- ¿Hola? - nadie contesta. Eso significa que estoy sola en casa, y eso es bueno: mi hermano no me tomará por loca por si hablo sola.
Voy a mi cuarto y dejo la maleta encima de la cama. Voy al cuarto de baño. Comeré más tarde, ahora mismo tengo algo pendiente que quiero descubrir. ¿Sería verdad? ¿O fue todo un sueño? Espero que fuese verdad. Pero... ¿era un fantasma? No podía ser otra cosa... Respiro hondo, y miro al espejo. No veo nada. Espero un rato. Tampoco nada. Entonces pienso en lo que hice el otro día... Primero me lavé la cara, y al levantar la vista lo vi. Tal vez tengo que hacer eso de nuevo. Lo hago. Miro al espejo y, de nuevo, nada. Estoy empezando a ponerme nerviosa... Creo que voy a echarme una siesta, porque hoy no tengo tarea.
***
Al fin, viernes. Estoy en casa comiendo, ya que acabo de llegar del instituto. Intenté lo del espejo dos días más no sé cuántas veces, pero no funcionó. Así que dejé de intentarlo. Supongo que era demasiado bonito para ser verdad... el poder seguir viéndole. Estoy comiendo un bocadillo de tortilla que había preparado hace un momento, pero lo cierto es que creo que no me estaba sentando muy bien. Entonces, es cuando siento que tengo el cuerpo revuelto y con ganas de vomitar. ¿Y si los huevos estaban malos? Estuve pensando hasta que caí en la razón... ¡Mierda! ¡Los había dejado fuera del frigorífico! Seré... Siento un retortijón en mi barriga, dejo el bocadillo en la mesa, y me voy corriendo al cuarto de baño. Me arrodillo y empiezo a vomitar. Me aguanto el pelo hacia atrás mientras tanto. Al rato, bastante rato, tiro de la cadena y me incorporo. Me miro en el espejo. Tengo la cara blanca. Abro el grifo y me lavo la cara con las manos. Cojo la toalla y me la seco. Levanto la mirada al espejo y, después de toda la semana, sin querer, lo veo. Está de pie, apoyado en la pared. Igual que el otro día. Con la piel pálida, un poco transparente, y con las heridas y la ropa del accidente. Me entra un escalofrío por el cuerpo. En el fondo, tengo miedo. ¿Puedo ver a los... a los muertos? Eso me da bastante escalofríos. Recuerdo que a veces veía la serie "Entre Fantasmas", y me siento un poco como ella.
- Hola. - dijo con esa voz apagada a la que tendría que acostumbrarme.
- Hola...
- ¿Cómo estás?
- ¿A qué te refieres?
- Has estado vomitando...
- Ah... Me sentó mal el bocadillo.
- Eso ya lo sé. Yo siempre te estoy observando, aunque tú no lo sepas, Sara.
- ¿Eso debería darme miedo?
- No tiene por qué. - me quedo un rato callada.
- Ya me encuentro mejor, gracias. - hubo un silencio, hasta que decidí romperlo. - ¿Por qué no pude verte los otros días?
- No lo sé. No controlo esto muy bien, ni tú tampoco.
- ¿Cómo que ni yo tampoco?
- Según me han dicho por aquí, tú tienes que creer que es verdad para poder verme.
Por eso el otro día no pude verle, porque pensaba que fue un sueño. Pensé para mí misma.
- ¿Entonces si pienso que es de verdad, podré verte siempre que quiera?
- Si yo te dejo, sí.
- ¿Cómo que si tú me dejas?
- Si yo no quiero que me veas, no me verás. Pero tranquila, nunca haré nada para que no me veas.
- ¿Podremos hablar siempre que quiera?
- Hasta que me encuentre preparado para irme definitivamente. Estoy a mitad de camino.
- Está bien. Oye... - miré el reloj. - Tengo que irme a comprar unas cosillas al supermercado, para que no tenga que ir mi hermano, ya que yo hoy no tengo nada que hacer.
- Vale. Cuando quieras volvemos a vernos. Cuídate.
- Adiós. - y, como por arte de magia, desapareció. Salgo del cuarto de baño y bajo a la parada de autobús que está enfrente de mi casa para ir al supermercado.
Estuve un rato esperando, hasta que al fin llegó. Pagué lo que tenía que pagar, y me senté en un sitio que había libre por detrás. Cuando llegué, compré las cosas que necesitaba y fui a la caja, donde había bastante cola. Después de un largo tiempo, me llegó el turno, pagué y me fui. Ahora a esperar de nuevo el autobús. ¿Todo en esta vida era esperar o qué? Me estaba empezando a amargar. Cuando llegó, me subí como pude y, como no había sitio, me tuve que agarrar a una de las barras. Llevaba dos bolsas de estas grandes que son más de cartón que de plástico, y pesaban bastante. Aunque fuéramos solo dos, pero así duraba comida para un par de semanas. Al lado de donde estaba agarrada, había sentado un chaval que tendría más o menos mi edad, pero el asiento de al lado estaba ocupado por su mochila. Ni si quiera se ha dado cuenta de que estaba allí cargada de bolsas y él ocupando un asiento con una mochila. Cuando el autobús arranca, el chaval se queda mirándome.
- Lo siento, no te había visto. - cogió la mochila y se la puso en su regazo. - Siéntate, no me había dado cuenta de que estabas cargada.
- No te preocupes. - dije mientras me sentaba. Mira, se ha dado cuenta.
- La próxima vez haré esto del tirón... - Soy Pablo.
- Yo Sara.
- Y... ¿cómo es que vas sola a comprar tantas cosas? ¿No tienes a nadie para ayudarte?
- Mm... No... - dije pensativa.
- ¿Ni tu madre ni tu padre? - ahí me dio...
- Están... están trabajando. - lo primero que se me ocurrió. - Por cierto, ¿puedo hacerte una pregunta?
- Sí.
- ¿Qué te importa esto? - pregunté, pero sin parecer molesta.
- No sé, llevo mucho rato montado en el autobús hasta que llegue a mi parada y estoy aburrido. Lo siento si te ha molestado.
- No, no te preocupes, no importa.
El resto del camino, no sé por qué, pero estuvimos hablando. Eran cosas sin importancia, pero hablábamos como si nos conociéramos de toda la vida. Me caía... bien. Llegó mi parada, y él se levantó también.
- ¿También te bajas aquí? - pregunté yo.
- Sí, vivo al lado de aquel bar. - dijo señalando un bar que estaba a la espalda de mi calle.
- Pues yo vivo en aquella calle. - dije señalando mi calle.
- ¿Quedaremos algún día? - preguntó. Me quedé un poco pensativa, pero, ¿por qué no? Me caía bien, y parecía buena persona. Podríamos ser amigos.
- Está bien. ¿Cuándo te viene bien?
- ¿Te recojo mañana a las seis de la tarde? - Mañana, mañana... mm... ¿Sábado, no? Sí, Sara, sí, sábado. ¿Dónde tienes la cabeza? No lo sé.
- Vale, me viene bien.
- ¡Nos vemos mañana! - dijo alejándose.
- ¡Adiós!
***
Habían pasado tres semanas desde que conocí a Pablo. Seguía viendo a Carlos, que ahora también lo veía sin espejo, y siempre pensaba en él, pero cuando estaba con Pablo - que últimamente era casi siempre, nos hemos echo inseparables -, pensaba en él de otra forma. Con Pablo, he cogido bastante confianza, nos llevamos muy bien. A veces, cuando estoy con él, me recuerda a Carlos, ya que ellos dos son los únicos con los que de verdad tengo confianza. Esta tarde habíamos para dar una vuelta y luego ir a cenar a una pizzería. Me había puesto un vestido y unas bailarinas, que me quedaban bastante bien. Vale, lo admito, puede que me gusta un poco Pablo, pero solo un poco. Me miro al espejo y voy ami cuarto a por un bolso para meter el móvil y dinero.
- Estás muy guapa. - miro a mi derecha y ahí está. Eso me hace sentirme mal... siento que le estoy traicionando, lo que hace que haga una extraña mueca.
- Gracias...
- ¿Pasa algo? - ha notado la mueca.
- No, nada, estoy bien.
- ¿Segura?
- Sí. - llaman al timbre. - Tengo que irme, ¡adiós!
- Adiós, ten cuidado.
Salgo y allí lo veo. Se ha arreglado un poco, como yo. Qué mono... Para, Sara. No pienses eso.
- Hola. - dijo con una sonrisa.
- Hola.
- Estás muy guapa. - recuerdo lo que dijo Carlos, vuelvo a poner la misma mueca de antes.
- Gracias...
- ¿Pasa algo? - ¿esto no ha ocurrido antes?
- No, estoy bien.
- ¿De verdad?
- Sí. ¿Dónde vamos a cenar? - digo cambiando de tema.
- Ah, es una sorpresa. - entonces saca un pañuelo de un bolsillo.
- ¿En serio me vas a llevar con los ojos tapados? - pregunté.
- Sí, si no no es una sorpresa. - y me puso el pañuelo alrededor de los ojos.
Estuvimos un rato caminando, hasta que nos paramos.
- La mesa que está reservada a nombre de Pablo. - ¿reservada? ¿Qué ha hecho ahora?
- Pasen, es por aquí. - dijo el que supuse que sería el camarero.
Seguimos caminando hasta que me sentó en una silla y me quitó la venda. Entonces pude ver que estábamos en una habitación de un restaurante, pero que estaba apartada al resto y estábamos los dos solos. Era más bien pequeña, pero estaba bastante bien. Se sentó en frente mía y se quedó mirándome. Yo estaba embobada mirándolo todo. Yo pensaba que iríamos a algo más formal, pero tampoco esto.
- ¿Te gusta? - preguntó sacándome de mis pensamientos.
- ¿Que si me gusta? ¡Me encanta! ¿Cómo has hecho esto?
- Tenía ganas de hacerte algo especial. - al decir eso hizo que me pusiera roja, y sé que se dio cuenta cuando sonrió de forma pícara.
Al poco rato llegó el camarero y nos preguntó lo que íbamos a comer y en seguida nos trajo la comida. Lo cierto es que servían bastante rápido. Cuando terminamos de comer, estábamos esperando a que trajeran la cuenta, cuando dije:
- Uff... Estoy llena. - dije poniendo las manos encima de la mesa en señal de que estaba hasta arriba de comida.
- La verdad es que ponen bastante comida y muy buena.
- ¿Tu crees? Demasiado buena. - no exageraba. Era genial. Igual que él... Shh, calla, no estropees esto.
- Sara. - estiró el brazo y cogió mi mano. - Tengo que decirte algo...
- Les traigo la cuenta. - interrumpió el camarero.
- Yo la pago. - dijo Pablo.
- De eso nada, entre los dos. - me opuse.
- No, la pago yo, yo invito.
Al final, pagó él la comida. Salimos y fuimos a una heladería que estaba cerca. Yo me pedí una tarrina de chocolate y él de vainilla. Aquí sí me dejó pagar a mí lo mío, pero después de mucho discutir. Nos sentamos en una de las mesas que había dentro.
- Y... - empecé a decir dubitativa. - ¿Qué tenías que decirme?
- Ah... - disimuladamente, cogió mi mano de nuevo. - Sara... sé que no nos conocemos de mucho tiempo... Pero, creo que... - se quedó un rato callado. - Te quiero.
Me quedé de piedra, sin saber qué decir, y cuando quise darme cuenta, sus labios estaban sobre los míos. ¿Me quiere? ¡Me quiere! Estoy feliz. Al principio, no reaccioné al beso, pero luego le correspondí. Es un beso tierno, y yo lo disfrutaba, hasta que me acordé de algo. Yo siempre te estoy observando, aunque tú no lo sepas, Sara. Carlos... ¿estaría viendo él esto? Abro los ojos, pensando en él, y lo veo. Me está observando, sí. Y está triste... me siento tan mal. De un momento a otro, todo a cambiado. Me separo de Pablo, pero poco a poco, para no hacerle daño. Le sonrío.
- ¿Me disculpas un momentito? - y me voy al cuarto de baño.
Al entrar cierro la puerta con el pestillo. Menos mal que es de esos que son individuales. Me lavo la cara, no se me va de la mente la imagen de Carlos. Me giro y está ahí, sentado apoyado en la pared. Me siento a su lado.
- Carlos, yo lo...
- No tienes que decir nada.
- Sí que tengo que decirlo. Lo siento, Carlos. No sé lo que ha pasado...
- ¡No digas que no lo sabes! ¡Sé perfectamente que te gusta, que sientes por él lo que sentías por mí!
- No siento lo que sentía por ti... Por ti sentía mucho más...
- Pero al principio sí.
- Pero no puedo estar toda mi vida enamorada de ti.
- ¿¡POR QUÉ NO!?
Me quedé callada. No sabía qué decirle. En cierto modo, tiene razón, él sigue enamorado de mí.
- Lo siento. No debí haber dicho eso. Tienes que pasar página. Y para hacerlo, tendrás que hacerlo sin mí.
- ¿Cómo que sin ti?
- Adiós, Sara.
- ¿Adiós?
- Sí, Sara. Me voy, y dejaré que hagas tu vida, como debí hacer hace casi un mes.
- ¡No, Carlos! No te vayas, por favor. - las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas.
- Adiós, Sara. Te quiero.
Y desapareció.
_________________________________________________________________________________
Buenas!:)
Espero que os haya gustado el capítulo, creo que es larguito, es la recompensa por haber estado tanto tiempo sin publicar. Es que estoy resfriada, y falté al instituto.
Comentad e intentaré publicar pronto.
Un beso!:]
Seguimos caminando hasta que me sentó en una silla y me quitó la venda. Entonces pude ver que estábamos en una habitación de un restaurante, pero que estaba apartada al resto y estábamos los dos solos. Era más bien pequeña, pero estaba bastante bien. Se sentó en frente mía y se quedó mirándome. Yo estaba embobada mirándolo todo. Yo pensaba que iríamos a algo más formal, pero tampoco esto.
- ¿Te gusta? - preguntó sacándome de mis pensamientos.
- ¿Que si me gusta? ¡Me encanta! ¿Cómo has hecho esto?
- Tenía ganas de hacerte algo especial. - al decir eso hizo que me pusiera roja, y sé que se dio cuenta cuando sonrió de forma pícara.
Al poco rato llegó el camarero y nos preguntó lo que íbamos a comer y en seguida nos trajo la comida. Lo cierto es que servían bastante rápido. Cuando terminamos de comer, estábamos esperando a que trajeran la cuenta, cuando dije:
- Uff... Estoy llena. - dije poniendo las manos encima de la mesa en señal de que estaba hasta arriba de comida.
- La verdad es que ponen bastante comida y muy buena.
- ¿Tu crees? Demasiado buena. - no exageraba. Era genial. Igual que él... Shh, calla, no estropees esto.
- Sara. - estiró el brazo y cogió mi mano. - Tengo que decirte algo...
- Les traigo la cuenta. - interrumpió el camarero.
- Yo la pago. - dijo Pablo.
- De eso nada, entre los dos. - me opuse.
- No, la pago yo, yo invito.
Al final, pagó él la comida. Salimos y fuimos a una heladería que estaba cerca. Yo me pedí una tarrina de chocolate y él de vainilla. Aquí sí me dejó pagar a mí lo mío, pero después de mucho discutir. Nos sentamos en una de las mesas que había dentro.
- Y... - empecé a decir dubitativa. - ¿Qué tenías que decirme?
- Ah... - disimuladamente, cogió mi mano de nuevo. - Sara... sé que no nos conocemos de mucho tiempo... Pero, creo que... - se quedó un rato callado. - Te quiero.
Me quedé de piedra, sin saber qué decir, y cuando quise darme cuenta, sus labios estaban sobre los míos. ¿Me quiere? ¡Me quiere! Estoy feliz. Al principio, no reaccioné al beso, pero luego le correspondí. Es un beso tierno, y yo lo disfrutaba, hasta que me acordé de algo. Yo siempre te estoy observando, aunque tú no lo sepas, Sara. Carlos... ¿estaría viendo él esto? Abro los ojos, pensando en él, y lo veo. Me está observando, sí. Y está triste... me siento tan mal. De un momento a otro, todo a cambiado. Me separo de Pablo, pero poco a poco, para no hacerle daño. Le sonrío.
- ¿Me disculpas un momentito? - y me voy al cuarto de baño.
Al entrar cierro la puerta con el pestillo. Menos mal que es de esos que son individuales. Me lavo la cara, no se me va de la mente la imagen de Carlos. Me giro y está ahí, sentado apoyado en la pared. Me siento a su lado.
- Carlos, yo lo...
- No tienes que decir nada.
- Sí que tengo que decirlo. Lo siento, Carlos. No sé lo que ha pasado...
- ¡No digas que no lo sabes! ¡Sé perfectamente que te gusta, que sientes por él lo que sentías por mí!
- No siento lo que sentía por ti... Por ti sentía mucho más...
- Pero al principio sí.
- Pero no puedo estar toda mi vida enamorada de ti.
- ¿¡POR QUÉ NO!?
Me quedé callada. No sabía qué decirle. En cierto modo, tiene razón, él sigue enamorado de mí.
- Lo siento. No debí haber dicho eso. Tienes que pasar página. Y para hacerlo, tendrás que hacerlo sin mí.
- ¿Cómo que sin ti?
- Adiós, Sara.
- ¿Adiós?
- Sí, Sara. Me voy, y dejaré que hagas tu vida, como debí hacer hace casi un mes.
- ¡No, Carlos! No te vayas, por favor. - las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas.
- Adiós, Sara. Te quiero.
Y desapareció.
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Buenas!:)
Espero que os haya gustado el capítulo, creo que es larguito, es la recompensa por haber estado tanto tiempo sin publicar. Es que estoy resfriada, y falté al instituto.
Comentad e intentaré publicar pronto.
Un beso!:]
¿Como? ¿Carlos... se ha ido? No, por favor, que no se vaya... Por favor... TT
ResponderEliminarLa verdad es que con este capitulo me has hecho llorar, y eso no es fácil, ya que yo no lloro por cualquier cosa... Ah, una pregunta... ¿A ti te gusta hacerme sufrir, no? Jajajajaja.
Un beso muy grande y espero que Carlos no se vaya y que todo haya sido una maldita pesadilla...
debo decir que he leido tus dos historias y son buenas:D pero debo decir que quiero que sara se quede con carlos no se como pero soy teen CARLOS$:
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