martes, 20 de diciembre de 2011

Capítulo 13.

La mañana pasa lenta, pero al final, termina. Suena el timbre de la salida y me dirijo a mi casa. Cuando llego a la puerta, saco las llaves de mi maleta y la abro.
- ¿Hola? - nadie contesta. Eso significa que estoy sola en casa, y eso es bueno: mi hermano no me tomará por loca por si hablo sola.
Voy a mi cuarto y dejo la maleta encima de la cama. Voy al cuarto de baño. Comeré más tarde, ahora mismo tengo algo pendiente que quiero descubrir. ¿Sería verdad? ¿O fue todo un sueño? Espero que fuese verdad. Pero... ¿era un fantasma? No podía ser otra cosa... Respiro hondo, y miro al espejo. No veo nada. Espero un rato. Tampoco nada. Entonces pienso en lo que hice el otro día... Primero me lavé la cara, y al levantar la vista lo vi. Tal vez tengo que hacer eso de nuevo. Lo hago. Miro al espejo y, de nuevo, nada. Estoy empezando a ponerme nerviosa... Creo que voy a echarme una siesta, porque hoy no tengo tarea.


***

Al fin, viernes. Estoy en casa comiendo, ya que acabo de llegar del instituto. Intenté lo del espejo dos días más no sé cuántas veces, pero no funcionó. Así que dejé de intentarlo. Supongo que era demasiado bonito para ser verdad... el poder seguir viéndole. Estoy comiendo un bocadillo de tortilla que había preparado hace un momento, pero lo cierto es que creo que no me estaba sentando muy bien. Entonces, es cuando siento que tengo el cuerpo revuelto y con ganas de vomitar. ¿Y si los huevos estaban malos? Estuve pensando hasta que caí en la razón... ¡Mierda! ¡Los había dejado fuera del frigorífico! Seré... Siento un retortijón en mi barriga, dejo el bocadillo en la mesa, y me voy corriendo al cuarto de baño. Me arrodillo y empiezo a vomitar. Me aguanto el pelo hacia atrás mientras tanto. Al rato, bastante rato, tiro de la cadena y me incorporo. Me miro en el espejo. Tengo la cara blanca. Abro el grifo y me lavo la cara con las manos. Cojo la toalla y me la seco. Levanto la mirada al espejo y, después de toda la semana, sin querer, lo veo. Está de pie, apoyado en la pared. Igual que el otro día. Con la piel pálida, un poco transparente, y con las heridas y la ropa del accidente. Me entra un escalofrío por el cuerpo. En el fondo, tengo miedo. ¿Puedo ver a los... a los muertos? Eso me da bastante escalofríos. Recuerdo que a veces veía la serie "Entre Fantasmas", y me siento un poco como ella.
- Hola. - dijo con esa voz apagada a la que tendría que acostumbrarme.
- Hola...
- ¿Cómo estás? 
- ¿A qué te refieres?
- Has estado vomitando...
- Ah... Me sentó mal el bocadillo.
- Eso ya lo sé. Yo siempre te estoy observando, aunque tú no lo sepas, Sara.
- ¿Eso debería darme miedo?
- No tiene por qué. - me quedo un rato callada.
- Ya me encuentro mejor, gracias. - hubo un silencio, hasta que decidí romperlo. - ¿Por qué no pude verte los otros días?
- No lo sé. No controlo esto muy bien, ni tú tampoco.
- ¿Cómo que ni yo tampoco?
- Según me han dicho por aquí, tú tienes que creer que es verdad para poder verme.
Por eso el otro día no pude verle, porque pensaba que fue un sueño. Pensé para mí misma.
- ¿Entonces si pienso que es de verdad, podré verte siempre que quiera?
- Si yo te dejo, sí.
- ¿Cómo que si tú me dejas?
- Si yo no quiero que me veas, no me verás. Pero tranquila, nunca haré nada para que no me veas.
- ¿Podremos hablar siempre que quiera?
- Hasta que me encuentre preparado para irme definitivamente. Estoy a mitad de camino.
- Está bien. Oye... - miré el reloj. - Tengo que irme a comprar unas cosillas al supermercado, para que no tenga que ir mi hermano, ya que yo hoy no tengo nada que hacer.
- Vale. Cuando quieras volvemos a vernos. Cuídate.
- Adiós. - y, como por arte de magia, desapareció. Salgo del cuarto de baño y bajo a la parada de autobús que está enfrente de mi casa para ir al supermercado.
Estuve un rato esperando, hasta que al fin llegó. Pagué lo que tenía que pagar, y me senté en un sitio que había libre por detrás. Cuando llegué, compré las cosas que necesitaba y  fui a la caja, donde había bastante cola. Después de un largo tiempo, me llegó el turno, pagué y me fui. Ahora a esperar de nuevo el autobús. ¿Todo en esta vida era esperar o qué? Me estaba empezando a amargar. Cuando llegó, me subí como pude y, como no había sitio, me tuve que agarrar a una de las barras. Llevaba dos bolsas de estas grandes que son más de cartón que de plástico, y pesaban bastante. Aunque fuéramos solo dos, pero así duraba comida para un par de semanas. Al lado de donde estaba agarrada, había sentado un chaval que tendría más o menos mi edad, pero el asiento de al lado estaba ocupado por su mochila. Ni si quiera se ha dado cuenta de que estaba allí cargada de bolsas y él ocupando un asiento con una mochila. Cuando el autobús arranca, el chaval se queda mirándome.
- Lo siento, no te había visto. - cogió la mochila y se la puso en su regazo. - Siéntate, no me había dado cuenta de que estabas cargada.
- No te preocupes. - dije mientras me sentaba. Mira, se ha dado cuenta.
- La próxima vez haré esto del tirón... - Soy Pablo.
- Yo Sara.
- Y... ¿cómo es que vas sola a comprar tantas cosas? ¿No tienes a nadie para ayudarte?
- Mm... No... - dije pensativa.
- ¿Ni tu madre ni tu padre? - ahí me dio...
- Están... están trabajando. - lo primero que se me ocurrió. - Por cierto, ¿puedo hacerte una pregunta?
- Sí.
- ¿Qué te importa esto? - pregunté, pero sin parecer molesta.
- No sé, llevo mucho rato montado en el autobús hasta que llegue a mi parada y estoy aburrido. Lo siento si te ha molestado.
- No, no te preocupes, no importa.
El resto del camino, no sé por qué, pero estuvimos hablando. Eran cosas sin importancia, pero hablábamos como si nos conociéramos de toda la vida. Me caía... bien. Llegó mi parada, y él se levantó también.
- ¿También te bajas aquí? - pregunté yo.
- Sí, vivo al lado de aquel bar. - dijo señalando un bar que estaba a la espalda de mi calle.
- Pues yo vivo en aquella calle. - dije señalando mi calle.
- ¿Quedaremos algún día? - preguntó. Me quedé un poco pensativa, pero, ¿por qué no? Me caía bien, y parecía buena persona. Podríamos ser amigos.
- Está bien. ¿Cuándo te viene bien?
- ¿Te recojo mañana a las seis de la tarde? - Mañana, mañana... mm... ¿Sábado, no? Sí, Sara, sí, sábado. ¿Dónde tienes la cabeza? No lo sé.
- Vale, me viene bien.
- ¡Nos vemos mañana! - dijo alejándose.
- ¡Adiós!

***

Habían pasado tres semanas desde que conocí a Pablo. Seguía viendo a Carlos, que ahora también lo veía sin espejo, y siempre pensaba en él, pero cuando estaba con Pablo - que últimamente era casi siempre, nos hemos echo inseparables -, pensaba en él de otra forma. Con Pablo, he cogido bastante confianza, nos llevamos muy bien. A veces, cuando estoy con él, me recuerda a Carlos, ya que ellos dos son los únicos con los que de verdad tengo confianza. Esta tarde habíamos para dar una vuelta y luego ir a cenar a una pizzería. Me había puesto un vestido y unas bailarinas, que me quedaban bastante bien. Vale, lo admito, puede que me gusta un poco Pablo, pero solo un poco. Me miro al espejo y voy ami cuarto a por un bolso para meter el móvil y dinero. 
- Estás muy guapa. - miro a mi derecha y ahí está. Eso me hace sentirme mal... siento que le estoy traicionando, lo que hace que haga una extraña mueca.
- Gracias...
- ¿Pasa algo? - ha notado la mueca.
- No, nada, estoy bien.
- ¿Segura?
- Sí. - llaman al timbre. - Tengo que irme, ¡adiós!
- Adiós, ten cuidado.
Salgo y allí lo veo. Se ha arreglado un poco, como yo. Qué mono... Para, Sara. No pienses eso.
- Hola. - dijo con una sonrisa. 
- Hola.
- Estás muy guapa. - recuerdo lo que dijo Carlos, vuelvo a poner la misma mueca de antes.
- Gracias...
- ¿Pasa algo? - ¿esto no ha ocurrido antes?
- No, estoy bien.
- ¿De verdad?
- Sí. ¿Dónde vamos a cenar? - digo cambiando de tema.
- Ah, es una sorpresa. - entonces saca un pañuelo de un bolsillo.
- ¿En serio me vas a llevar con los ojos tapados? - pregunté.
- Sí, si no no es una sorpresa. - y me puso el pañuelo alrededor de los ojos.
Estuvimos un rato caminando, hasta que nos paramos.
- La mesa que está reservada a nombre de Pablo. - ¿reservada? ¿Qué ha hecho ahora?
- Pasen, es por aquí. - dijo el que supuse que sería el camarero.
Seguimos caminando hasta que me sentó en una silla y me quitó la venda. Entonces pude ver que estábamos en una habitación de un restaurante, pero que estaba apartada al resto y estábamos los dos solos. Era más bien pequeña, pero estaba bastante bien. Se sentó en frente mía y se quedó mirándome. Yo estaba embobada mirándolo todo. Yo pensaba que iríamos a algo más formal, pero tampoco esto. 
- ¿Te gusta? - preguntó sacándome de mis pensamientos.
- ¿Que si me gusta? ¡Me encanta! ¿Cómo has hecho esto?
- Tenía ganas de hacerte algo especial. - al decir eso hizo que me pusiera roja, y sé que se dio cuenta cuando sonrió de forma pícara.
Al poco rato llegó el camarero y nos preguntó lo que íbamos a comer y en seguida nos trajo la comida. Lo cierto es que servían bastante rápido. Cuando terminamos de comer, estábamos esperando a que trajeran la cuenta, cuando dije:
- Uff... Estoy llena. - dije poniendo las manos encima de la mesa en señal de que estaba hasta arriba de comida.
- La verdad es que ponen bastante comida y muy buena.
- ¿Tu crees? Demasiado buena. - no exageraba. Era genial. Igual que él... Shh, calla, no estropees esto.
- Sara. - estiró el brazo y cogió mi mano. - Tengo que decirte algo...
- Les traigo la cuenta. - interrumpió el camarero.
- Yo la pago. - dijo Pablo.
- De eso nada, entre los dos. - me opuse.
- No, la pago yo, yo invito.
Al final, pagó él la comida. Salimos y fuimos a una heladería que estaba cerca. Yo me pedí una tarrina de chocolate y él de vainilla. Aquí sí me dejó pagar a mí lo mío, pero después de mucho discutir. Nos sentamos en una de las mesas que había dentro.
- Y... - empecé a decir dubitativa. - ¿Qué tenías que decirme?
- Ah... - disimuladamente, cogió mi mano de nuevo. - Sara... sé que no nos conocemos de mucho tiempo... Pero, creo que... - se quedó un rato callado. - Te quiero.
Me quedé de piedra, sin saber qué decir, y cuando quise darme cuenta, sus labios estaban sobre los míos. ¿Me quiere? ¡Me quiere! Estoy feliz. Al principio, no reaccioné al beso, pero luego le correspondí. Es un beso tierno, y yo lo disfrutaba, hasta que me acordé de algo. Yo siempre te estoy observando, aunque tú no lo sepas, Sara. Carlos... ¿estaría viendo él esto? Abro los ojos, pensando en él, y lo veo. Me está observando, sí. Y está triste... me siento tan mal. De un momento a otro, todo a cambiado. Me separo de Pablo, pero poco a poco, para no hacerle daño. Le sonrío.
- ¿Me disculpas un momentito? - y me voy al cuarto de baño. 
Al entrar cierro la puerta con el pestillo. Menos mal que es de esos que son individuales. Me lavo la cara, no se me va de la mente la imagen de Carlos. Me giro y está ahí, sentado apoyado en la pared. Me siento a su lado. 
- Carlos, yo lo...
- No tienes que decir nada.
- Sí que tengo que decirlo. Lo siento, Carlos. No sé lo que ha pasado...
- ¡No digas que no lo sabes! ¡Sé perfectamente que te gusta, que sientes por él lo que sentías por mí!
- No siento lo que sentía por ti... Por ti sentía mucho más...
- Pero al principio sí.
- Pero no puedo estar toda mi vida enamorada de ti.
- ¿¡POR QUÉ NO!? 
Me quedé callada. No sabía qué decirle. En cierto modo, tiene razón, él sigue enamorado de mí.
- Lo siento. No debí haber dicho eso. Tienes que pasar página. Y para hacerlo, tendrás que hacerlo sin mí.
- ¿Cómo que sin ti?
- Adiós, Sara.
- ¿Adiós?
- Sí, Sara. Me voy, y dejaré que hagas tu vida, como debí hacer hace casi un mes.
- ¡No, Carlos! No te vayas, por favor. - las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas.
- Adiós, Sara. Te quiero.
Y desapareció.
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Buenas!:)
Espero que os haya gustado el capítulo, creo que es larguito, es la recompensa por haber estado tanto tiempo sin publicar. Es que estoy resfriada, y falté al instituto.
Comentad e intentaré publicar pronto.
Un beso!:]

viernes, 16 de diciembre de 2011

Capítulo 12.

- Para mí, Carlos ha sido alguien muy importante en mi vida y en mi corazón... - los ojos se me pusieron llorosos. Miré a el ataúd, donde él estaba. - Y siempre lo será. Jamás le olvidaré, y siempre lo tendré en mi corazón. - una pequeña lágrima cayó por mi mejilla. - Siempre te querré. - y dicho esto le dejé una rosa sobre su ataúd y me senté en mi sitio.
Estaba triste y nerviosa, pero sobre todo triste. No podía estar quieta. Me temblaba todo el cuerpo solo de pensar que él estaba ahí metido... No prestaba atención al cura mientras hablaba. Estaba mirando el ataúd de él y como los ojos rojos de tanto llorar. No he parado de llorar desde que mi hermano me lo contó...
- Carlos ha... ha muerto en el accidente.
Todo mi mundo se paró. Como si mi vida estuviese formada por un reloj y se hubiera quedado sin pilas... Sentí que se me pusieron los ojos en blanco, y miraba a no sé dónde. No reaccioné, y me quedé blanca. No sé cuánto tiempo estuve así, hasta que noté como los ojos se me ponían llorosos.
- Sara, ¿estás bien? - pero no respondía. - Yo... lo siento, Sara. Yo también lo echaré de menos...
Entonces, estallé.
- ¿¡TÚ!? ¡¿ECHARLO DE MENOS TÚ?! ¡NO PUEDES COMPARAR LO QUE ÉRAMOS ÉL Y YO, Y JAMÁS PODRÍAS ENTENDERLO!
- Pero Sara, yo...
- ¡CALLATE! ¡NO QUIERO HABLAR CONTIGO!
Se quedó un rato en silencio, hasta que al final dijo:
- Está bien, te dejo, pero que sepas que no es mi culpa que él haya muerto. - y dicho esto salió de casa y cerró de un portazo.
No he vuelto a hablar con él desde entonces. No porque esté enfadada, es porque no puedo mirarle a la cara después de eso... Lo pagué con él cuando no tenía la culpa, y lo hice de una mala manera. Gritarle no era la solución, y él intentó ayudarme. Estoy agobiada. Todo me está empezando a dar vueltas. 
Termina el entierro y vamos a casa mi hermano y yo, pero sin dirigirnos la palabra. Cuando llegamos a casa, decido hablar con él.
- Siento haberte hablado así el otro día... Tú no tenías la culpa, y lo pagué contigo. Lo siento mucho.
- Tranquila. - dijo en tono tranquilizante. - Te entiendo, y no estoy enfadado. - le abracé. - Ya verás como todo saldrá bien...
- Eso espero.
Entonces fui a mi cuarto y me cambié la ropa. Me quité los pantalones y la camisa negra, los colgué en una percha, y los reemplacé por mi pijama. Después fui al cuarto de baño, y me lavé la cara. Cuando la levanté, me pareció ver un reflejo en el espejo, pero miré atrás y no estaba. Me giré de nuevo al espejo, y vi otra vez el reflejo, pero era más claro. Aún así no veía bien. Me giré y, nada. Me debería estar volviendo loca.
- Sara...
¿Qué fue eso? ¿Alguien dijo mi nombre? Y esa voz... Bah, debo de estar volviéndome paranoica o algo. Miré al espejo y de nuevo, el reflejo, pero esta vez estaba más cerca de mí. Me giré y de nuevo nada. Sentí un escalofrío, y cuando miré al espejo, vi aquel reflejo claro. Era él... Me estaba dando la mano. Pero cuando dejé de mirar al espejo y miré a mi espalda, ya no estaba. Volví a mirar al espejo, y allí estaba... Tenía una herida en la cabeza y la camisa manchada de sangre... como cuando tuvo el accidente. Sí, ya, sé que me lo estoy imaginando, pero me gusta verle, aunque no tanto verle así. 
- Sara, te quiero.
Podría jurar que eso no me lo inventé yo. ¡Me estoy volviendo loca!
- ¿Qué...? - dije, como si fuera a contestarme.
- Te quiero, Sara. Nunca lo olvides.
Mi cabeza cada día está peor. Creo que aún estoy trastornada desde que me desmayé.
- ¿Eres... eres tú, o me lo estoy inventando? - vaya pregunta más tonta me hago a mí misma.
- Si, Sara. Soy yo.
- ¿Y...?
- ¿Ocurre algo? - escuché a mi hermano decir al otro lado de la puerta.
- No, nada... - estuve atenta a los pasos.
- Me voy, que he quedado con unos amigos. ¿Estarás bien?
- Sí, estaré bien.
- ¡Adiós! - y escuché la puerta cerrarse. Entonces decidí seguir "hablando" con él.
- Y... ¿Qué haces aquí?
- Necesitaba estar contigo, bueno al menos todo lo que puedo.
- Pero... ¿qué eres exactamente? - le pregunté indecisa.
- No lo sé... Pero sé que esto es muy raro, distinto.
Me quedé un rato callada. ¿Seguro que esto era producto de mi imaginación? Creo que esto era... real. Pero esto no puede estar pasándome. Esto no puede ocurrir, es imposible. Si él está... no quiero ni decirlo.
- ¿Por qué estás aquí? ¿Qué ves?
- Estoy aquí porque, como te dije antes, necesito estar contigo. Y veo... No sé. Veo dónde estoy, pero lo veo un tanto borroso... Y veo una especie de luz a lo lejos.
Me di cuenta que ese no era exactamente su tono de voz. Era una voz un poco más suave, una voz cansada.
- ¿Y por qué no vas hacia ella?
- Porque no me siento con fuerzas para dejarte.
- Entonces... ¿estarás conmigo?
- Todo lo que pueda. Te dije que siempre.
- Algún día tendrás que irte, Carlos... - dije con voz apenada.
- Cuando esté preparado.
- ¿Por qué no puedo verte si no es en un espejo?
- No lo sé. Ni si quiera sé por qué puedes verme en el espejo.
- Será porque no estamos destinados a separarnos aún... 
- Puede...
Silencio. Estaba mirándolo en el reflejo, fijándome en los detalles, aunque no se veía muy claro. Se le veía un tanto transparente, y la verdad es que eso me daba escalofríos, pero pensar que era él, me hacía feliz. Llevaba la ropa del accidente, de la última vez que lo vi con vida... Y tenía pequeños rasguños en los pantalones.
- ¿Podré verte más veces?
- Eso espero. - y esbozó una pequeña sonrisa.
- Debo irme... - dije con un tono triste.
- Yo te seguiré siempre, aunque no me veas.
- Intentaré verte pronto... Haré lo posible. Te quiero.
- Y yo.
Y me giré, y toda esa burbuja de estar con él, se explotó. Ya no estaba... Me lavé de nuevo la cara, y directamente fui a acostarme.


***

Me despierto y me dirijo al instituto. Voy en coche con mi hermano, como todas las mañanas. Llegué al instituto y vi a Andrea. Por si no lo había dicho, ella era mi, digamos "mejor amiga" ahora. Aunque no era de esas típicas a la que le cuentas todo, pero me caía bien. Estaba claro que sabía lo que iba a decirme.
- ¡Hola! Sara... - y ahí viene... - Me enteré ayer de... lo de Carlos... - ¿qué dije? - Lo siento muchísimo.
- No te preocupes...
- ¿Estás bien?
- Sí. 
Y me dio un abrazo. Lo cierto es que Andrea. Es bastante buena persona. Hablando de lo de Carlos, lo del espejo, ¿era un sueño? ¿O fue real? Es imposible que...
- ¿Sigues ahí?
- Sí.
- Es que te estoy hablando y te habías quedado embobada.
- Ah, pues no sé, estaría pensando... - dije intentando quitarle hierro al asunto. Entonces sonó el timbre y nos dirigimos a clase. Al poco rato llegó la maestra y empezó a explicar. Sociales, en concreto Historia. Lo odio, no estoy segura si algún día llegaré a entender algo. Pero de algo sí que estoy segura: voy a hacer todo lo posible por intentar verle de nuevo.
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Lo siento lo siento lo siento lo siento lo siento LO SIENTO :S
He tenido esta semana LLENA de exámenes y no tuve tiempo de publicar... Espero que os haya merecido la pena esperar.
Espero que os haya gustado, intentaré publicar cuanto antes, además la navidad ya está aquí, y tendré más tiempo.
Un beso a tod@s y, comentad, por favor.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Capítulo 11.

*Narra Sara.


Luz. ¡LUZ! ¡Bien, bien, bien! ¡He abierto los ojos! Apenas veo algo y aún me duele todo el cuerpo, pero... ¡veo! Poco a poco voy viendo un poco mejor. Distingo a... Roberto y... y a Carlos. Mi Carlos...
- ¿Sara? - dijo él.
- Carlos... - dije con apenas un susurro. - Roberto...
- ¡Sara! - gritó mi hermano.
- ¿Ha despertado? - preguntó el médico.
- Sí... - dije yo de nuevo con un sonido apenas audible.
- Es un milagro... - dijo el médico.
- Lo sé. - escuché decir a Carlos.
- ¡Es fantástico! - casi gritó mi hermano.
- Bueno, nos la llevaremos para hacerles unas pruebas para ver si todo está bien.


***

Hace dos meses que salí del hospital. Me fui recuperando poco a poco, y estoy genial. Sigo viviendo con Carlos y Roberto, y lo cierto es que nos llevamos bastante bien. El día que me dieron el alta, aún no me lo podía creer... Y en la puerta del hospital tenía una sorpresa...
- Entonces... ¿ya puedo irme? - pregunté incrédula. Ya era hora de que saliera.
- Sí. Estás perfectamente. - contestó el doctor.
- Menos mal... - suspiré. - Roberto, ¿dónde está Carlos? - le pregunté a mi hermano.
- Está en casa, tenía cosas que hacer.
- Ah... - dije un poco decepcionada. Lo cierto es que me hubiera gustado que estuviera aquí cuando yo saliera, pero bueno, no importa. Seguro que lo que tiene que hacer es importante.
Salgo por la puerta y me lo encuentro con un ramo de rosas en la mano y una carta. 
- Qué... ¿qué es esto? ¿Tú no tenías cosas que hacer?
- ¿De verdad pensabas que no iba a venir el día que salieras?
- No... bueno sí... bueno... no sé.
- Jajaja... - se rió. - Esto es para ti. - cogí el ramo de rosas y fui a abrir la carta, pero me lo impidió. - No, la carta no.
- ¿Cómo que no? - pregunté confusa.
- La carta no se abre.
- ¿Y se puede saber por qué?
- Bueno... porque esta carta quiero que la tengas, por si algún día me pasa algo, o me tuviera que ir, la leas. Pero aún no.
- Bueno... vale. Pero... ¿y si no la leo nunca?
- Pues... mejor, ¿no?
- Sí.
Aún tengo la carta guardada, espero no tener que abrirla nunca.. Desde que salí, me ha tenido preparada cada sorpresa... que no sabría ni cuál describir, porque todas han sido perfectas. Me quiere, lo sé, y yo a él como jamás había querido a alguien. En cuanto al instituto, había encontrado uno que estaba cerca de donde vivía Roberto, y me va bastante bien. Tengo, digamos, un "grupo de amigas". Y son bastante majas. Hoy, es sábado, y estoy terminando tarea de lengua, y también estoy esperando a que llegue Carlos, que había ido a comprar unas cosas en moto, así que volvería en seguida. En cuanto llegue, nos iremos a dar un paseo y cenaremos por ahí. Yo ya estaba vestida, estaba harta de la tarea de lengua, pero pensé que cuanto antes la hiciera, mejor. Entonces llamaron a la puerta de mi habitación.
- ¿Se puede? - preguntó mi hermano.
- Pasa.
- Me voy. He quedado con algunos amigos.
- Vale, ten cuidado y no vuelvas tarde.
- Se supone que el que debe decir eso soy yo, no tú. - dijo en tono divertido.
- Da igual, yo soy la chica, yo soy la madre. - dije con una sonrisa.
- ¡Adiós! 
Y se fue. Pasó un rato, y yo ya había terminado la tarea de lengua, pero Carlos no llegaba. Quizás había mucha cola en las cajas, o vete tú a saber. Estoy aburrida... muy aburrida. Iré a buscarlo, así me entretendré un rato. Cojo mi chaqueta, mi móvil y las llaves y me voy en su búsqueda. Hace un poco de frío, pero es soportable. Al llevar un rato caminando, vi a un montón de gente alrededor de algo, que no podía ver. Algo me daba mala espina. Escuché la sirena de la policía y de la ambulancia. Bah, paso de mirar, seguro que ha sido cualquier tontería, que aquí lían una para cada tontería... Seguí andando pero me quedé mirando de paso un poco. Entonces pude ver a un hombre saliendo de un coche bastante alterado y mirando al suelo, o a algo, llorando, nervioso, lamentándose o arrepintiéndose. Distinguí que tenía una herida en la ceja, pero nada más, no sería nada grave. Entonces sentí curiosidad por ver quién había sido con el que había chocado, aunque lo más probable es que no lo conociera. Conforme me fui acercando, pude distinguir bolsas de la compra con comida por ahí tiradas en el suelo. Me acerqué y vi una moto en el suelo. Cuando me acerqué un poco más, preferí no haberme acercado. Era una moto como la de Carlos... Pero no tenía por qué ser la suya, ¿no? Habrá más gente con esa moto, ¿verdad? Es una moto cualquiera... Fui corriendo abriéndome paso entre la gente lo más rápido que pude, y muchos se quejaban y decían algún que otro insulto, pero tenía que correr. Cuando pasé toda la zona donde estaba la gente, caí al suelo de rodillas. Era Carlos. No, Carlos no... No puede ser. Y está... inmóvil, no se mueve, ni si quiera respira, el casco está por allí revoleado. Me acerqué como pude a él, pero me alejaron unos policías y los de la ambulancia.
- ¡No se lo lleven! ¡Quiero que se quede aquí conmigo! - dije yo, suplicando y lamentando.
- Tenemos que llevárnoslo al hospital. 
Todo me empezó a dar vueltas, la tarea de lengua, mi hermano se iba, yo saliendo de mi casa, viendo toda la gente, viendo las bolsas y el coche, luego la moto, viéndolo a él... Y no recuerdo nada más.


***
Abro los ojos poco a poco, estoy en casa. Miro hacia un lado y allí está Roberto.
- Menos mal que has despertado, estaba preocupado, Sara.
- ¿Qué... qué ha pasado? - empecé a recordar todo poco a poco... la tarea de lengua, mi hermano se iba, yo saliendo de mi casa, viendo toda la gente, viendo las bolsas y el coche, luego la moto, viéndolo a él... - ¿Dónde está Carlos? - Roberto apartó la mirada.
- Sara, verás...
- Roberto, ¿Dónde está?
- Sara...
- ¡Dilo de una vez!
- Carlos ha... ha muerto en el accidente.



martes, 29 de noviembre de 2011

Premio!:)



Bueno... lo cierto es que me dieron el mismo premio Paula...♥ y $$Any$$. Muchísimas gracias a las dos.
Reglas:
1.- Anunciar el premio en el blog... Eso creo que ya está hecho, ¿no?:)
2.- Nominar a doce blogs y nombrarlos... Lo cierto es que no tengo mucho tiempo de nombrar blogs, así que nomino a los que están en la lista de la izquierda y que lo coja quien quiera también.


Muchísimas gracias a las dos, un beso:]

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Capítulo 10.

*Narra Carlos.


Había pasado un mes desde que Sara estaba en coma. Yo iba todas las tardes a verla, con la esperanza de que despertara, pero no despertó ningún día. ¿Se acabaría este sufrimiento? Ahora mismo estaba al lado suya, mirándola sin saber qué hacer. Esperando, como los otros días. Se abrió la puerta y era el doctor.
- Tenemos que comunicarle una cosa. - empecé a tener miedo.
- ¿Qué pasa?
- Carlos... No despierta, y pensamos que jamás despertará... Tenemos que desconectarla.
- ¿¡Cómo puede decir eso!? - se me saltaron las lágrimas, pero no dejé que cayeran. - ¿¡Cómo puede decir que jamás despertará!? ¡No puede desconectarla!
Se hizo un silencio bastante incómodo. El doctor iba a salir, pero antes dijo:
- Esta tarde es la última, Carlos. Por la noche la desconectaremos. Lo siento.
Dicho esto salió y cerró la puerta. No puedo dejar que la desconecten. Marco el número de Roberto.
- ¿Si?
- Tienes que venir, ya.
- ¿Qué ha pasado? ¿Despertó?
- No... Esta noche la van a desconectar. - se quedó un rato cayado.
- ¿¡Qué!?
- Lo que oyes. Tenemos que hacer algo, no podemos dejar que la desconecten.
- Voy al hospital. - y dicho esto, colgó el teléfono. 
La espera se me hizo interminable, pero al final llegó, al cabo de un buen rato. Estuvo bastante rato hablando con los médicos, suplicando, llorando, rogando que no desconectaran a Sara.
- Por favor... No pueden desconectarla...
- Lleva un mes en coma, y pensamos que no despertará. No podemos seguir adelante con esto, no podemos dejar que piensen que va a despertar cuando no lo hará...
Cuando dijeron esto, Roberto se quedó helado. El médico salió de la habitación, dejándonos solos. La tarde pasaba, y no conseguíamos nada. Yo me derrumbaba de vez en cuando, no me puedo creer que vaya a perderla, aún tenía esperanzas...


*Narra Sara.


- Por favor... No pueden desconectarla... - espera, ¿desconectarme? No me han dado tiempo para ser fuerte y despertar...
- Lleva un mes en coma, y pensamos que no despertará. No podemos seguir adelante con esto, no podemos dejar que piensen que va a despertar cuando no lo hará... - ¿¡un mes!? ¡Es imposible! 
Escuché la puerta cerrarse. Un mes... no puede ser que lleve un mes así... ¡Cómo habrán estado Carlos y mi hermano! ¡Tengo que despertar! Por mí, y por ellos... Pero es demasiado duro, demasiado difícil... Aún así tengo que conseguirlo... Sara vamos, tú puedes, haz un esfuerzo...


*Narra Carlos.


La noche, por desgracia, llegó. No hubo novedades, no dio señal alguna de que fuera a despertar. No podía creerlo... Definitivamente, la he perdido. Ahora... ahora nada tiene sentido. Mi vida se va con ella, con Sara... Llegó la hora. El médico entró, y Roberto y yo estábamos allí, inquietos, impotentes de no poder hacer nada. La desconectó. El constante ruido de máquinas en la habitación cesó. Y cuando lo dejé de escuchar, empecé a llorar como nunca antes había llorado.
- Lo siento. - dijo el médico.
- Yo... no puedo quedarme aquí. - dijo Roberto, y acto seguido salió de la habitación.
- Deberías salir... - empezó a decir el médico.
- Quiero quedarme con ella un tiempo más... - dije con voz quebrada.
- Como quieras... - entonces el médico también salió.
Me quedé completamente solo en la habitación, con ella... No podía decir cómo estaba ella. Le di la mano, que estaba más bien fría, y le dí un beso en la frente. Me senté en la silla que estaba al lado de la cama y me quedé mirándola. De repente, sentí como algo me apretaba un poco la mano, y cada vez me apretaba más fuerte. La miré, y era su mano. Ella me estaba apretando la mano. 
- ¿Sara? - la apretó un poco más fuerte. - ¡Sara!
Entonces salí corriendo al pasillo y vi que había una enfermera cerca, entonces le dije:
- ¡Por favor! ¡Llame al médico! ¡Está dando señales de vida! ¡Y avise a Roberto López, por favor!
Entré de nuevo y le cogí las dos manos, mirándola esperando.
- Sara, si puedes escucharme, apriétame la mano otra vez, por favor. - me apretó la mano. - ¡Dios mío! ¡Estás viva, Sara!
Me quedé mirándola un rato más, y abrieron la puerta. Me giré a ver quién era y era Roberto.
- ¿Es verdad? - dijo él.
- Sí. - entonces le dejé que le cogiera una mano. - Dile algo.
- Sara... - dijo Roberto indeciso. - ¿Me escuchas? - entonces vi como ella le apretaba un poco la mano, y a Roberto se le saltaron las lágrimas. - Es increíble...
- ¿Y el médico? - pregunté.
- Dijeron que ahora vendría.
Me quedé un rato más mirándola, cuando noté que los párpados empezaban a temblarle, dando señal de que quería abrir los ojos.
- Roberto, mira.
Entonces los dos nos quedamos mirándolas, impacientes, cuando por fin abrió los ojos. Aquellos preciosos ojos.
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Bueno... ya sé, tardé mucho en publicar, y lo siento, pero apenas tuve tiempo, de verdad.
Espero que os haya gustado.
Ah, una cosa... Si tienen tiempo, me gustaría que entraran en Love. Live. Laugh , es una especie de "blog" que hice, pero no es un blog, si no un tumblr. Espero que les guste.
Un beso a todos.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Capítulo 9.

*Narra Carlos.


- Aguanta Sara, por favor... Aguanta.
Sentí que después de decir eso, se quedó inconsciente. Al menos se escuchaba a lo lejos la policía y la ambulancia. Por favor, que no se valla... De repente, abrieron la puerta de golpe, y entró la policía.
- ¿Qué ha pasado aquí?
- Por favor, detengan a este hombre. - dijo Roberto, intentando parecer tranquilo. Aún no me habían visto, así que tampoco habían visto a Sara...
- ¿Pero qué ha hecho?
- Por favor, deténgalo, no hay tiempo...
- Si no hay razón, no podemos arrestrarlo.
- ¿¡Les parece poco matar a una mujer hace un año y ahora torturar a una niña y por poco no matarla!? - el policía me escuchó, y me buscó por la habitación, hasta que me vio en el suelo, arrodillado y con Sara en los brazos. - ¿¡Les parece suficiente!? - yo estaba a punto de llorar ya, no aguantaba más. La tenía allí en mis brazos así... No quería ni imaginarme que estuviera... No quiero ni pensar esa palabra.
- Deténganlo. - dijo el policía. - ¿Qué es lo que ha pasado?
- Roberto, cuéntaselo tú... - dije yo. No sería capaz de decir que todo esto es culpa mía, porque era así.
- Verá, agente, este hombre mató a mi madre hace un año, esa es mi hermana. Ella lo vio todo. Pero estaba amenazada. Le dijo que si lo contaba la mataría a ella, y entonces ella no contó nada. - estuvo un rato pensativo. - El hombre la siguió todo este tiempo, a distancia, para saber si lo contaba o no. Pero se lo contó a Carlos. - me señaló a mí. - Que, casualmente, es el hijo de la mujer de ese hombre, pero él no es su padre. Él me contó que a su madre también la maltrataba, y a él le amenazaba. El hombre, al ver que ella lo contó, decidió matarla, pero Carlos se enteró y huyeron a mi piso, que es fuera de aquí. Fue cuando me enteré de todo lo ocurrido. Pero hoy, llegó un mensaje al móvil de Carlos, y era de este hombre. Dijo que les buscaría y los mataría, por lo que Sara huyó, para que no nos hiciera daño ni a Carlos ni a mí. Fue... muy  valiente. - dijo apenas en un susurro. - Cuando llegamos, ya era demasiado tarde, ella ya estaba así...
- Gracias, señor. - dijo el agente.
- De nada...
Entonces entraron los de la ambulancia.
- ¿Dónde está el herido?
- Está aquí... - dije en un hilo de voz. Tenía ganas de llorar. Roberto me ha cubrido... Jamás podré pagarle eso después de los problemas que causé. Los de la ambulancia cogieron a Sara y se la llevaron en una camilla. Roberto y yo fuimos detrás de ella. Íbamos a montarnos en la camilla, cuando dijeron:
- Solo puede ir uno atrás.
Yo miré desesperado a Roberto. Sé que él también lo estaba pasando mal, pero yo necesitaba ir con ella, decirle que aguante, que todo va a ir bien, que no puede dejarme...
- Por favor, déjame ir a mí.
Roberto se quedó un rato pensativo, pero al final dijo:
- Está bien... Nos vemos en el hospital, yo iré en mi coche.
Me monté en la ambulancia, y me senté lo más cerca que pude de ella. Vi cómo se preparaban para reanimarla. Frotaron las placas y se las estamparon en el pecho. Me encogí al ver como el cuerpo de ella, para mí, un cuerpo tan delicado, se levantaba ante la electricidad, pero ella no respondía. Lo hicieron un par de veces más, pero nada. Luego esperaron un rato, y después lo intentaron otra vez. Nada.
- Sara, por favor. - le cogí la mano. - No te vayas. Reacciona. - alguna lágrima se deslizó lentamente por mi mejilla. - No me dejes... Quédate conmigo...
Estuvieron intentándolo hasta que llegamos al hospital. La metieron a saber dónde y yo me quedé solo, esperando en la sala de espera. Al poco rato llegó Roberto.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó. - ¿Sabes algo?
- No... Han estado todo el camino intentando reanimarla, pero ella no respondía... - dije en apenas un susurro. - Ahora solo queda esperar...


Al bastante rato, sinceramente, no sabía cuánto tiempo había pasado. Llegó una enfermera.
- ¿Familiares de Sara López?
- Nosotros. - dijo Roberto.
- Vengan conmigo.
- ¿A dónde vamos? - pregunté impaciente.
- Vamos a su habitación.
Eso... Eso era algo bueno, ¿no? Seguro que ya estaría despierta... Llegamos a la puerta número 347, supongo que sería la suya.


*Narra Sara.


Me dolía todo, no veía nada.
- Pasen, es aquí. - escuché bastante flojo a una mujer. Oí unos pasos entrando.
- ¿Cómo está? - era mi hermano. ¡Está aquí! Pero no le veo, no puedo abrir los ojos.
- ¿Está bien? - Carlos. Mi Carlos, está aquí también. Quiero decirle que le quiero, pero tampoco consigo hablar, no puedo moverme.
- Esperen un momento a que venga el doctor. - dijo la mujer.
Escuché la puerta cerrarse. Mi cuerpo no respondía, pero oía todo.
- ¿Crees que estará bien? - preguntó Carlos.
- Eso espero... - dijo mi hermano.
Escuché la puerta abrirse, y unos pasos entrando en la habitación.
- Buenas, soy el doctor Gómez. ¿Sois familiares de Sara?
- Sí. - respondieron los dos. - ¿Cómo está? - esta vez fue mi hermano el que habló.
- Verán... Está en coma.
- ¿¡Cómo que en coma!? - preguntó Carlos alterado.
- Eh, tranquilo... - dijo intentando tranquilizarlo mi hermano.
- La han reanimado, pero no despierta. Su corazón late, pero el cuerpo no responde. Pero no está muerta.
- ¿Crees que despertará? - preguntó mi hermano.
- No lo sabemos... no podemos decir nada.
¡Pero si estoy despierta! ¡Estoy aquí! ¡Pero no puedo hablar ni moverme! Estoy cansada... Pero tengo que luchar.
- ¿Es posible que... - Carlos tragó saliva - ... que no despierte nunca?
- No lo sabemos. Solo nos queda esperar.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Capítulo 8.

*Narra Carlos.


No puede haberse ido... No sola, no para encontrarse con él. ¿¡Cómo he podido dejar que se fuese!? ¿¡Cómo he podido dejar que todo pasara!? ¡Todo por mi culpa! ¡Nunca debí contarle nada a el marido de mi madre! Tengo que detenerla, pero yo solo no podré... Tengo que buscar a su hermano, aunque esté en la universidad. Bajo y voy a la parada de autobús. Mierda, acaba de pasar el autobús. No tengo tiempo que perder, iré corriendo, aunque esté lejos... Todo sea por salvarla, por salvar al amor de mi vida.


Llegué. Asfixiado, pero llegué. Entro lo más rápido que puedo, sin correr, estoy parece un sitio serio, y me dirijo donde está la que parece la recepcionista.
- ¿Puedo ayudarle? - preguntó en tono amable.
- Busco a Roberto López. ¿Me podría decir en qué clase se encuentra?
- Espere un segunditto. - empezó a mirar en su ordenador. - Ahora mismo está en la segunda planta, tercera puerta a la izquierda.
- Muchísimas gracias.
Me dirigí lo más rápido que pude a las escaleras. Llegué a la segunda planta y me asomé a la tercera puerta a la izquierda, como había dicho la recepcionista. No sé qué clase sería, pero el profesor tenía una cara de sieso... Llamo a la puerta y viene el profesor y me la abre.
- ¿Qué quiere? - preguntó con voz grave.
- Busco a Roberto López, ¿está en esta clase?
El profesor miró hacia la clase y dijo:
- Señor López, salga, le están buscando.
Al cabo de unos segundos, salió por la puerta. El maestro la cerró y siguió con su clase.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó.
- Es tu hermana. - se quedó serio. - Se ha ido.
- ¿Ido? ¿A dónde?
- A buscarlo...
- ¿¡Qué!? ¿¡Por qué!? ¿¡Qué ha pasado!?
- Íbamos por la calle  y me llegó un mensaje de él, decía que sabía que esto pasaría, y me puso un localizador en mi móvil y que nos encontraría. Y ella, para no meternos en lío, dice que lo solucionará ella sola, que no quiere causarnos más daño.
- Tenemos que detenerla.
-Por eso vine a buscarte. - caminábamos rápido, no sé a dónde, pero íbamos rápido. - Yo solo no podré, te necesitaba para evitar... una tragedia. - dije tras pensar qué decir.
- Pero... ¿dónde ha ido?
- No lo sé, solo sé que fue a buscarle.
- ¿Pero sabe dónde vives?
- No...
- ¿Y cómo la encontraremos?
Nos quedamos en silencio, no sabíamos dónde encontrarla pero, yo al menos, intenté evitar ese pensamiento. Nos paramos en frente de un coche, el coche de Roberto.
- Vamos en mi coche.
Subimos y nos dirigimos, a salvar a Sara. Todo sea por ella. Por favor, que no lleguemos tarde...


*Narra Sara.


Llegué a mi casa. Iba a abrir la puerta, cuando me di cuenta de que ya estaba abierta. Tuve miedo, pero tras vacilar unos segundos, entré. Era hora de que todo acabara. Pasé al salón y fui a encender la luz, pero alguien se me adelantó.
- Volvemos a vernos... - dijo el hombre. - Vaya... has cambiado mucho. ¿Cómo estás, Sara?
- ¿Qué quiere? - dije tensa.
- No me llames de usted, Sara. Me llamo Jorge. Bueno... tú tal vez no te acuerdes de mí, es la primera vez que me ves la cara, pero yo de ti sí me acuerdo... - no me di cuenta de que se había estado acercando hasta quedar cara a cara junto a mí. - Y creo que tenemos un tema pendiente.
Cuando me di cuenta, me tenía cogida de los pelos y me había tirado al suelo. Él estaba sentado encima mía, y me tenía cogida de los pelos. Yo gritaba, pero nadie me escuchaba, y a él le daba igual.
- Creí que mi compañero y yo te advertimos que no podías contarle nada a nadie, pero no hiciste caso, ¿verdad? - sacó de su bolsillo una navaja. - Y vas a tener que pagar por ello, Sara. Nadie nos desobedece, y menos una niña de instituto, como tú.
Me hizo un pequeño corte en la muñeca y gemí de dolor.
- Disfruté matando a tu madre, y disfrutaré matándote a ti.
Debería tener fuerzas, y poder propinarle un golpe para escapar y llamar a la policia, para que lo metan en la cárcel de una vez por todas, pero no pude.
- Y después de ti, irá el estúpido de tu novio, ese tal Carlos.
Aquello fue suficiente para tener fuerzas. Le pegué una patada, y no sé cómo, pero conseguí quitármelo de encima. Me levanté e intenté coger el teléfono, pero cuando iba a alcanzarlo, me agarró de la muñeca donde me había cortado antes y me tiró al suelo. Grité, muchísimo. ¿Y si me rindo? Lo mejor será que me rinda... así todo acabará antes y dejaremos de sufrir... Estuve un rato quieta, pero él no hizo nada.
- ¿No vas a luchar? - preguntó. - Así no tiene gracia... Me gusta que lo pases mal, le da un toque interesante a la cosa... Tendré que ponerlo yo interesante. Sacó otra vez la navaja y me volvió a hacer otro corte, esta vez en la pierna y algo más profundo, y mucho más doloroso. Volví a gritar. Gritaba todo el tiempo, y él se reía. Estaba empezando a marearme... ¡odio la sangre! Ya no luchaba, me sentía inconsciente, pero sentí que me hizo otro corte, esta vez en la mejilla. Notaba cómo poco a poco me desangraba. Aquí llegó mi final... ¿cuánto tiempo me va a hacer sufrir? No aguanto más... Este es el final... el final de mi vida... vida que en el último año no ha sido muy agradable que digamos... Me rindo definitivamente. Ahora veo borroso. Otro corte... ¿cuántos más va a hacer? ¿Va a dejar que me desangre? Éste último creo que fue en el brazo... ya ni si quiera sé dónde estoy. Cierro los ojos definitivamente, no tengo fuerzas ni para eso.
- ¡Para!
Escuché aquel grito y sentí que Jorge se quitaba de encima mía de un golpe.
- ¡Sara! - es su voz... - ¡Sara! ¿Estás bien? - no respondí, no tenía fuerzas. - ¡Roberto! ¡Ayúdala!
Escuchaba golpes de personas pegándose. ¿Había oído Roberto? No estoy segura, apenas estoy consciente. 
- ¡No puedo ayudar! - escuché a mi hermano, que al parecer sí que estaba. - ¡Carlos! ¡Ayúdame! Cuando terminemos con él, la podremos ayudar.
- ¡Pero se está desangrando! - gritó desesperado.
- ¡No tenemos elección! ¡Coge el teléfono y llama a la policía mientras pueda sujetarlo!
- Pero...
- ¡Vamos!
Sentí que Carlos se separaba de mí. No... no te separes de mí ahora... Te necesito conmigo. Lo noté hablando de fondo pero ya apenas escuchaba. Cada vez me sentía más ausente, no me quedaban fuerzas. 
Al rato escuché, pero muy flojo, apenas inaudible, la voz de Carlos en un susurro.
- Aguanta Sara, por favor... Aguanta.
Lo último que escuché fue el sonido de la policía y de la ambulancia a lo lejos, y me quedé totalmente inconsciente.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Capítulo 7.

Había pasado un mes desde que llegamos a casa de mi hermano. Nos iba bastante bien. Mi hermano iba a la universidad todas las mañanas, y Carlos y yo nos quedábamos en casa, porque no teníamos instituto donde ir. El marido de la madre de Carlos, le llamó bastantes veces, pero él no le cogía nunca. Su madre también llamaba, pero él reaccionaba igual. No queríamos dar ninguna pista de dónde estamos o por qué nos hemos ido, pero creo que es normal, ¿no? Yo busco todos los días algún piso o algo lejos, pero todo es demasiado caro, ¡no tenemos tanto dinero! 
Ahora mismo era por la mañana y Carlos y yo estábamos dando un paseo por la calle, cuando sonó el móvil de Carlos. Miró quien llamaba y no lo cogió. Era el marido de su madre. Llamó otra vez, y tampoco le cogió. Estuvo un rato sin sonar, pero al poco tiempo llegó un mensaje. Él se quedó mirándolo, embobado. Yo, preocupada, le pregunté:
- ¿Qué pasa?
Al ratito, contestó.
- ¿Qué? Ah, nada, no es nada...
- Es un mensaje de él, ¿verdad?
Se quedó en silencio. Lo tomé por un sí.
- ¿Qué pone? - dije impaciente.
- Nada.
- Carlos, dame el móvil. Quiero leer lo que pone. - esto me estaba dando mala espina.
- Que no es nada...
- No soy tonta. - y le arrebaté el móvil. Empecé a leer...
Carlos, Carlos, Carlos... ¿creéis que soy tonto? ¿Creéis que dos críos van a engañarme? Y sí, digo creéis porque sé que Sara también lo estará leyendo. Sabía que esto pasaría, por eso, puse un localizador en tu móvil, y sé exactamente donde estáis. Y para ti, Sara, que sepas que tienes los días contados. No debiste contarlo... Y Carlos, a ti te espera una buena... lo malo es que eres el hijo de mi novia... Ya veré lo que hago contigo.
Me quedé petrificada. Estaba muerta. 
- ¿Sara? - no contestaba. - ¿Sara?
Me quedé de piedra. ¿¡Cómo había llegado esto tan lejos!? Debí hacerle caso... Debí haberlo dejado... Ahora él también tiene culpa...
- Esto no puede seguir así. - dije seria.
- ¿Hablas de el móvil? Lo esconderemos para que no nos siga.
- No, no hablo del móvil.
- ¿Entonces?
- De todo esto, no puede seguir así. Esto no es cosa tuya, y te he metido en esto. Ahora te hará daño a ti también, si es que no te mata.
- ¿Qué estás insinuando?
- Estoy insinuando en que voy a volver a casa.
- ¿¡Qué!? ¿¡Para qué!?
- Para ir a hablar con él.
- ¿¡¡Estás loca!!?
- No... O puede, pero si estoy loca por algo, es por ti, y si te hiciera daño por mi culpa... No lo soportaría. Preferiría que me matase a mí.
- No digas tonterías.
- ¡No son tonterías! ¡Debí hacerte caso desde el principio! 
- Te dije que tu bien era alejarte de mí...
- ¡No! Por mi bien no, ¡por el tuyo! Nunca me perdonaría que te hiciera a ti. Voy a volver a casa.
- No volverás sola.
- Sí que lo haré.
- Volveré contigo.
- No lo harás.
- Sí.
- No te dejaré que lo hagas, Carlos.
Nos quedamos en silencio. Fuimos andando hasta la casa. Él se quedó abajo mirando qué sé yo. Yo subí a preparar la maleta. Cuando iba a abrir la puerta, él entraba.
- Te he dicho que no te vas, que no te voy a dejar.
- Y yo te he dicho que me voy a ir, que me da igual lo que me digas.
Se quedó callado. Me acerco a él y le abrazo muy fuerte mientras una lagrimilla cae por mi mejilla.
- Lo siento. - le susurro en el oído. - Pero no quiero que te hagan daño. Ya he perdido a mucha gente, no quiero perderte a ti.
- No te vayas, por favor. - él también tenía los ojos llorosos y alguna que otra lagrimilla por ahí.
- Es lo mejor.
- Para mí, no.
- Sí que lo es, me lo agradecerás en algún futuro. Retomarás tu vida, fuera, y serás feliz.
Entonces, se separó bruscamente de mí.
- ¡Cómo voy a retomar mi vida, si toda mi vida y todo mi mundo lo eres tú! - dijo gritando. - ¡No quiero perder a lo que más quiero!
- Yo tampoco... - dije en un susurro. - Pero tampoco quiero que te pase nada. Lo siento.
- Por favor...
- No, Carlos. Adiós... Te quiero.
Salí y cerré la puerta detrás mía. Llegó el momento de acabar lo que empezó hace un año y poco más. Y eso solo lo puedo arreglar yo sola.
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Sé que es muy muy muy corto, y lo siento mucho, pero apenas he tenido tiempo de escribir, ya os lo recompensaré, palabra.
Yo no sé ustedes, pero a mí se me fue alguna que otra lagrimilla...
Intentaré publicar prontito. Un beso!

jueves, 3 de noviembre de 2011

Capítulo 6.

Me quedé helada al escuchar esa frase. ¿¡El marido de su madre!? ¿¡Qué!? Me sentía completamente histérica. ¡El marido de su madre!
- ¡El marido de tu madre!
- Sí...
Empecé a gritar de manera insconciente.
- ¡El marido de tu madre me quiere matar! ¡El marido de tu madre mató a la mía! ¡Llevas todo este tiempo así conmigo, por eso! No me lo puedo creer... ¡Esto es imposible!...
- Tranquilízate, Sara.
- ¿¡Que me tranquilice!? ¡Es que es increíble! ¡Mi vida es increíble! ¡Yo no debería de existir!
- Jamás digas eso. - dijo él con apenas un hilo de voz.
- ¿El qué? ¿Que no debería de existir?
- Sí, eso.
- ¿Por qué? - creo que estaba un poco más relajada.
- Porque es una estupidez.
- Es que es verdad.
- No lo es. Lo dices porque estás alterada y...
- ¡Sí lo es! - dije, cortándole. - Si yo no existiera, probablemente mi madre no hubiera muerto, o quién sabe, eso no lo sé. Si yo no existiera, ahora tú no estarías en este lío. Además, ¡mi vida es un caos! Ha sido siempre... "perfecta". Luego pasó lo de mi madre, que hizo que diera un giro enorme, ahora se vuelve normal, al conocerte, y resulta que lo que más quiero en el mundo me ha traicionado. - eso último lo dije mientras se me ponían los ojos llorosos. Tenía una mezcla de rabia, importencia, tristeza dentro... que sentía que en cualquier momento podría desmayarme.
- Sara... Lo siento.
Me quedé callada. Creo que lo que tenía que decir, ya lo dije. Ahora no sé qué hacer... Probablemente lo mejor sea que me aleje de él, pero no creo que lo consiga... Le quiero demasiado.
- Carlos... No sé qué decir.
- Creo que no hace falta que digas nada. Lo has dicho todo tal y como es. - respiró, y con voz triste, dijo. - Soy un traidor, y por eso ahora voy... he perdido a lo mejor que me ha pasado en la vida... Pero sé que es lo mejor, que tú vivas tu vida, y yo la mía...
Iba a darse media vuelta, cuando le agarré del brazo.
- No.
- ¿No qué?
- Ni me has perdido, ni vas a perderme, Carlos.
- Yo creo que sí, ¿no?
- No. Te quiero, y ese hombre no va a separarnos.
- Pero no puede ser. No quiero que te haga daño, ni menos por mi culpa.
- No va a hacernos daño.
- ¿Cómo sabes que no?
Entonces, me vino un plan de repente. Sí, loco. Sí, estúpido. Sí, imposible de que fuera bien también. Pero, ¿qué teníamos que perder? Perderíamos más si nos quedáramos aquí...
- Nos vamos de aquí.
- ¿Cómo que nos vamos?
- Nos vamos de aquí.
Se quedó un rato petrificado, serio, pensativo...
- ¿¡Estás loca!? - dijo al cabo de un rato.
- No... Bueno, puede... ¿Pero acaso no me han pasado demasiadas locuras? Qué más da una más, una menos...
- Pero... ¿dejarías todo?
- ¿Qué otra opción queda?
- Alejarte de mí.
- Eso no es opción.
- ¿Por qué?
- Porque te quiero. - le dije.
Entonces hubo un pequeño silencio. Al rato, suspiró.
- No puedo, Sara.
- ¿El que no puedes?
- Dejar que abandondes todo por mi culpa.
- ¿Que abandone todo? Si aquí no tengo nada, Carlos. Lo único que tengo es a ti, y si me voy, me voy contigo.
- Pero...
- Ni pero ni nada. Nos vamos de aquí.
- ¿A dónde?
Ahí me quedé pensando. ¿Dónde podríamos ir? Entonces, se me ocurrió un sitio donde podríamos estar aunque solo fuese poco tiempo, solo hasta buscar algo más estable.
- Se me ha ocurrido una idea. - dije, medio sonriendo. - Pero no estable, si no un tiempecito hasta que pensemos en un buen lugar.
- ¿Qué idea?
- Ir al piso de mi hermano.
Empezó a reírse. Vió que yo seguía seria, y se quedo igual de serio que yo.
- ¿Es una broma, no?
- No.
- ¿¡En serio pretendes que vivamos con tu hermano!?
- ¡Es solo un tiempo! Venga... Ya encontraremos otro sitio...
Estuvo un buen rato pensando, cambiaba mucho de caras, parecía las películas graciosas que se ponen a dialogar por dentro y se escuchan los pensamientos. A saber qué está pensando ahora...
- Está bien. - sonreí de oreja a oreja.
- ¿¡Sí!?
- Sí, pero todo porque no te hagan daño, que si no...
Entonces salté a él.
- Te quiero, Carlos.
- Y yo a ti.

**
Din Don. Carlos y yo estábamos cogidos de la mano, nerviosos, esperando a ver si mi hermano abría la puerta. Mi hermano, Roberto, no sabía que veníamos, y estábamos muy, muy nerviosos. ¿Y si nos decía que no? No se lo conté, porque si se lo contaba, seguro que no querría... Además, para eso tendría que contarle toda la historia, lo de mamá, todo... y eso prefiero contárselo en persona.
- ¿Sara? ¿Qué haces aquí? ¿Quién es él?
- Roberto, él es Carlos, mi... novio. - me quedé pensando, es la primera vez que le llamaba novio.
- Encantado. - dijo Carlos, estrechándole la mano a mi hermano.
- Igualmente... - dijo dundando. - Sara, ¿qué ha pasado y por qué traéis las maletas?
- ¿Podemos pasar? Así te explico todo.
Nos dejó pasar. Nos sentamos en el sofá y empecé a contarle todo, todo.
- Pero... - estaba sorprendido. - Es que... no me lo puedo creer... ¿¡Por qué no lo contaste!? ¡Cuántas veces te preguntó la policia y tú decías que no!
- ¡No lo conté por mi bien! ¡Me amenazó! ¿O acaso no lo ves? ¡Me quieren matar!
Entonces se quedó callado. Respiró hondo, e intentó tranquilizarse.
- Está bien... Quedaros aquí.
- ¿En serio? - dije, feliz.
- ¿En serio? - dijo Carlos, emocionado también, aunque luego se quedó callado, le daba un poco de corte estar con mi hermano, aunque creo que es normal.
- Sí, pero más os vale tener cuidado con la casa.
- ¡Gracias, gracias, gracias! - dije abrazando a mi hermano. - ¡Ah! Una cosa. No puedes contar nada de esto.
- Sabes que creo que deberías contarlo pero... está bien, dejaré que hagas las cosas como tu quieras.
Tenía la sensación de que esto sí que iba a salir bien.
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Siento muchísimo no haber publicado, de verdad, pero este puente en vez de pasarlo estudiando, lo pasé saliendo con mis amigos, así que... tuve que pagar las consecuencias estos días...
Espero que aún así, el capítulo os haya gustado.
Intentaré publicar cuanto antes.
Un beso.

domingo, 30 de octubre de 2011

Capítulo 5.

- ¿Carlos? Hola, soy yo, como te habrás dado cuenta. No sé cuantas veces te habré llamado y te habré dejado mensajes, pero ya que tu no contestas lo seguiré haciendo. Necesito hablar contigo, por favor. Quiero saber por qué te has ido... Llámame, por favor.
¿Cuántas veces había llamado en un solo día? Ya era por la noche, y no sabía nada de él desde que se fue, y lo único que hacía era llorar de lado en lado. Menudo sábado que estoy teniendo.
Llaman al timbre. Por favor que sea él, por favor que sea él, por favor que sea él... Abro y, ahí estaba, pero sin maletas y sin nada, simplemente él. Le abro y me lanzo a sus brazos, pero no me recibe como siempre. Ni si quiera me devuelve el abrazo. ¿Qué le pasa?
- ¿Puedo pasar? - dijo en tono frío.
- Sí...
Pasamos y nos sentamos en el salón.
- ¿Has mirado los mensajes?
- Por eso estoy aquí.
- Pues habla. - dije, estaba en tensión, pero sentía que en cualquier momento empezaría a llorar otra vez.
- Tenemos que dejarlo Sara.
Eso me sonó como una cuchillada en la espalda.
- ¿Por qué? - dije con la voz gangosa.
- Porque es lo mejor.
- No pienso lo mismo.
- Es que tú no lo entiendes.
- ¿Qué es lo que no entiendo?
- Nada.
- No, dime qué no entiendo. ¿Me he perdido algo, o qué? - estábamos los dos bastante irritados.
- ¡Nada! ¡Tu no entiendes nada! - gritó.
Aquel grito me rompió el alma. Sentí como mi corazón y mi alma se derrumbaban a cachitos...
- Si no me dices las cosas, no creo que entienda nada. - dije en apenas un susurro mientras una maldita lágrima traicionera caía por mi mejilla lentamente.
- Es que es demasiado complicado para contarlo.
- Creía que no teníamos secretos.
- Y yo creía que lo entenderías.
- Pues, parece que los dos estamos equivocados.
Silencio. Se levanta.
- ¿Ya está?
- ¿Ya está qué?
- ¿Así quedó todo?
- Sí.
- ¿Por qué?
- Porque es lo mejor para los dos.
- No creo que sea lo mejor.
Entonces no sé cómo ocurrió, pero dio un gran cambio. Venía duro, y de repente el rostro le cambió y se volvió frágil, y pasándolo mal, casi o igual de mal que yo, incluso peor.
- Sara, no hagas esto más difícil de lo que es ya.
- ¿Pero qué es lo que ha pasado?
- Cosas, Sara.
- ¿Pero por qué no me lo cuentas? ¿Te he hecho algo?
- ¡Tú no tienes la culpa de nada! ¡Es mi culpa, toda la culpa es mía! ¡Y no puedo seguir así, después de lo que he hecho!
- ¿Pero qué es lo que has hecho?
- Lo siento, Sara.
Se fué y cerró la puerta detrás de él. ¿Qué ha pasado para que estemos así? ¿Qué es lo que se supone que ha hecho? Estoy demasiado confusa.


***

Mi vida ha vuelto a ser igual que antes. Sin Carlos, todo volvió a ser blanco y negro, como antes de estar con él. Solo habrá pasado una semana si acaso, pero en esa semana me he dado cuenta de que sin él, no soy nada. Para colmo, lo veía en el instituto, y ni si quiera me miraba a la cara... Pero ya me harté. En este recreo, hablaré con él sí o sí.

Lo que quedaba de hora se me pasó eterno, pero pasó. Así que salí como una bala a buscarlo. Lo busqué por todo el patio, pero no lo encontraba. Busqué por la cafetería, tampoco estaba. Busqué por TODOS lados, pero no lo encontraba. Solo me faltaba un sitio, y era la biblioteca. Por favor que esté allí, por favor que esté allí...
Abro la puerta y, gracias al cielo, está allí sentado. Solo. Mejor. Camino de manera disimulada esperando que no me haya visto, y voy hasta la mesa donde está sentado, y me siento en la silla de enfrente. Él alza la vista, y me ve. Hace ademán de levantarse pero le aguanto del brazo y le obligo a que se siente.
- ¿Qué quieres? - preguntó con voz dura.
- Hablar contigo.
- La biblioteca no es sitio para hablar.
- Pero...
- ¡Silencio! - dijo la bibliotecaria, cortándome.
- ¿Ves? - dijo él.
- Pero no hay otra forma de que hablemos. Es esto o nada.
- Vale, hacemos un trato. Te prometo que a la salida hablamos.
- ¿Me lo prometes de verdad?
- Te lo prometo.
- Pues te espero a la salida en la puerta.
Me levanté y me fui. Estoy confiando en él, espero que no me falle.


Lentísimo. Ese es el adjetivo que define perfectamente como ha pasado el tiempo desde aquel recreo. Menos mal que, pasó. El tiempo pasó. Llegó la hora de la verdad. De hablar con Carlos, y de que me dijera el por qué de haberse ido, de comportarse así, de todo.
Fui lo más rápido que pude a la salida, y cuando llegué, él ya estaba allí. De pie, serio, esperándome.
- Ven, vamos al parque de siempre. - dijo en tono "tranquilizador".
Le seguí. Llegamos pronto, ya que estaba bastante cerca, aunque el camino se hizo eterno. Nos paramos y nos quedamos de pie. Yo estaba esperando a que él hablara, pero como no lo hacía, hablé yo.
- Bueno, ¿qué pasa? Habla.
- No tengo nada que decir.
- Carlos, por favor. - los ojos se me pusieron llorosos. Esta vez no aguanté. Odio cuando se pone así, sin querer hablar, tan serio, tan distante... - Por favor, Carlos, dime qué ha pasado para que estés así. Yo no puedo seguir como estoy. Necesito saber la verdad...
Su rostró se transformó. Parecía débil, muy débil, como si este asunto le afectara más de lo que parecía. Puede que esa fuese la razón.
- ¿Quieres saber la razón?
- Sí.
- Es que... Me vas a odiar, Sara. - hizo una pausa. - Yo me odio a mí mismo por esto. No me puedo creer lo que he hecho. He cometido el mayor error de mi vida.
- He vivido muchas cosas malas, Carlos. Y te conté todas. No creo que esta sea tan mala.
- Créeme que sí, Sara.
- ¿Quieres decirlo ya? - estaba poniendome histérica, furiosa, las lágrimas caían, no sé si de tristeza, angustia, o rabia, pero caían.
- Sé que esto no me lo vas a perdonar en la vida... - dijo, con voz de pasarlo muy mal. - Así que si dejas de hablarme, y me olvidas, cosa que es lo que deberías hacer, te entendería. Es más, quiero que hagas eso mismo, alejarte de mí.
- ¿¡Pero qué ha pasado!?
- Van a hacerte daño, Sara. Hacerte daño, como mínimo.
- ¿Por qué? No te entiendo.
Entonces, ocurrió algo que nunca había visto. Él, Carlos, había empezado a llorar.
- Yo... todo es por mi culpa. Te contaré todo desde el principio. Verás, te quiero, Sara, más que a nada en este mundo, tenlo por seguro. - suspiró, hizo una pausa, y continuó. - Pero cuando te conocí, no. ¿Crees que nos conocimos por "accidente", verdad? - asentí, me temblaba todo. - Pues no fue así. Todo estaba planeado.
- No entiendo.
- Verás... Un hombre me amenazó de que si no hablaba contigo, me haría daño. Yo no te conocía, así que lo hice.
- ¿Por qué quería que hablaras conmigo? ¿Quién era ese hombre?
- Quería que hablara contigo para saber si habías contado a alguien lo de tu madre.
Me quedé helada. Petrificada. ¿Era uno de esos hombres? Tendría que serlo, porque si no, no lo sabrían. Carlos continuó hablando.
- El caso es que el hombre me preguntaba todos los días, y me seguía amenazando, así que, al final, me lo contaste. Y yo se lo conté, cosa que a él no le gusto.
- ¿Qué no le gustó? - dije, nerviosa.
- No le gustó que me lo contaras. - se paró de nuevo, y se limpió las lágrimas con la manga de su camiseta. - Pero a lo largo de este tiempo, me he enamorado de ti. Yo no sabía lo que iba a encadenar esto... Me dijo que no le gustó, pero no me dijo que te fuera a hacer nada. Pero aquel día por la mañana, antes de que tú despertaras, me llamó. Me dijo que te engañara, que fuera contigo a un sitio, para él poder hacerte daño. Cuando colgué me di cuenta de toda la que había formado, del daño que había causado. Entonces, pensé que lo mejor sería alejarte de mí, que te alejaras lo máximo que pudieras, porque sé que ese hombre es capaz de seguirme, tan solo para dar contigo. Y por eso, me fui de esa forma tan repentina.
Se calló. ¿Eso era lo que pasaba? ¿Y ahora qué? ¿Me van a matar?
- Y... ¿me va a matar? - dije temblorosa.
- Antes de que ese hombre te toque, tendrá que hacerme algo a mí primero, no pienso dejar que te haga nada. He sido un capullo, y lo siento tanto.
- Pero Carlos... - dije, dudando. - ¿Ese hombre era uno de los que mató a mi madre, verdad?
- Sí.
- ¿Lo conoces?
- Sí, por desgracia, sí. - dijo entristecido.
Estaba nerviosa, muy nerviosa, pero tuve que preguntar esto.
- ¿Y quién es ese hombre?
- Ese hombre, es el marido de mi madre.