mi madre, y nos encerraron en un garaje o a saber dónde. Yo conseguí escapar, pero después de ver cómo torturaron a mi madre hasta matarla... - una pequeña lágrima cae de mi ojo, pero me la quito rápidamente. - Nunca dije quiénes fueron, tenía miedo, yo dije que la atropelló un coche, pero no fue así. Al poco tiempo de eso mi padre, al no poder más... se suicidó. Nos dejó solos a mi hermano y a mí. Me quedé yo sola en la casa ya que mi hermano vivía en su piso aparte. Entonces conocí a... a Carlos. - respiré hondo de nuevo. - Me enamoré. Muchísimo. Y nos iba bien, hasta que un día me contó la verdad. Aunque ahora no fuese así, todo empezó, él empezó a acercarse a mí porque su padrastro era el uno de los hombres que mató a mi madre, el que más daño le hizo. Él se enteró de que escapé y me encontró, y quería saber si yo había contado la verdad o no. Pero a él se la conté, a Carlos. Él no le dijo nada a su padrastro, Jorge, pero se enteró, y tuvimos que huir de mi casa, nos fuimos al casa de mi hermano, ya que quería matarnos a los dos, a mí por lo de mi madre y a Carlos por haberle traicionado. Nos iba bien con mi hermano, hasta que un día, Carlos tuvo un accidente de tráfico y... murió también. Lo pasé mal, muy mal, lo único que me quedaba en la vida era mi hermano. Hasta que un día, no sé cómo, pero conseguí verle. Y desde aquel día, le veía siempre que podía, y hablaba con él, con Carlos, mi Carlos... Pero él de vez en cuando se alejaba de mí, porque quería que pasara página. Entonces conocí a Pablo, que era muy bueno conmigo. Pero el tiempo pasó y descubrí que Pablo y Jorge estaban compinchados... Ellos mataron a Carlos, ellos le atropellaron. Carlos me lo avisó, pero yo no le hice caso... Al final me salvé, no sé cómo porque no recuerdo muy bien. Ahora estoy a salvo, y volví a hablar con Julia, que era mi amiga hasta que pasó lo de mi madre, que me alejé de todo. Y luego pues te conocí, y todo me empezó a sonreír de nuevo, mi hermano y yo éramos felices... Y ahora él no está... Estoy sola. - me quedé en silencio, su cara expresaba miles de emociones, pena, confusión, incredibilidad, intriga, no sé. - Puede que me tomes por loca por lo de Carlos, pero te juro que es verdad. Desde que desperté después de lo de Pablo y Jorge, se despidió de mí y no volví a verle. - paso otro rato callada, y él igual. - Querías que te contara mi pasado... Este es.
- Sara... - me abraza, fuerte, muy fuerte, de esos abrazos que intentan decirte que nunca te dejarán, que siempre van a estar contigo. - Eres fuerte, muy fuerte. - suspira. - Te aseguro que tu madre estaría muy orgullosa de ti. - se me cae una lágrima y él me la quita con la mano. - Y que sepas una cosa, no estás sola. Nunca vas a estarlo. Yo voy a estar siempre contigo, no lo olvides nunca, preciosa.

domingo, 29 de julio de 2012

Capítulo 18.

*Narra Sara.


- Hola. - dije yo. ¿Por qué he dicho hola? Ogg, ni yo me entiendo muchas veces.
- ¿Hola? - dijo aguantándose la risa.
- Sí, bueno... Es que aún no lo había dicho. - Sara, relájate y piensa antes de hablar.
- Jajajaja. - se rió. - ¿Siempre eres así, o ha sido el golpe?
- No lo sé, la verdad.
- ¿Cómo que no lo sabes?
- Depende del día, supongo.
- ¿Supones?
- Sí. - me quedé pensando y me miró con la cara que se mira a una loca. - No sé cómo explicarte, pero bueno tú no me eches mucha cuenta.
Silencio.
- Bueno... Toma el agua. - el agua que me había traído, cierto. - ¿Te encuentras mejor del golpe?
- Sí, gracias. - intenté incorporarme pero me mareé.
- Parece que no tanto. ¿Quieres hielo para el golpe?
- No, no, gracias en serio.
Silencio. Me quedo mirándole embobada, hasta que me doy cuenta que me había visto y agacho la cabeza mirando hacia el suelo con la mano en la cabeza fingiendo que me dolía, aunque era solo una excusa.
- Bueno... - empezó a decir Guille. Menos mal que saca un tema de conversación, la situación estaba empezando a incomodarme. - Voy a presentarme en condiciones. Soy Guille.
- Yo Sara. ¿A ti también te han hecho la encerrona?
- Exacto. Tú igual, ¿no?
- Sí, Julia quiere que olvide a alguien y que sea feliz, y está todo el rato diciéndome que la solución es conocer a gente e intentar quererle. Pero yo no soy así. ¿Y tú?
- Pues más o menos lo mismo. Lo dejé con la que estaba porque pensé que era lo mejor, luego me arrepentí pero fue tarde... Ella ya había encontrado a otro. Luego pasó el tiempo y fui intentando olvidarle poco a poco. Esta última semana me ha llamado un par de veces diciéndome que se arrepiente y que quiere volver, pero yo ya no me fío...
- Vaya, lo siento. Pero, creo que has hecho bien.
- Sí... Bueno, de los errores se aprende, ¿no crees?
- Sí... Supongo.
- Y al que quieres olvidar... ¿Qué fue lo que pasó?
- Pues... Yo estuve saliendo con él, éramos muy felices, y estábamos muy bien, hasta que... - solo de recordar eso, se me formaba un nudo en la garganta y los ojos se me humedecían. - Hasta que él... él... - vamos, dilo ya. - ... tuvo un accidente.
Justo cuando terminé la frase, rompí a llorar. Sabía que como amé a Carlos, probablemente no iba a amar a nadie más. Porque él era especial, tenía algo que me hacía estar feliz, aún en las peores situaciones. Él era el que me hacía sonreír siempre, por mucho trabajo que le costase. Él era el que me defendía ante cualquier cosa o cualquier persona, el que me protegía de todo y el que me decía todos los días "te amo" y me lo demostraba en todo momento. Y... se fué.
- Fué en un accidente de moto. - dije yo, cuando me tranquilicé un poco. - Vino un coche y le dio un golpe, él venía de comprar... Y yo estaba en casa. Vivía conmigo y con mi hermano. Ahora vive Julia, ella me ha salvado de todo esto, por decirlo de alguna forma. Le debo estar ahora mismo aquí. - evidentemente, no le iba a contar ni lo que nos hizo Jorge, ni que hasta hace poco veía a Carlos, se me aparecía y hablaba con él. Si le contaba esto último iba a tomarme por loca.
- Vaya... - dijo él, asombrado. - Eso sí que es duro, porque si te iba bien con él... - interrumpió la frase. - Pero bueno, cambiemos de tema.
- Gracias. - dije yo.
- ¿Por qué?
- Por escucharme, he podido desahogarme, es que cuando lo recuerdo... No sé, ya no me afectaba tanto porque apenas pensaba en eso.
- No te preocupes. - y sonrió. Tenía una sonrisa realmente preciosa.
- Gracias otra vez. Esto... ¿quieres algo de comer?
- Mm... Hombre, ya que vengo vestido más o menos bien... ¿Por qué no me dejas que te lleve a algún sitio a cenar? - ¿eso era una cita? No sé, pero la verdad... Me apetecía, ¿por qué no?
- Suena bien. - Su sonrisa se volvió más amplia y más bonita aún. Me fijé en sus ojos, celestes, azules como el mar. Y tenía el pelo rubio un poco rizado, pero lo tenía más bien corto. Llevaba una camisa un poco arreglada y unos vaqueros. - Subo a cambiarme, ponte la tele si quieres.
- Vale.
Subí las escaleras rápido para cambiarme, feliz. Miré mi armario, y la mayoría de la ropa que tenia era... deprimente. Tengo que hablar con Julia para ir a comprar. Al final, encontré un vestido decente, era lila, corto y de tirantes, era simple pero bonito. Decidí ponérmelo con unos tacones negros que me hacían unas piernas bastantes bonitas. Fui al cuarto de baño a maquillarme, me eché colonia, y me peiné con el pelo hacia un lado. Me miré unas mil veces al espejo para ver que iba bien, y bajé las escaleras.

*Narra Guille.


Estaba esperando a que bajara, viendo la tele, cuando escuché que empezaba a bajar las escaleras. Apague la tele y me levanté. Entonces la vi. Y parecía un ángel de lo preciosa que iba. Llevaba un vestido corto lila que le quedaba perfecto, y le hacía guapísima. Aunque bueno, hasta con una camiseta mía que le quedase enorme, estaría preciosa. Cuando me quise dar cuenta, ya estaba abajo.
- ¿Qué tal estoy?
- Estás... - no tenía palabras para describirla. - Estás preciosa, Sara. - eso último hizo que se ruborizara.
- Gracias.
- Es la verdad.
- Oye... ¿Dónde vas a llevarme?
- Es un secreto. - se me ocurrió una idea. - ¿Tienes un pañuelo?
- Sí. - abrió un cajón de los que había y me dio uno blanco. - ¿Para qué lo quieres?
- Para esto. - entonces, le tapé los ojos con él.
- Como me caiga por la calle...
- ¿No confías en mi?
Estuvo un rato callada, hasta que al final contestó.
- Bueno, dentro de lo que se puede confiar en alguien al que acabo de conocer, sí, confío en ti.
- Eso me gusta.

*Narra Sara.


Me había llevado todo el camino andando con el pañuelo en los ojos y no tengo ni la más mínima idea de donde me llevaba. No se oía nada de ruido, pero en una casa no estaba. De repente, paró.
- Ya estamos.
- ¿Me vas a quitar ya el pañuelo?
- Sí, ten paciencia.
Me quitó el pañuelo, y vi que estábamos en un césped, pero no sé en qué parte de la ciudad estábamos. Solo sé que estábamos solos, no veía a nadie más. Miré al suelo y vi una caja con pizza y una botella de Coca Cola.
- Guau... ¿Dónde estamos?
- No se dice, es un lugar que encontré un día, que poca gente conoce, por eso mismo no hay gente. Es un buen lugar para reflexionar o para estar solo.
- Es bastante bonito... Pero podríamos haber pedido pizza en mi casa o comerla en una pizzería.
- Pero entonces no tendríamos este paisaje tan bonito.
- En eso tienes razón. - dije yo, sonriendo.
- Bueno... ¿quieres pizza?
Empezamos a comer, y charlamos de todo un poco, de los estudios, de lo que nos gusta... Tiene diecisiete años, le gusta el fútbol y también leer. No tiene pinta de ser como todos los superficiales, él parece más sensible, cariñoso. Cuando terminamos, dijo:
- ¿Quieres algo más? ¿Un helado?
- Puaf, no puedo, estoy llenísima. Me voy a poner como una foca.
- ¿Qué dices? Si estás perfecta.
- Sí, sobre todo perfecta.
- Sí, perfecta. Eres guapa, y de cuerpo no estás mal. Y no te lo digo a mal eh.
- Sí, guapa... El maquillaje hace mucho.
- Da igual que tengas maquillaje, que no tengas, que tengas resaca, que tengas mala cara, que estés mala, da igual como estés, tu eres, estés como estés, preciosa.


miércoles, 25 de abril de 2012

Capítulo 17.

1 año después..


*Narra Sara.


- Bueno, definitivamente estás recuperada del todo. Ya no vas a tener que venir más aquí. - dijo el doctor.
- ¿De verdad? - dije feliz, a la vez que apretaba con fuerza la mano de Julia, quien me había acompañado.
- Sí, estás perfectamente ya.
- No me lo puedo creer... - dije aún si creerme que después de todo el tiempo que he estado viniendo, ya pueda dejarlo.
- Pues creetelo. Ya puedes irte. Espero que no tengas que volver aquí. - eso sonó a que no quería volver aquí, pero lo decía con un tono amistoso, lo cierto es que me llevaba bien con él, supongo que lo diría porque si vuelvo es porque algo malo me pasaría.
- Gracias. Hasta pronto, doctor.
- Lo mismo digo, Sara.
Cuando salí de allí aún no me lo creía. Hacía ya un año desde que pasó lo que pasó... Y desde entonces he estado viniendo a rehabilitación para recuperarme, ya que estuve bastante tiempo sin moverme y me había afectado a la movilidad. Todo este tiempo había sido duro, muy duro, pero ya estoy perfectamente. Como si no hubiese pasado nada. Y... olvidé esa parte de mi vida. Desde que... desde que conocí a Carlos, todo eso lo había intentado olvidar, y aunque aún siento que le quiero un poco... He conseguido pasar página de una vez por todas, porque no puedo seguir así. Él tenía razón, tenía que ser feliz con alguien de verdad... No volví a verle, lo que facilitó en parte que le olvidara. Mi hermano está bien, no le hicieron nada, menos mal, porque si no sí que me odiaría. Es... lo único que me queda de mi familia, a parte de Julia, que ha sido todo este tiempo como una hermana para mí. Ha estado conmigo apoyándome y ayudándome. Yo me quedé en el piso con mi hermano, y ella vino con nosotros. Julia está saliendo con Víctor, que es bastante agradable y me llevo perfecto con él. Esta noche venía un amigo de él de no sé dónde y le dijeron que viniese hoy a ver una peli con nosotros, que íbamos a verla en mi casa. Yo dije que vale, me daba igual, ya que mi hermano no estaba hoy con nosotros. Julia añadió cuando dijo Víctor que viniese su amigo, que por cierto no me acuerdo cómo se llama), "Víctor me ha enseñado una foto y está bastante bien, ya sabes, échale el ojo." Pero yo no estoy pensando mucho en eso, la verdad.
Íbamos andando de camino a casa Julia y yo cuando sonó su móvil.
- ¿Sí? - contestó ella. - Ah, hola Víctor ... Sí, estoy con ella, acabamos de salir del doctor ... Le ha dicho que no tiene que volver, ¿a qué es genial? ... ¿Ya ha llegado? ... Bueno, pues id para la casa dentro de un rato, que tenemos que llegar y recoger un poco ... Adiós, te quiero. - Y colgó.
- ¿Qué dijo? - pregunté yo.
- Nada, que ya ha llegado Guille. - anda, así que se llamaba Guille... - Así que vamos a darnos prisa, a ver si van a llegar antes que nosotras.
Empezó a aligerar el paso y yo hice igual, a los diez minutos llegamos a mi casa, ya que el hospital no quedaba muy lejos. Recogimos por encima la casa y Julia me obligó a arreglarme, no sé por qué. Me buscó un vestido que era de ella, bastante bonito, la verdad, y que me quedaba bien. Ella se arregló un poco también. Cuando ya estaba lista esperando a que llegaran, me dijo:
- Oye, Sara...
- Dime.
- Que yo me voy.
- ¿Cómo que te vas?
- Que yo me voy, con Victor.
- Y conmigo y con Guille, ¿no?
- No, vosotros os quedáis aquí. - ¿¡Qué!?
- ¿¡Qué!?
- Lo que oyes.
- No, Julia, no intentes otros planes de esos tuyos para buscarme a alguien, sabes de sobra que no funcionan. - en ese momento suena el timbre. - No, Julia...
Fue corriendo a abrir la puerta y yo detrás de ella intentando alcanzarla, pero no me di cuenta de que dejó encajada una puerta y me choqué, cosa que hizo que cayese al suelo. "Qué raro en mí". Me mareé un poco en el suelo, y mientras intentaba que se me pasase, escuché la puerta cerrarse. Me incorporé y me quedé sentada con una mano en la cabeza, no podía levantarme, el chocazo fue en la cabeza y me dolió bastante.
- ¿Te ayudo? - dijo una voz.
Levanté la cabeza, cosa que hizo que me mareara más y cerré los ojos, sin llegar a ver bien a esa persona.
- Me duele... - dije yo.
- Deja que te ayude. - dijo él, supongo que sería Guille. Yo seguía sin abrir los ojos, no quería marearme más. Noté que me cogió una mano e intentó ayudarme a levantarme, y un poco me incorporó. Me movió un poco por la casa hasta que me dejó en el sofá sentada, y a mí me estaba entrado calor del mareo. Dios, siempre me pongo mala por tonterías. - ¿Quieres agua o algo?
- Sí... Gracias... - dije como pude.
Se fue a por agua y abrí poco a poco los ojos. Me pasé un poco la mano por el pelo pero con cuidado para no moverme mucho la cabeza porque me dolía, y esperé a que viniese. Cuando lo vi aparecer por la puerta, a pesar del mareo, empecé a creer en algo en lo que no creía antes. Empecé a creer en el amor a primera vista.

*Narra Guille.


Llamamos al timbre y me abrió la que supuse que sería Julia, ya que salió corriendo y abrazó a Víctor.
- Entra corre. - me dijo.
- ¿Y vosotros qué?
- Tú entra, que Sara está dentro en el suelo que creo que se ha caído.
- ¿Se ha caído?
- Sí, acostúmbrate.
Dicho eso me empujó y cerró la puerta. Me puse a buscarla por la casa pero no la encontraba. Hasta que llegué donde estaba. Estaba sentada, con los ojos cerrados y una mano en la cabeza.
- ¿Te ayudo? - pregunté yo.
- Me duele... - dijo con voz temblorosa, pero aún así, era una voz bonita.
- Deja que te ayude. - la levanté como pude, la llevé al salón y la senté en el sofá. Seguía con los ojos cerrados y la cara un poco blanca. - ¿Quieres agua o algo?
- Sí... Gracias... - contestó ella.
Encontré la cocina y vi que había un vaso limpio en el fregadero, y allí eché el agua. Tenía una voz bonita y, aunque no se le viera bien la cara porque tenía los ojos cerrados y la mano en su cabeza, la vi guapa. Y cuando le cogí la mano... Para, Guille, para. ¿Ya vas a empezar como la otra vez? No te enamores... Pero cuando llegué a verla bien, con los ojos abiertos, y cuando vi esos preciosos ojos... Mandé a la mierda eso de "no te enamores", y lo dejé todo atrás. Algo me dijo que ella era especial, no sé qué, ni cómo, pero algo me lo decía.

martes, 6 de marzo de 2012

Capítulo 16.

*Narra Sara.


Todo me da vueltas, estoy medio mareada, por no decir mareada del todo. Hasta aquí ha llegado todo. Soy una estúpida. Todos mis seres queridos han muerto o van a morir por mi culpa. Mi madre, mi padre, Carlos... Y ahora mi hermano. ¿¡Qué le habrán o que le estarán haciendo!? No sé de dónde, pero saco fuerzas para pegarle una torta a Jorge. No tengo mucho tiempo, menos mal que tengo el móvil en el bolsillo. Tengo muy poco tiempo, debo de hacerlo rápido. Llama a la policía y diles que vengan a mi casa, por favor. Es urgente. La busco en la agenda. Lo mando. Y justo después de ver "Enviado", mi móvil cae al suelo. Y la tortura sigue... Solo espero que lea el mensaje. Que lo lea, por favor... Lo que haré es gritar, gritar para que venga alguien y me escuche, por favor, que alguien me escuche...


Por otro lado de la ciudad...


Voy andando de vuelta a mi casa cuando suena un mensaje en mi móvil. Es de... ¿De Sara? ¿Cómo es que me manda un mensaje Sara, a mí? Hace tanto que no hablamos... La echo de menos, no sé por qué acabamos así... Bueno, leeré el mensaje. Llama a la policía y diles que vengan a mi casa, por favor. Es urgente. ¿Qué ha pasado? ¿Será verdad? Sí, no creo que después de tanto tiempo, me mande un mensaje así de broma. Marco el número de la policía. Doy la dirección de su casa y digo que es urgente, que tienen que llegar cuanto antes. Cuando cuelgo me dirijo yo también allí, a ver qué es lo que pasa. Camino por la calle hasta que me voy a acercando, y empiezo a oír gritos, creo que de su casa y de ella. ¿Qué estará pasando?


*Narra Carlos.


No puedo seguir viendo esto. No puedo ver cómo le hacen esto a Sara y yo sin poder hacer nada. ¿Por qué tuve que morir? Yo tendría que estar ahí, protegiéndola, aunque lo intenté y no me hizo caso, pero si yo no hubiese muerto ella no hubiese conocido a Pablo, y nada de esto hubiese pasado. Aunque... lo mejor para ella hubiese sido no conocerme nunca. Todo esto ha sido por mi culpa, por culpa de acercarme a ella. Debo desaparecer de su vida inmediatamente. Debo ser valiente y cruzar esa linea que separa completamente todo. Además, no puedo seguir viendo esto, debo de decirle adiós. Pero quiero despedirme, no quiero irme así como así... Pero y si... ¿Y si no sale de esta? Saldrá, Carlos, Saldrá y podrás despedirte, ya lo verás. Pero cuando me despida, debo irme definitivamente, para siempre, y así ella será feliz.


*Narra Sara.


Esto es demasiado. Es insoportable. Y también es injusto. Son dos contra una, y uno de los dos alguien en quien tanto confiaba. No sé qué duele más, si el daño físico o el daño de esa persona en quien tanto confiaba. Y Carlos... Debí haber confiado en él, él fue el que me protegió siempre, y murió por mi culpa. No puedo parar de llorar. Ojalá acabe esta tortura pronto. Prefiero que me maten del tirón, por favor, que no le hagan daño a mi hermano, por favor, no... Me estoy debilitando poco a poco, ya prácticamente no siento el cuerpo. Dejaré de luchar, que pase el tiempo solo y me deje ya en paz, y dejaré esto ya. Me iré con él, con Carlos, y seremos felices juntos. Estoy casi inconsciente, ya no veo nada, y apenas oigo. Pero ahora mismo oigo un golpe fuerte, que creo que no va dirigido a mí. Y escucho un ruido grande de gente gritando. Alguien se acerca a mí.
- Sara, soy yo. Sara, por favor, lucha, no te dejes. Ya no te van a hacer daño, pero por favor, no te des por vencida, no aún. - Ahora se dirige a los demás. - ¡Por favor, llevadla a un hospital, o llamad a una ambulancia o lo que sea, pero rápido!
- Está perdiendo mucha sangre, no sé si logrará llegar... - dijo otra persona que no reconocí.
- Aguanta, por favor, aguanta... Sara, di algo, cualquier cosa, pero di algo. No te has ido, y no te irás. Yo estaré contigo.
- ¿Eres... eres tú? - dije a duras penas, oírla me dieron ganas de seguir luchando, de recuperar todo el tiempo perdido y explicarle la verdad de todo.
- Sí, soy yo, Julia.


***

- ¿Despertará? - preguntó ella.
- Esperamos que sí. Y creemos que lo hará pronto.
- Gracias, menos mal.
Alguien salió de la habitación y cerró la puerta tras él. Intento abrir un poco los ojos, pero los párpados me pesan demasiado. Lo intento una vez más, y ya los he abierto un poco, lo suficiente para que ella me vea.
- ¡Sara! ¡Has despertado!
- Julia, me alegro tanto que estés aquí.
- Y yo me alegro tanto de que hayas despertado.
- Gracias.
- ¿Por qué?
- Por haber estado aquí después de todo lo que pasó. - hago memoria y recuerdo algo. - ¿Y mi hermano?
- Tu hermano está bien.
- ¿Le hicieron algo?
- No, no llegaron a hacerle nada.
- Menos mal. - escuché sus tripas. - ¿Tienes hambre?
- Un poco... Pero no importa, me quedaré aquí contigo a que llegue tu hermano.
- No, tú vete a comer algo si quieres, no va a pasarme nada.
- ¿Segura?
- De verdad.
Me da un beso en la frente y sale de la habitación, quedándome sola. Hasta que le veo, cumpliéndose lo que quería.
- Hola. - dije yo.
- Hola. - contestó un poco seco, más de lo que yo quería. - ¿Cómo estás?
- Bien.
- ¿Bien? ¿Te has visto? - eso último me hace pensar. No me veo, estoy tapada, pero intento moverme un poco y no puedo, me duele todo. Mi expresión parece decirlo todo. - No estás bien. No me hiciste caso. Te dije que confiaras en mí.
- Lo siento, de verdad. Muchísimo. Pero... estoy bien.
- Sí, estás "bien" gracias a Julia, si no, no estarías aquí.
- No sé qué sería peor.
- ¿Por qué? 
- Porque estaría contigo.
- ¿Acaso no lo estás ahora?
- No es lo mismo.
- No digas tonterías. Ni se te ocurra hacer ninguna locura para estar conmigo.
- No las haré, pero debería. Toda la gente que quiero muere por mi culpa.
- Eso no es así.
- Sí, sí que lo es. Mi madre, mi padre, tú. Sobre todo tú, tú moriste por mi culpa. Y eso no me lo perdonaré jamás. - mis ojos se ponen llorosos, y la garganta se me pone gangosa.
- No digas eso nunca más. Tal vez si las cosas pasaron así, es porque tuvieron que pasar, ¿no? Además, sabes que siempre estaré a tu lado pase lo que pase.
- Pero yo no quiero vivir en un mundo donde tú no estés conmigo.
- Siempre estaré contigo. Y siempre me tendrás en tu corazón.
- Pero aún así te echo de menos. Todo es demasiado injusto.
- Lo sé, Sara, lo sé.
La pequeña habitación se queda en silencio. Un silencio un tanto incómodo. Hasta que él lo rompe.
- En realidad, solo vine aquí para dos cosas.
- ¿Qué dos cosas?
- Una de ellas, ver que estabas bien. La otra... Despedirme. - aquella palabra hace que todo mi cuerpo se tense de repente.
- ¿Despedirte?
- Sí.
- ¿Te vas? - una lágrima cae.
- Creo que sí. Creo que ya es hora de dejarte que pases página. Que seas feliz. No puedes pasarte toda tu vida hablando con un fantasma.
- Pero yo no quiero pasar página. Yo quiero seguir contigo. No quiero, no quiero que te vayas.
- Eso lo dices ahora, pero lo mejor es que me vaya. Yo también necesito despejarme de todo este lío. Y tú necesitas ser feliz. Con tu hermano y con Julia. Recupera el tiempo perdido, Sara.
- No te vayas, por favor.
- Lo he decidido ya. Es lo mejor. Además, encontrarás a alguien como yo.
- No, jamás encontraré a alguien como tú.
- Pero a alguien que te haga feliz sí. Y con eso me conformo. Además, recuerda que siempre estaré contigo, aunque tú creas que no. Solo que no podrás verme ni podrás hablar conmigo. Y, prométeme una cosa.
- ¿Qué cosa?
- No se te ocurra hacer alguna locura solo por estar conmigo. ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo...
- Adiós, Sara, te quiero.
- Te quiero, Carlos, y siempre lo haré. 
Desaparece, y eso hace que me rompa, más de lo que ya estaba.
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He vuelto! Uff.. Había dejado esto abandonado pero abandonado, ¿eh? MIL DISCULPAS, en serio, pero este mes no he tenido mucha inspiración que digamos... Bueno, espero que os haya gustado, y que intentaré publicar pronto. Un beso a todos.







domingo, 29 de enero de 2012

Capítulo 15.

*Narra Sara.


No era muy propio de Carlos, pero los celos son muy malos, y puede que lo haya hecho solo por eso. Confío en Pablo. Sigo buscando pero no encuentro nada. Joder, me han robado dinero. ¿Se lo cuento a mi hermano? No, a ver si se va a enfadar y entonces es el colmo. Ya sé, llamaré a Pablo. Cojo el móvil y marco su número. Tarda un rato en contestar.
- ¿Sí? - dicen al otro lado. Pero no era él.
- ¿Pablo? - silencio. - ¿Pablo? - espero un rato. Escucho voces de fondo.
- ¿Sara? - ahora sí era él.
- ¿Quién era ese?
- Era un antiguo amigo que me lo acabo de encontrar por la calle.
- Ah... Necesito que vengas. Me han robado.
- ¿Te han robado? ¿Quién?
- No lo sé, supongo que habrá sido mientras no estábamos. 
- ¿Qué te han robado?
- Dinero. Y bastante.
- Pues... El problema es que yo ahora mismo no puedo ir allí.
- ¿Por qué?
- Porque acabo de hablar con mi amigo el que te ha cogido el teléfono y íbamos a salir un rato, que hace mucho que no salimos.
- Ah, bueno... No importa. 
- Mañana hablamos, ¿vale?
- Mañana tengo cosas que hacer. Esta semana voy a estar ocupada.
- Bueno, pues ya hablaremos. ¿Vale?
- Vale. Adiós.
Y colgó. Lo notaba raro, pero no importa. Voy a acostarme, pero antes me aseguro de que la cerradura está bien. Sí, está perfecta. Habrá entrado por la ventana o por quién sabe dónde...


La semana ha pasado. He estado haciendo cosas y estudiando. Sigo sin saber qué pasó con el dinero. No he vuelto a ver a Carlos. ¿Se habrá ido de verdad? ¿Se habrá ido de verdad... para siempre? Suena el móvil.
- ¿Quién es? - pregunto yo.
- Hola. - es Pablo. - Tengo que decirte algo...
- ¿Qué pasa?
- Resulta que tengo que irme de viaje a... A Portugal. 
- ¿Cuánto tiempo? - pregunto interrumpiéndole. No, él también que no se vaya...
- Hasta el verano. Es un poco en plan "vacaciones" creo. Luego volveré aquí.
- Bueno... ¿y cuándo te vas?
- Ahora mismo voy en coche al aeropuerto para coger el avión.
- ¿¡Qué!? ¿No vamos a despedirnos?
- No te preocupes, Sara, nos veremos pronto. Te lo prometo.
- Está bien... Adiós, cuídate.
- Adiós. Te quiero.
Tengo la sensación de que iban a ser unos meses largos.


Meses después..


*Narra Carlos.


He estado siguiendo el rastro de Pablo todo este tiempo. No he vuelto a hablar con Sara, pero le persigo por si acaso. Pero... ¿por qué me preocupo por ella? Si luego ella no me cree... Es que la quiero, y entonces esas cosas no importan, solo me importa ella, da igual lo cabezota que sea. Si hubiese tenido más cuidado con la moto... Hoy creo que llegaba Pablo de Portugal, así que iré a vigilarle como de costumbre. Lo veo bajando del avión. Va con alguien, alguien que me resulta familiar, pero no le veo bien porque va encapuchado. Les sigo hasta el coche. Cuando se montan, el otro se quita la capucha. Mierda. Mierda. Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda. Lo sabía, sabía que Pablo traía algo malo. Pablo saca el teléfono y marca un número.
- ¿Sara? ... Sí, ya estoy aquí. Voy para tu casa y nos vemos vale? ... Adiós, te quiero.
Y cuelga. No, tengo que llegar antes de ellos y avisar a Sara antes de que sea demasiado tarde. ¿Me creerá esta vez?


*Narra Sara.


Estoy sentada en el sofá esperando a Pablo. Al fin volveré a verle después de tanto tiempo. Le he echado mucho de menos. Como a Carlos... ¿Dónde estará? Tengo la sensación de que se fue de verdad...
- Sara. - me giro y le veo.
- ¡Carlos! ¡Pensé que te habías ido! ¿Por qué desapareciste?
- Sara, no hay tiempo para explicaciones. Tienes que escucharme. Y tienes que creerme.
- ¿Qué pasa ahora? - pregunto extrañada.
- Es Pablo. Te ha utilizado todo este tiempo. Viene hacia aquí, y viene con él.
- ¿Quién es él?
- Con Jorge, Sara.
- ¿¡Qué!? Deja de inventarte cosas, por favor.
- ¡Otra vez! Créeme, por favor. No lo sabe nadie más, y si tú no me crees yo no puedo hacer nada así. ¿No ves que todo cuadra? El dinero que te robó Pablo, fue para pagar para que Jorge saliera de la cárcel. Todo tiene sentido. Tienes que irte de aquí, por favor. Sara, confía en mí, hazme caso. - Tenía los ojos llorosos... ¿Y si era verdad? No, no puede ser. Llaman a la puerta. - Sara, no abras la puerta.
- Solo voy a mirar a ver quién es. - me acerco y miro, es Pablo. - Es Pablo, no pasa nada. Viene solo.
- Eso es lo que tú crees. Sara, por favor.
Abro la puerta.
- ¡Pablo! - Le abrazo sin pensarlo, pero cuando me doy cuenta, no estoy abrazando a Pablo. Mierda, no, Carlos tenía razón. Debí haberle creído.
- ¿Me has echado de menos, Sara? - dijo él. Me empuja y me mete en la casa. Cierra la puerta. Pablo entra tras él.
- Tú... - digo mirando a Pablo. - Eres un traidor, un mentiroso y un cabrón. Confié en ti, y me lo pagaste robándome y haciéndome esto.
- ¿Crees que de verdad te quería? Sara, por favor... Qué ingenua eres. - dijo él.
- ¡Eres un... - iba a tirarme encima de él para pegarle pero Jorge me empujó para evitarlo y me tiró al suelo. Grité de dolor, ya que pegué todo el lado derecho de la cara en el suelo. Al empujarme, un jarrón cayó al suelo, y se llenó todo de cristales. Intento levantarme del suelo, pero no puedo. Cuando por poco no lo consigo, Pablo me lo impide. Quedo boca arriba en el suelo y con Pablo sentado y medio apoyado sobre mí.
- Sara... ¿De verdad pensaste que te quería? - dijo en tono divertido. - Solo quería sacar a mi padre de la cárcel y vengarme de ti y de tu estúpido novio. Y bueno... también para divertirme un poco.
- ¿Tu padre?
- Sí, él es mi padre. De otra mujer antes que la madre de el estúpido Carlos.
- ¿Por eso me robaste? ¡Para vengarte!
- No, la historia se remonta antes, Sara.
- ¿Cómo que antes?
- Yo fui el que hizo que Carlos tuviera el accidente. Ahí empezó todo. Yo le atropellé. - empieza a reírse, y le escupo en la cara. Eso es suficiente para poder librarme de él, pero Jorge me agarra por los pelos desde atrás y me tira al suelo, haciéndome mucho daño y cayendo sobre un trozo de cristal que sentí clavándose en mi muslo izquierdo. Jorge tenía un cristal en la mano. Me mira sonriente, riéndose, orgulloso de lo que está haciendo. Complacido de vengarse.
- ¿Por qué querías matarle? - dije yo.
- Él fue el que me metió en la cárcel. Él y tu hermano. Ah, se me olvidaba... Tu hermano ha tenido un "problemilla" en la universidad...
- ¿¡Qué le has hecho a mi hermano!? - dije harta ya de todo. Empecé a derramar lágrimas. Esto era demasiado para mí.
- Ya lo verás... Si es que alguna vez llegas a salir de aquí. - Entonces me enseñó el cristal y me hizo un pequeño corte en la muñeca, pero en el punto exacto para que saliera suficiente sangre.
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Perdón, de verdad. Siento no escribir desde tanto tiempo. Pero he estado liada con algunas cosillas y a parte no tenía mucha inspiración.
Bueno, espero que sea suficiente la recompensa. Intentaré publicar pronto.
Un beso a todos y siento la espera.

viernes, 6 de enero de 2012

Capítulo 14.

*Narra Carlos.


Al momento de que yo desapareciera, ella empezó a llorar. Seguía sentada en el mismo sitio. Entonces llamaron a la puerta.
- Sara, soy yo, Pablo. ¿Estás bien?
- Sí, sí... En seguida salgo. - dijo Sara.
Entonces pude sentir los pasos de Pablo indicando que se alejaba. Ese chico tenía algo que, no sé, algo que no me daba buena espina. Aunque tal vez sea imaginaciones mías... Tal vez es que no pueda soportar que ella esté feliz junto a él. Tengo que asimilarlo de una vez. No debí haberme quedado aquí, debería haberme ido desde el principio, así ella estaría feliz ahora, y no llorando. Se acaba de levantar y se está lavando la cara. Sí, a él le podrá engañar y podrá decirle que está bien, pero a mí no me engañaría. Yo sabría que ha llorado. Por el brillo de sus ojos. Sus hermosos ojos. Abre la puerta y salen. Se dirigen a una heladería, esta vez invita ella. Están hablando de cosas varias, creo, pero ahora mismo Pablo se ha puesto serio, y le ha cogido la mano.
- Sara, quiero hablar contigo de... de lo de antes. Es que como te fuiste así, pienso que... que no querías hacerlo o algo.
Sara se queda callada y pensativa. ¿Le querrá a él? Tal vez ella ya me haya olvidado, ¿quién sabe? Aunque, es lo mejor, que me olvide, pero por él... No sé, se verá muy majo, pero no sé si es el estar medio muerto medio vivo o no sé, pero me da mala espina.
- Pablo... no te preocupes por eso, ¿vale?
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Quiero decir que... Que todo está bien. Deja el tema, ¿vale? Luego lo hablamos.
- Vale, como tú digas.
Siguen comiendo y después la acompaña a su casa. ¿Qué hora será ya? No lo sé, pero creo que ya es tarde. Espera... ¿están entrando? ¿Por qué entran los dos? Esto no tiene buena pinta. Al entrar, Sara lo invita a sentarse y a poner la tele, mientras ella va a cambiarse. Cuando sale, Pablo pone la tele con el volumen un poco alto, no sé por qué. Entonces se levantó y empezó a cotillear cajones y más cosas. ¿Qué está haciendo? ¿Qué quiere encontrar? Coge una cartera, y saca dinero. ¿¡Le está robando!? ¿¡Qué quiere de Sara!? Debo decírselo a Sara cuanto antes, pero tendré que esperar a que el capullo este se vaya de aquí para poder hablar a solas con ella...


*Narra Sara.


Vuelvo al salón después de haberme puesto cómoda y está Pablo sentado viendo la tele. 
- Ya estoy. - dije yo.
- Estás muy guapa con ese chándal.
- Sí, claro, con el chándal.
- En serio. - entonces sonrió con una sonrisa de las suyas. Me siento al lado suya en el sofá.
- ¿Es momento ahora de hablar? - preguntó.
- ¿Sobre qué? - dije haciéndome la tonta, aunque sabía perfectamente a lo que se refería.
- Sabes perfectamente el por qué.
- Ah... Eso...
- Quiero que seas clara conmigo, Sara.
Cuando me di cuenta, me estaba besando otra vez. Si digo la verdad, me gustan sus besos, sí, pero no puedo evitar pensar en Carlos mientras... Debo pasar página de una vez. No puedo seguir enamorada de él, porque por mucho que no quiera admitirlo está muerto y... ahora se ha ido. Tal vez Pablo me ayude a olvidarle. Tal vez con él la vida comience a sonreírme. Además, tampoco se ve mala persona. Podríamos intentarlo, ¿no? No hay nada de malo en esto... Se separa de mí.
- ¿Quieres salir conmigo? - dijo dudando. Me quedé un rato callada.
- Sí. - dije finalmente. Me ayudaría a olvidar.
- ¿De verdad?
- Sí, de verdad.
Y de nuevo, me besó, pero esta vez el beso lo intensificó más atrayéndome a él por el cuello.


*Narra Carlos.


No puedo seguir con esto. No puedo seguir viendo esto. Va a salir con él... ¿Por qué? ¿Por qué con él? ¿Por qué tuve que tener ese accidente? ¿¡Por qué tuve que irme y dejarla así!? Todo esto es por mi culpa. ¡Si hubiera tenido más cuidado en ese cruce, ahora yo no estaría muerto y ella seguiría conmigo, feliz! La vida es tan injusta... Se separan, y Sara dice algo, que hace que Pablo se levante. Supongo que le habrá dicho que era tarde o algo. Lo acompaña a la puerta. Se besan de nuevo, ¿nosotros también éramos así? Le estoy cogiendo asco al tal Pablo. Se va. Al fin. Es mi oportunidad de hablar con ella y contarle lo que estaba haciendo antes el otro. Intentaré abrirle los ojos, solo espero que me haga caso.


*Narra Sara.


Subo a mi cuarto y me pongo el pijama antes de que llegue mi hermano. Me lavo la cara en el cuarto de baño y bajo al salón. Abro el cajón que hay allí para coger el cargador de mi móvil, que le queda poca batería, cuando veo mi cartera abierta. La saco, y la miro por dentro. Juraría que antes tenía dinero antes, y el dinero que llevaba hoy me lo dio mi hermano... ¡Han entrado a robar mientras no estaba! No, no, tendría que estar en otro lado el dinero. No puede ser que me lo hayan robado, ¿no? Empiezo a ponerme nerviosa y a respirar rápido. Relájate, Sara. Pero, si han robado, pueden haber robado más cosas, ¡quién sabe el qué! Miro hacia el lado, y veo a Carlos.
- ¡Carlos! ¡Estás aquí! ¡Tienes que ayudarme! ¡A entrado un ladrón quién sabe como y me ha robado!
- No ha entrado ningún ladrón. Tú le has abierto la puerta.
- ¿De qué estás hablando? - le pregunto sin entender nada.
- El dinero te lo ha robado Pablo, Sara. No sé por qué, pero te lo ha robado él.
- Para, para, para. ¿Y tú qué sabes?
- Lo vi.
- Tú lo que estás es celoso. Lo que quieres es que no me acerque a él, ¿verdad?
- ¿No confías en mí?
- Sobre esto, no.
- Allá tú, Sara. Yo te he avisado. Luego no te lamentes...
Y dicho eso desapareció de nuevo, dejándome con la palabra en la boca.
No creo que me lo haya robado Pablo. Él no es así. Lo sé. Serán los celos seguro, aunque eso no era muy propio de Carlos...