domingo, 30 de octubre de 2011

Capítulo 5.

- ¿Carlos? Hola, soy yo, como te habrás dado cuenta. No sé cuantas veces te habré llamado y te habré dejado mensajes, pero ya que tu no contestas lo seguiré haciendo. Necesito hablar contigo, por favor. Quiero saber por qué te has ido... Llámame, por favor.
¿Cuántas veces había llamado en un solo día? Ya era por la noche, y no sabía nada de él desde que se fue, y lo único que hacía era llorar de lado en lado. Menudo sábado que estoy teniendo.
Llaman al timbre. Por favor que sea él, por favor que sea él, por favor que sea él... Abro y, ahí estaba, pero sin maletas y sin nada, simplemente él. Le abro y me lanzo a sus brazos, pero no me recibe como siempre. Ni si quiera me devuelve el abrazo. ¿Qué le pasa?
- ¿Puedo pasar? - dijo en tono frío.
- Sí...
Pasamos y nos sentamos en el salón.
- ¿Has mirado los mensajes?
- Por eso estoy aquí.
- Pues habla. - dije, estaba en tensión, pero sentía que en cualquier momento empezaría a llorar otra vez.
- Tenemos que dejarlo Sara.
Eso me sonó como una cuchillada en la espalda.
- ¿Por qué? - dije con la voz gangosa.
- Porque es lo mejor.
- No pienso lo mismo.
- Es que tú no lo entiendes.
- ¿Qué es lo que no entiendo?
- Nada.
- No, dime qué no entiendo. ¿Me he perdido algo, o qué? - estábamos los dos bastante irritados.
- ¡Nada! ¡Tu no entiendes nada! - gritó.
Aquel grito me rompió el alma. Sentí como mi corazón y mi alma se derrumbaban a cachitos...
- Si no me dices las cosas, no creo que entienda nada. - dije en apenas un susurro mientras una maldita lágrima traicionera caía por mi mejilla lentamente.
- Es que es demasiado complicado para contarlo.
- Creía que no teníamos secretos.
- Y yo creía que lo entenderías.
- Pues, parece que los dos estamos equivocados.
Silencio. Se levanta.
- ¿Ya está?
- ¿Ya está qué?
- ¿Así quedó todo?
- Sí.
- ¿Por qué?
- Porque es lo mejor para los dos.
- No creo que sea lo mejor.
Entonces no sé cómo ocurrió, pero dio un gran cambio. Venía duro, y de repente el rostro le cambió y se volvió frágil, y pasándolo mal, casi o igual de mal que yo, incluso peor.
- Sara, no hagas esto más difícil de lo que es ya.
- ¿Pero qué es lo que ha pasado?
- Cosas, Sara.
- ¿Pero por qué no me lo cuentas? ¿Te he hecho algo?
- ¡Tú no tienes la culpa de nada! ¡Es mi culpa, toda la culpa es mía! ¡Y no puedo seguir así, después de lo que he hecho!
- ¿Pero qué es lo que has hecho?
- Lo siento, Sara.
Se fué y cerró la puerta detrás de él. ¿Qué ha pasado para que estemos así? ¿Qué es lo que se supone que ha hecho? Estoy demasiado confusa.


***

Mi vida ha vuelto a ser igual que antes. Sin Carlos, todo volvió a ser blanco y negro, como antes de estar con él. Solo habrá pasado una semana si acaso, pero en esa semana me he dado cuenta de que sin él, no soy nada. Para colmo, lo veía en el instituto, y ni si quiera me miraba a la cara... Pero ya me harté. En este recreo, hablaré con él sí o sí.

Lo que quedaba de hora se me pasó eterno, pero pasó. Así que salí como una bala a buscarlo. Lo busqué por todo el patio, pero no lo encontraba. Busqué por la cafetería, tampoco estaba. Busqué por TODOS lados, pero no lo encontraba. Solo me faltaba un sitio, y era la biblioteca. Por favor que esté allí, por favor que esté allí...
Abro la puerta y, gracias al cielo, está allí sentado. Solo. Mejor. Camino de manera disimulada esperando que no me haya visto, y voy hasta la mesa donde está sentado, y me siento en la silla de enfrente. Él alza la vista, y me ve. Hace ademán de levantarse pero le aguanto del brazo y le obligo a que se siente.
- ¿Qué quieres? - preguntó con voz dura.
- Hablar contigo.
- La biblioteca no es sitio para hablar.
- Pero...
- ¡Silencio! - dijo la bibliotecaria, cortándome.
- ¿Ves? - dijo él.
- Pero no hay otra forma de que hablemos. Es esto o nada.
- Vale, hacemos un trato. Te prometo que a la salida hablamos.
- ¿Me lo prometes de verdad?
- Te lo prometo.
- Pues te espero a la salida en la puerta.
Me levanté y me fui. Estoy confiando en él, espero que no me falle.


Lentísimo. Ese es el adjetivo que define perfectamente como ha pasado el tiempo desde aquel recreo. Menos mal que, pasó. El tiempo pasó. Llegó la hora de la verdad. De hablar con Carlos, y de que me dijera el por qué de haberse ido, de comportarse así, de todo.
Fui lo más rápido que pude a la salida, y cuando llegué, él ya estaba allí. De pie, serio, esperándome.
- Ven, vamos al parque de siempre. - dijo en tono "tranquilizador".
Le seguí. Llegamos pronto, ya que estaba bastante cerca, aunque el camino se hizo eterno. Nos paramos y nos quedamos de pie. Yo estaba esperando a que él hablara, pero como no lo hacía, hablé yo.
- Bueno, ¿qué pasa? Habla.
- No tengo nada que decir.
- Carlos, por favor. - los ojos se me pusieron llorosos. Esta vez no aguanté. Odio cuando se pone así, sin querer hablar, tan serio, tan distante... - Por favor, Carlos, dime qué ha pasado para que estés así. Yo no puedo seguir como estoy. Necesito saber la verdad...
Su rostró se transformó. Parecía débil, muy débil, como si este asunto le afectara más de lo que parecía. Puede que esa fuese la razón.
- ¿Quieres saber la razón?
- Sí.
- Es que... Me vas a odiar, Sara. - hizo una pausa. - Yo me odio a mí mismo por esto. No me puedo creer lo que he hecho. He cometido el mayor error de mi vida.
- He vivido muchas cosas malas, Carlos. Y te conté todas. No creo que esta sea tan mala.
- Créeme que sí, Sara.
- ¿Quieres decirlo ya? - estaba poniendome histérica, furiosa, las lágrimas caían, no sé si de tristeza, angustia, o rabia, pero caían.
- Sé que esto no me lo vas a perdonar en la vida... - dijo, con voz de pasarlo muy mal. - Así que si dejas de hablarme, y me olvidas, cosa que es lo que deberías hacer, te entendería. Es más, quiero que hagas eso mismo, alejarte de mí.
- ¿¡Pero qué ha pasado!?
- Van a hacerte daño, Sara. Hacerte daño, como mínimo.
- ¿Por qué? No te entiendo.
Entonces, ocurrió algo que nunca había visto. Él, Carlos, había empezado a llorar.
- Yo... todo es por mi culpa. Te contaré todo desde el principio. Verás, te quiero, Sara, más que a nada en este mundo, tenlo por seguro. - suspiró, hizo una pausa, y continuó. - Pero cuando te conocí, no. ¿Crees que nos conocimos por "accidente", verdad? - asentí, me temblaba todo. - Pues no fue así. Todo estaba planeado.
- No entiendo.
- Verás... Un hombre me amenazó de que si no hablaba contigo, me haría daño. Yo no te conocía, así que lo hice.
- ¿Por qué quería que hablaras conmigo? ¿Quién era ese hombre?
- Quería que hablara contigo para saber si habías contado a alguien lo de tu madre.
Me quedé helada. Petrificada. ¿Era uno de esos hombres? Tendría que serlo, porque si no, no lo sabrían. Carlos continuó hablando.
- El caso es que el hombre me preguntaba todos los días, y me seguía amenazando, así que, al final, me lo contaste. Y yo se lo conté, cosa que a él no le gusto.
- ¿Qué no le gustó? - dije, nerviosa.
- No le gustó que me lo contaras. - se paró de nuevo, y se limpió las lágrimas con la manga de su camiseta. - Pero a lo largo de este tiempo, me he enamorado de ti. Yo no sabía lo que iba a encadenar esto... Me dijo que no le gustó, pero no me dijo que te fuera a hacer nada. Pero aquel día por la mañana, antes de que tú despertaras, me llamó. Me dijo que te engañara, que fuera contigo a un sitio, para él poder hacerte daño. Cuando colgué me di cuenta de toda la que había formado, del daño que había causado. Entonces, pensé que lo mejor sería alejarte de mí, que te alejaras lo máximo que pudieras, porque sé que ese hombre es capaz de seguirme, tan solo para dar contigo. Y por eso, me fui de esa forma tan repentina.
Se calló. ¿Eso era lo que pasaba? ¿Y ahora qué? ¿Me van a matar?
- Y... ¿me va a matar? - dije temblorosa.
- Antes de que ese hombre te toque, tendrá que hacerme algo a mí primero, no pienso dejar que te haga nada. He sido un capullo, y lo siento tanto.
- Pero Carlos... - dije, dudando. - ¿Ese hombre era uno de los que mató a mi madre, verdad?
- Sí.
- ¿Lo conoces?
- Sí, por desgracia, sí. - dijo entristecido.
Estaba nerviosa, muy nerviosa, pero tuve que preguntar esto.
- ¿Y quién es ese hombre?
- Ese hombre, es el marido de mi madre.

Premios!(:

¡Hola! ¿Cómo estáis? Espero que bien. Antes que nada quiero decir que cuando publique esta entrada, terminaré lo poco que me queda del capítulo y lo publicaré, siento haber tardado tanto. Y bueno, aquí dejo dos premios.
El primero es del blog From Paris With Love de $$Any$$, y el segundo es del blog Ahora que te conocí, nunca me separaré de ti de Paula. Muchas gracias a las dos.
PD: Solo nominaré los blogs una vez, pero a los que nomine, tendrán los dos premios.
Aquí está el primero..

El de $$Any$$.
Decir cuatro cosas que te gusten y cuatro que no:
Me gusta..
- Estar con mis amigos.
- Pasarlo bien.
- Hablar con él..
- La pizza

No me gusta..
- Pelearme con los que quiero.
- Las lentejas.
- Perder a seres queridos.
- Que me rompan el corazón..

Y aquí está el segundo..
Este es el de Paula, muchas gracias.
Y les doy estos dos premios a los siguientes blogs:

Escapando a Wonderland
Tres de Tres

Muchas gracias por las que me habéis dado el premio.
Un beso enorme.

jueves, 27 de octubre de 2011

Capítulo 4.

- Lo siento tanto, Carlos... - dije, apenas en un susurro. - Ahora entiendo por qué decías que no había muy bien ambiente en tu casa... ¿Quieres vivir aquí? - dije sin pensar.
- ¿Qué? - dijo, sorprendido. - ¿Y tu hermano y tus padres, qué?
- Pues... - era ahora o nunca. - Vivo sola.
- ¿Cómo que vives sola? ¿No decías que había mal ambiente en tu casa también?
- Mentí. Simplemente no hay ambiente.
- Y... - hizo una pausa, indeciso. - ¿Se puede saber por qué?
- Te contaré dos cosas, la versión que todos saben, y la que solo sé yo.
- ¿Qué? - dijo, sin comprender nada.
- "Se supone" que mi madre murió atropeyada, y que mi padre al poco tiempo se suicidó, y que mi hermano está en la universidad... Lo de mi padre y mi hermano es cierto, pero lo de mi madre no...
- No te entiendo, Sara.
Sentí que me ponía pálida de recordar eso, e indecisa de contarlo... Ha pasado un año, no va a pasarte nada... Pero, ¿y si pasa?
- ¿Sara? Te has quedado embobada mirando a la nada. ¿Estás bien? Estás pálida...
- Sí, estoy bien.
Estuvimos un rato callados, supongo que él dio la conversación por terminada, pero no era así.
- A mi madre no la atropellaron, la asesinaron, y yo estaba delante. - dije de sopetón. Mientras hablaba un par de lágrimas cayeron por mi mejilla. ¿Habré hecho bien? Sí, confío en Carlos.
- ¿Qué? - dijo sorprendido, muy sorprendido.
- Verás, te contaré la historia... - respiré hondo, y continué - Mi madre y yo íbamos a comprar cuando nos cogieron dos tíos y nos metieron en una furgoneta. Nos llevaron a quién sabe donde, creo que era una especie de garaje o yo que sé. A mí me ataron a un poster y a mi madre le pegaron una paliza. Mientras se la pegaban, conseguí escapar, pero la dejé allí, si la ayudaba me matarían a mí... Además, mi madre estaba ya... - se me quebró la voz - casi muerta. Entonces escapé, pero conté que la habían atropeyado. Hubo mucho lío de sobre qué pasó con el cuerpo y todo eso, pero al final la gente se lo creyó.
- ¿Y por qué no contaste la verdad?
- Uno de los tíos me amenazó en hacerme daño si lo contaba.
Se quedó en silencio. Me levanté y cogí un pañuelo para limpiarme las pocas lágrimas que había derramado.
- Vaya... - consiguió decir al cabo de un rato. - ¿Estás bien?
- Sí...
Me abracé a él lo más fuerte que pude. No pensé que me afectaría tanto... Lo cierto es que es reconfortable, estar con él es reconfortable. Me siento segura con él. Hemos cogido tanta confianza... Y creo que me está empezando a gustar... No, Sara, no. Es tu amigo, estás confundiendo los sentimientos.
Me separé cuando me dí cuenta de que llevábamos demasiado tiempo así.
- Bueno... - suspiré - ¿Cuándo?
- ¿Cuándo qué?
- ¿Cuándo te quedas en mi casa?
- ¿Era en serio? - dijo con una sonrisa.
- Sí.
- Por mí, esta noche mismo me vengo.
- Pues ya sabes.

***

- ¡Despierta! ¡Que vamos a llegar tarde!
¿Os he contado que tengo un despertador personal desde que llegó Carlos a casa?
- Venga, Carlos... Déjame dormir un ratito más...
- No, no, no, de eso nada que llegamos tarde. ¡ARRIBA O TE ECHO ENCIMA UN CUBO DE AGUA FRÍA!
- No eres capaz.
- ¿Que no?
Sentí que se me congelaba el cuerpo.
- ¿¡Qué haces!?
- ¡ARRIBA O VOY A POR OTRO!
- Vale, vale... Ya voy.
Y me levanté del tirón. Dios, que frío... Ya me vengaré. Me preparé como siempre, lo más rápido que pude y desayuné una tostada, que apenas saboreé. Menos mal que por el camino íbamos despacio porque prácticamente estaba al lado.
- Bueno, me voy para mi clase. - dije yo.
- ¡Adiós! ¡Nos vemos en el recreo!
Y cada uno nos fuimos a nuestra clase. En realidad, había cogido mucha confianza con él, y aunque mi razón me decía que no, mi corazón me decía que le quería como algo más que a un amigo. Pero ese sentimiento lo tenía apartado, intentaba no pensar en él. Llevaba en mi casa dos meses más o menos, y me llevaba muy bien con él, a pesar de que me lleve dos años. Además, no es tanto.
Tengo con él demasiada confianza... Desde que le conté lo de mi madre, me siento más libre, siento que me quité un peso de encima. Me siento bien, por una vez en muchísimo tiempo.
Llegué a la clase y mis antiguas amigas, como siempre, me miran descaradamente. Aunque con Carlos me llevo bien ahora, con ellas sigo igual... Seguimos mal. Pero bueno... A eso ya me acostumbré.

El día pasó rápido, gracias al cielo. Sonó el último timbre del día y me fui a la salida, donde quedaba con Carlos para volver a casa. Al poco rato llegó.
- ¡Menos mal! Llevaba un rato esperándote. - mentí.
- ¡Mentira!
- ¿Cómo que mentira?
- Lo primero, mientes muy mal, no sé cuántas veces tendré que decírtelo. Lo segundo, te ví llegar desde la ventana.
- ¿Me espías? - dije intentando parecer ofendida.
- Puede... es que me preocupo por ti.
- ¿Y por qué?
-Porque... - se quedó un rato pensativo. - Porque para mí eres como... - otro rato pensando. - mi hermana pequeña.
- Claro, claro...
- ¡Que sí!

La tarde pasó como siempre. Llegamos, comimos, hicimos nuestros deberes y luego fuimos al parque, cosa que se hizo rutina desde que vino a casa. Estábamos haciendo la cena bueno, "la cena", eran bocadillos - no se nos daba muy bien la cocina -.
Nos sentamos e hicimos lo típico de nuestros viernes: ver una película.
En realidad no estaba prestando atención a la peli. Estaba pensando en él... Le quiero, para qué negarlo. Pero eso solo lo sabré yo, porque no quiero perder la amistad.
Estábamos en el sofá y estaba muy cansada, y de forma insconciente me recosté y dejé caer la cabeza sobre su regazo. Cuando me di cuenta, iba a apartarme, pero al ver que a él no le importaba, me quedé así. Me estaba acariciando el pelo. Me sentía bien, protegida, segura.
Creo que la película había acabado, pero no me di cuenta, estaba mirándole a él, pero para mi desgracia se dio cuenta y me puse roja como un tomate.
- ¿Qué miras?
- Nada... - dije poniéndome más roja aún.
- Sí claro... nada. Venga ya, dime qué mirabas...
- He dicho que nada...
Estuvimos un rato en silencio, hasta que Carlos me miró, y dijo.
- Sara...
- Dime.
- Tengo que... - dijo dubitativo. - Tengo que contarte algo.
- ¿El qué?
El resto pasó todo muy rápido. Tenía sus labios estampados contra los míos. Una sensación bastante reconfortante. ¿Me quería? ¿Y yo a él también? ¿Por qué me hago preguntas de tontos? Se separó y me sonrió.
- Te quiero. - susurró.
- Y yo. - le respondí. Y nos dimos un nuevo beso, pero esta vez, se lo di yo a él.

**

Sábado. Hoy hacía tres semanas con Carlos - ya que, oficialmente, me pidió salir con él es sábado -. Estos días han sido los mejores de mi vida, pero estos últimos no sé... Carlos ha estado un poco raro. A penas hablábamos, y no sabía qué le pasaba. Nunca le pregunté porque no quería ser una pesada, pero hoy se lo voy a preguntar. Ya no puedo aguantar más, está muy distante.
Era por la mañana, fui a buscarle a su habitación pero no estaba, así que supuse que estaría en la cocina, y acerté. Allí estaba, tomñandose un café.
- Buenos días. - dije de una forma cálida. Y le di un beso en los labios.
- Buenos días. - dijo secamente, como siempre últimamente.
- ¿Qué te pasa, Carlos? - pregunté, un poco enfadada.
- ¿Qué me pasa de qué?
- Sí, no te hagas el tonto. Llevas unos días distante conmigo, ¿ha pasado algo?
- No pasa nada, Sara.
- No pienso eso. ¿Qué ha pasado?
- Nada.
- ¿No me vas a contar?
- No puedo seguir así. - dijo suspirando, rindiéndose.
Se levantó y fué a su cuarto. Lo seguí, pero cerró la puerta y me quedé fuera.
- ¿Me lo vas a decir?
- No.
- ¿Y qué vas a hacer?
No contestó. Solo escuchaba ruidos procedentes del armario y una cremallera.
- ¿Qué estás haciendo, Carlos?
No contestaba. Al rato, salió por la puerta, con la maleta.
- Me voy.
- ¿A dónde?
- No sé, de aquí.
- ¿Por qué?
- Porque sí.
- ¿Qué te pasa?
- No puedo seguir así.
Llegamos a la entrada. Él empezó a abrir la puerta, pero me puse en medio y se la cerré.
- No te vayas.
- Déjame irme.
- ¿Pero por qué?
- ¡Que me dejes irme! - me gritó. Se me quedó la cara blanca. Los ojos se me pusieron rojos y llorosos, mientras sentía como todo mi mundo se derrumbaba. Él me esquivó y salió por la puerta, cerrándola con un portazo.
Se ha ido. Se ha ido.
¿Por qué se ha ido? ¿Qué ha pasado? Caigo rendida al suelo, sentada, y empiezo a llorar desconsolada.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Trailer del blog!

Pues lo que leéis, que he hecho un pequeño "trailer" del blog. Sé que no es muy bueno... pero es el primer trailer que hago... ya haré más adelante uno mejor si eso... Aún así, espero que os guste. Un beso!

lunes, 24 de octubre de 2011

Capítulo 3.

Riiiiiiiiiiiiiiiing.
Al fin. El timbre de que se acabó el día por hoy, mi sonido favorito, sonó. Como siempre, iba empujando para intentar salir rápido. No podía aguantar ni un minuto más en ese sitio al que le llaman instituto, pero yo llamo cárcel para adolescentes. Bueno, lo bueno era que mañana era viernes, a ver si se pasaba rápido el día... Salgo una de las primeras y me encamino hacia mi casa, sola, como todo este curso. Empezaba a hacer frío, algo que me gustaba. Prefiero el frío antes que el calor. Llego pronto a mi casa, ya que está cerca del instituto. Solitaria, como siempre. Mi padre, al poco tiempo de morir mi madre, se suicidó, nos dejó solos a mi hermano mayor y a mí. Pero ahora la que está sola soy yo, porque mi hermano se fué a la universidad y no está aquí. Vamos, que estoy sola, completamente sola... Un escalofrío me recorre. Voy a la cocina y me hago un bocadillo, no tengo mucha hambre. Y bueno, hoy será un día normal, (para mí), como cualquier otro... Terminaré de comer, haré la tarea, y me iré al parque de aquí al lado a pensar, como siempre.

Terminé la tarea, así que me voy un ratito al parque. Me siento en el banco mientras como castañas asadas. Me encantan las castañas, por si no lo había dicho antes. Hacía frío, sí,
pero me sentaba bien el aire fresco. De repente sentí que alguien se sentaba al lado mía, demasiado cerca tal vez.
- ¿Me das una castaña? - dijo esa voz que me resultaba familiar.
- Cómprate unas cuantas.
- Es que solo quiero una... - dijo poniendo cara de cachorrito.
- Vale, pero solo una, Carlos.
- Gracias. - dijo sonriendo. - ¿Y qué haces por aquí?
- ¿No debería ser yo la que preguntara eso?
- Yo pregunté primero.
- Pues... todas las tardes bajo aquí para pensar y relajarme.
- ¿De qué?
- De todo...
- ¿Y no es mejor que te quedes en tu casa calentita?
- Me gusta el frío. Y no me gusta estar en mi casa...
- ¿Mal ambiente?
Me quedé pensativa.
- Sí... - dije no muy convencida. - Oye, tú preguntas muchas cosas sobre mí. Ahora me toca a mí.
- A ver, bombardéame a preguntas.
- ¿Qué haces aquí?
- Dar un paseo, me gusta el frío también.
- ¿No es mejor quedarte en casa?
- Lo mismo que tú.
- ¿Mal ambiente?
- Sí.
- Oh... lo siento.
- No pasa nada.
- ¿Se puede preguntar por qué hay mal ambiente?
- Si tú no lo cuentas no.
- Pues entonces nada...
- ¿No confías en mí?
- ¿En un día? Demasiado sabes ya.
- Tienes razón...
Y entonces estuvimos un rato en silencio. Disimuladamente le miraba. En realidad, era mono. Me gustaban sus ojos azules.

***

Había pasado un mes desde entonces. Ya no estaba sola en el instituto, ahora iba con Carlos. En realidad, es un gran amigo, aunque yo nunca le conté nada de lo que pasó con mi madre, mi padre, ni nada de eso. Creo que estaba empezando a sentir algo por él, pero me decía mil veces a mí misma que no era así.
Ahora mismo estaba en mi casa viendo la tele, ya que hoy llovía y no tenía ganas de salir. Entonces llamaron a la puerta. Me levanté y miré a ver quién era, y abrí.
- ¿Qué haces aquí? - pregunté.
- ¿Ronda de películas?
- No tengo ganas.
- Venga... Es viernes, está lloviendo y no se puede salir...
- No iba a salir de todas formas.
- Traigo palomitas y refrescos...
- Pasa entonces. - dije sonriendo.
Entró, y me acompañó a la cocina a hacer las palomitas.
- Bueno, Carlos, ¿qué pelis traes para ver?
- De todo un poco.
- ¿Pero cuáles?
- Sorpresa. - y me guiñó un ojo.
Fui al salón y ví una de las que había traido.
- ¿El Diario de Noah?
- Sí... ¿no te gusta?
- Nunca la he visto.
- ¿¡En serio!? Pues ya es hora de que la veas. Es preciosa...
- Vale, vale, la veo.
Terminamos de hacer las palomitas y vimos la película. Cuando acabó, había llorado bastante. Es... preciosa.
- ¿Te ha gustado? - dijo Carlos.
- Me ha encantado.
- Sara... - dijo, dudoso. - Quiero contarte algo, siento que debo decírtelo, porque confío en ti, pero me tienes que prometer que no vas a decir nada a nadie.
- Te lo prometo.
- Verás... ¿recuerdas que dije que el ambiente de mi casa no era muy bueno?
- Sí, me acuerdo.
- Pues... no tienes ni idea de cuánto. - dijo, apenado.
- ¿Qué pasa?
- Antes que nada, ¿estamos solos, no? Nadie puede escuchar...
- No, mi hermano está en la universidad y mis padres están de viaje. - mentí.
- Vale, pues... Mis padres se divorciaron cuando yo tenía nueve años. Lo pasé muy mal. Ahora, vivo con mi madre y su marido actual, de mi padre no sé nada. Pero lo peor es que, el marido de mi madre, la maltrata, y a mí no, pero me amenaza diciendome que más vale que no cuente nada o si no tendré problemas...
Dios, pobre Carlos... Creo que ha llegado el momento de que yo también le cuente mi problema...



jueves, 20 de octubre de 2011

Capítulo 2.

Nunca pensé que diría esto, pero... AL FIN SE ACABÓ EL RECREO. Ha estado estos veinte minutos, (tenemos un recreo de veinte minutos y otro de diez), dándome la charla más aburrida del mundo, y yo no me enteraba casi de nada... más que nada porque no le echaba cuenta. Llegué a la clase y no había llegado todavía el profesor que tocaba a esta hora. Me fui a un rincón del pasillo con el móvil mientras miraba disimuladamente a Julia y las demás...
Entramos en la clase y no conocía a nadie, así que me senté con una niña que estaba sola.
- Hola, soy Sara. - dije sonriendo.
- Yo Julia. - contestó sonriendo igual.
- ¿Conoces a alguien?
- No, ¿y tú?
- Tampoco. - y al segundo, empezamos a reír, cuando entró el profesor.
Llegó el maestro y entramos en la clase. Lengua. Dios, que muermo. Entre la charla del orientador y esto... que el profesor habla más... Me voy a quedar dormida...
Primer día y gimnasia. No me gusta nada gimnasia. No se me da bien. El profesor nos puso a calentar en grupo, y Julia y yo fuimos con dos niñas, creo que se llamaban Andrea y Paula.
- ¿Calentamos juntas?
- ¡Vale! - dijeron ellas. - Nosotras también estamos solas...
El tiempo pasa más lento... ¿¡Cuándo va a acabar la hora!? Me arrepiento de no haberme traído el reloj... Al rato, muuuucho rato, sonó el timbre. Salí y me coloqué en el mismo sitio donde estaba antes. Una hora más y diez minutos de descanso. Otra vez estaban allí... ¿Por qué no les habrá tocado en la otra clase? Me da por mirar en las escaleras y veo a Carlos, me sonríe como saludo y le sonrío. Ese chico es un poco raro, pero me cae bien. Empieza a llegar el profesor y voy hacia la clase, pero choco con Julia.
- ¡Ay! - dijo ella.
- ¿De qué te quejas? ¡Hubieras tenido más cuidado! - le dije molesta.
- Sara, no seas así.
- ¿Cómo quieres que sea entonces?
- ¡Como antes!
- Señoritas, entren a clase. - dijo el profesor.
Entré y me dirije a mi sitio, este año sin compañera, a diferencia del año pasado. ¿Cuánto hacía que no hablaba con ella? Total para lo que hemos hablado...
La clase pasó lenta, pero terminó. Y con eso llegó el recreo. Entré en la cafetería para comparme un paquete de patatas. Aquí dentro había demasiada gente... debería haber más gente atendiendo. A lo lejos veo que alguien me está sonriendo. Otra vez él.
- ¿Quieres que te pida algo? - dijo.
- Un paquete de Doritos. - le dije y le entregué el dinero. - ¡Te espero fuera!
Y salí. Con todo el baruyo que hay ahí, no pensaba esperarle dentro. Al ratito salió con mi paquete de Doritos y un bocadillo, que sería para él.
- Toma.
Lo cogí y lo abrí.
- Gracias.
- ¡Eh!
- ¿Qué? - le dije confusa.
- Lo has dicho.
- ¿El qué? - dije más confusa aún.
- Gracias. - empiezo a reírme. - Dijiste que no eras alguien que las diera mucho que digamos.
- Pues, parece que contigo sí lo soy. Me has enseñado. - dije sonriendo.
- Si es que yo... - dijo él.
Caminamos hasta un banco del patio. Me senté en silencio. Lo conocía de hoy, pero sentía que podría contarle cualquier cosa, bueno, casi cualquier cosa. Hay algo que nunca podría contarle, ni a él ni a nadie.
- ¿Qué tal? - preguntó, sacándome de mis pensamientos.
- ¿Qué tal? - dije, un poco irónica.
- Sí.
- En el instituto, ¿cómo quieres que esté?
- Tienes razón. - dijo y, después se río. Estaba empezando a gustarme su risa. - Oye, - dijo al cabo de un rato. - ¿estás en 2º A? Es que como antes te ví en la puerta...
- Sí. - contesté. - Aunque desearía no estarlo. - ¿Y tu?
- Pues en 4ºC.
- ¿Eres dos años mayor que yo? - dije, incrédula.
- Sí, ¿por?
- No los aparentas. - empiezo a reírme.
- ¿Me estás llamando enano? - dijo, "molesto".
- Puede... - dije sonriendo.
- ¿Ah, si? Pues ahora verás lo que puede hacer este enano...
Y empezó a hacerme cosquillas.
- ¡No! ¡Para, para!
- Cuando digas que no soy un enano.
- ¡No eres un enano, no eres un enano!
Paró.
- Así me gusta.
- Odio las cosquillas.
- Qué pena... - dijo divertido. - ¿Por qué vistes así?
- ¿Qué? - dije, de nuevo incrédula. Este chico me impresionaba con cada pregunta...
- Que por qué vistes de esa manera. No cuadra con tu personalidad.
- ¿Acaso sabes cómo soy?
- Lo poco que pasé contigo, sí.
- ¿Y cómo soy?
- Pues, con tu ropa pretendes parecer una dura, ya que vas en plan gótico, y quieres aislarte.
- Sigue.
- Pero, en realidad, no eres así. Aunque te cueste decir "gracias" - dijo sonriendo - en el fondo eres... cómo decirlo... "normal". No eres dura ni nada, eres "normal".
- ¿Y tú qué sabes?
- Pues que de mayor quiero ser psicólogo y me fijo mucho en el comportamiento de la gente. Además...
Empecé a dejar de escucharle. Por delante mía pasaban Julia y las demás, y sí, siempre digo Julia porque en sus tiempos, éramos... "las mejores amigas"... aunque ahora me suena un poco cursi. Veo como todas me miran con cara de asco, y me duele. ¿Por qué me duele? Se supone que era lo que yo quería... así lo elegí. Una pequeña lagrimilla cae, delatándome.
- ¿Estás bien? - dijo Carlos.
- Esto... - me quito la lágrima - Sí, estoy bien.
- Pues no lo parece. - empezó a mirar por el patio como si buscara a alguien. - ¿Dónde mirabas?
- ¿Qué? A nadie...
- A mí no me engañas. - Miró hacia ellas - ¿Mirabas a esas? - dijo mientrás las señalaba con la cabeza.
- Sí... - contesté a regañadientes.
- ¿Y por qué llorabas?
- No lloraba... - me miró, como diciendo: "sé que sí". - Vale, puede que estuviera llorando, pero no lloraba, solo fue una lagrimita...
- ¿Y por qué?
- ¿Por qué te importa tanto?
- No sé, me pareces interesante.
- ¿Interesante?
- Y me caes bien. - terminó su frase.
- ¿Interesante? - repetí. - ¿Acaso soy un bicho raro?
- No, simplemente te encuentro interesante y me caes bien. - hizo una pausa. - ¿Me vas a contestar?
Me quedé callada... ¿Se lo cuento? No... ¿por qué no? Eso no tiene nada que ver con lo otro...
- Esas... eran mis amigas.
- ¿Eran?
- Sí, el año pasado.
- ¿Y este año no?
- No.
- ¿Por qué?
Llego al instituto.
- ¡Hombre! Al fin llegó la señorita. - me dijo Julia con una sonrisa.
- Tengo que hablar con vosotras. - dije tajante.
- ¿Qué pasa? - dijo Paula.
Me quedé callada. Tenía que hacerlo. Es lo que pensé desde ayer y lo tengo que llevar a cabo.
- ¡Cuenta ya! - dijo Andrea.
- No quiero seguir siendo vuestra amiga.
Silencio, largo e incómodo silencio. Se quedaron petrificadas. ¿Habré hecho bien? Sí, he hecho lo correcto.
- ¿Qué? - dijo Julia, nerviosa. Pude percibir las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos.
- Que no quiero seguir siendo vuestra amiga. - dije, dolorosa.
- ¿Por qué? - dijo Andrea. - ¿Qué ha pasado?
- ¿Te hemos hecho algo?
- No. Soy yo. No quiero seguir siendo vuestra amiga.
- ¿Sin ninguna razón? - dijo Julia.
- Sin ninguna razón.
Me dió una bofetada, a la vez que ella empezó a llorar.
- Pues ya puedes irte. - dijo ella, y se fue corriendo, supongo que al cuarto de baño. Las otras dos fueron con ella, y me quedé allí, en mitad del pasillo.
- ¿Hola?
- ¿Qué? - otra vez me sacó de mis pensamientos.
- ¿Dónde estás? Estoy esperando a que me contestes.
- ¿Que te conteste el qué?
- ¿Ves? Otra cosa que me parece interesante. Te dan arrebatos y desconectas totalmente del mundo.
- ¿Qué quieres que te conteste? - dije, ignorando el tema.
- ¿Por qué ya no son tus amigas? Se les ve buenas chicas...
- Pues porque no.
- ¿No vas a contarme qué pasó?
- No.
- ¿Merece la pena que insista?
- No.
- Entonces insistiré.
- Pero si te dije que no...
- ¿Y? - me cortó la frase. - Sé que algún día me lo contarás. - y guiñó un ojo.
Dicho esto el timbre sonó y nos levantamos. Cuando llegamos a la puerta él cogio por un pasillo y yo por otro. Solo quedan dos horas. Dos interminables horas...
¿En serio cree que se lo contaré? No sabe lo equivocado que está...

martes, 18 de octubre de 2011

Capítulo 1.

1 año después

- Señorita López.
- Qué.
- Preste atención en la clase.
- ¿Para qué? ¿De qué me sirve saber lo que era el imperio carolingio o como se llama?
- No me conteste, señorita.
- ¿Qué va a hacerme, expulsarme?
- Eso mismo voy a hacer ahora.
- Vale.
Expulsada de la clase de nuevo. Una vez más, una vez menos, qué más da... Me levanto de mi sitio y salgo de la clase.
- Ya se sabe usted el camino.
- Sí.
- ¡Ah! Pero hoy, no vaya hacia allí, hoy vaya hacia el despacho del director.
Salgo y cierro de un portazo. Esta profesora siempre está igual. Busca siempre cualquier excusa para expulsarme. Pero esta vez, me manda al director. A saber qué paranoya me suelta este tío...
Llego a la puerta y entro sin llamar.
- Señorita, se llama antes de entrar.
- Lo siento. - mentí.
- Siéntese.
Pasé y me senté en una silla. El director me miró seriamente.
- ¿Qué has hecho esta vez, Sara?
- Nada.
- ¿Nada? - asentí - Ese es el problema. No haces nada. No puedes seguir así. Estás en segundo de la E.S.O, apenas acabas de empezar a estudiar y te queda mucho camino por delante, no lo desaproveches.
- No me eche el sermón de lo que va a ser de mi vida, porque ya me lo ha dicho un montón de veces.
- ¿Y ha servido de algo?
- No. Sigo pensando igual.
- ¿Y qué piensa usted?
- En cuanto pueda, me quito del instituto.
- ¿Y qué hará en su vida?
- No lo sé. Ya se verá con el tiempo.
- ¿Qué te ha pasado, Sara? Antes no eras así...
Un vago recuerdo invade mi mente.
- Buenos días, alumnos. Mi nombre es Fran, y soy el director de este instituto. Estaré aquí siempre que lo necesitéis, ya que es vuestro primer año y estaréis un poco perdidos, pero os acostumbraréis mucho.
Qué amable. Qué ilusión. Mi primer año de instituto... Todos van muy bien vestidos. Me encanta la ropa de todos. ¿Iré yo también bien vestida? Llevo los pantalones cortos vaqueros con una camiseta rosa, mi favorita: la que me regaló a mi madre.
- Ahora, cada tutor llamará a sus alumnos y los llevará hacia su clase.
Qué guay. Me encanta esto. Empezó el tutor de 1º E.S.O. A. Empezó a decir varios nombres, y yo estaba atenta por si decía mi nombre. Espero que yo esté en esta clase, porque están todas mis amigas.
- Sara López.
Bien. Verás cuando se lo diga a mi madre... Me levantó y voy con el grupo. Esto tiene pinta de ir bien.
- ¿Sara?
- ¿Qué?
- ¿Que qué te ha pasado?
- ¡No lo sé!
- No será por el accidente de tu madre...
- Que atropeyaran a mi madre - dije, con dolor, de una forma brusca - no significa que yo haya cambiado por eso.
- Yo creo que tiene algo que ver...
- Y yo le digo que no.
- Bueno, mire, te cojo cita para el orientador, pásate por ahí y habláis...
- No necesito ir al orientador. - hubo un pequeño silencio. - ¿Puedo irme ya? - asintió. - Adiós, señor director.
Salí de allí, y me dirige a la sala de expulsados. Iba pensando en mis cosas, mirando hacia el suelo, cuando me choco con algo y caigo de culo al suelo.
- ¡Lo siento! ¿Estás bien?
Miro hacia arriba. Hay un chaval, puede que un año mayor que yo si acaso.
- Mira por dónde vas, ¿no? - dije en tono molesto.
- Lo siento.
Me tendió la mano para levantarme, pero me levanté yo sola y me fui. Llegué a la sala de expulsados y saludé a la profesora que estaba siempre allí.
- Buenos días. - dijo ella.
- Hola.
Me senté y no sabía qué hacer. Me quedé mirando a la pared blanca, pensativa, mientras la maestra hablaba por teléfono. Al poco rato, colgó.
- Señorita López, el orientador ha dicho que en el recreo vaya a la biblioteca, que la estará esperando. Y que no falte esta vez.
Rodee los ojos. Menuda mañana estaba teniendo hoy. Una de las peores. Aguantando charlas y cayéndome. ¿Qué más podía pasarme?
Pasó lo que quedaba de hora y me fui a la biblioteca. Iba a abrir la puerta pero alguien la abrió a la vez y me tiró de espaldas. ¿¡Cuántas veces iba a caerme hoy!? Pero esta vez, unos brazos me aguantaron por detrás. Una niña de primero salió pidiendo disculpas, pasé de ella. Me incorporé y me giré, entonces vi al chaval que me encontré antes.
- Vaya, parece que no siempre que te caes es por mi culpa.
- ¿Tú otra vez?
- Un gracias no estaría mal. - dijo mientras sonreía.
- No soy de las que dan gracias. - contesté irónica, pero divertida.
- Pues prueba a ver si puedes esta vez. Te he evitado caerte otra vez...
- Gracias. - dije, rendida. Tarde o temprano iba a tener que dárselas.
- Denada. ¿A que no era tan difícil? - Sonrió de nuevo y le correspondí. - Me llamo Carlos.
- Yo Sara.
- ¿Vienes fuera?
Lo olvidaba. El orientador me está esperando.
- Lo siento, me están esperando dentro.
- Bueno, pues ya nos veremos.
-Sí.
Y entré en la biblioteca. Allí estaba el orientador, sentado en una mesa, esperándome, serio. Me acerqué a la mesa.
- Pensé que no ibas a venir.
- Pues he venido.
- Siéntate, vamos a hablar.
Y aquí venía otra larga y pesada charla.

lunes, 17 de octubre de 2011

Prólogo.

Asustada. Estoy realmente asustada. ¿Qué puedo hacer? Me siento totalmente impotente. No puedo hacer nada, nada... Estoy atada a... ¿un poste? No lo sé, esto está demasiado oscuro. Necesito salir de aquí, escapar, pero era difícil concentrarme con lo que está pasando delante mía.
- ¡Ah! - gritó mi madre.
Tengo ganas de gritarle a ese capullo que la deje, que no le haga más daño, pero tampoco puedo: el idiota me puso una venda en la boca. Cierro los ojos. No puedo seguir viendo esto. Es demasiado doloroso. No paro de llorar. A mí no me está haciendo nada, pero esto me duele más que si me pegara una paliza a mí. ¿Qué hago, qué hago? Y pensar que todo empezó de una forma tan estúpida...
- Cariño, ¿me acompañas a comprar? - me preguntó mi madre.
- Sí, claro.
Bajamos y cogimos el coche para ir al supermercado. El parking estaba lleno, y por alrededor no había sitios libres para aparcar, así que aparcamos un poco más lejos. Bajamos del coche y cuando íbamos a pasar una esquina. Dos hombres se pusieron en frente de nosotras. Tenían pinta de ladrones, y tenía miedo. Apreté el brazo de mi madre.
- Deme todo el dinero que llegue, señora. - anda, educados...
- Eso, dénoslo. - dijo el otro.
- Pero...
- ¿Acaso va a protestar? - le cortó un hombre a mi madre. - No nos gustan las protestonas...
Después de eso todo pasó demasiado rápido. Un hombre le pegó un puñetazo a mi madre y la cogieron entre los dos para meterla en una furgoneta. Yo gritaba, impotente, ya que no pasaba nadie por allí.
- Eh, tú también vienes.
Me cogieron y me metieron también en la furgoneta. Y me pusieron ese pañuelo horrible.
Todo fué tan rápido... ¿Por qué? Yo estoy a salvo, al menos eso creo...
- Yo me ocuparé de la madre. - dijo uno.
- Y la cría, ¿qué?
- No sé, ya veremos, tú ahora ve a casa a por las cosas para no dejar huellas.
El hombre salió de esa especie de garaje, pero antes me dijo:
- Y tú, niña, como se te ocurra contarle esto a alguien, te meterás en un lío. Si acabas viva, cosa que dudo, te inventas una paranoya o algo, pero NADA que nos implique a nosotros. ¿Está claro?
Asentí con la cabeza rápido, ya que estaba nerviosa, con miedo, y llorando.
- Buena chica.
Y dicho esto se dio media vuelta.
Y ahora ahí está el otro, matando a mi madre... Tengo que escapar de cualquier forma... ¿Pero cómo me desato de donde estoy? Tenía puesto una especie de pañuelo, y había intentado un par de veces zafarme de él pero de una forma muy bruta por los nervios, tal vez si lo intento despacio, puede que lo consiga. Empiezo a moverlas de una forma lenta, intentando concentrarme lo máximo posible, ya que los gritos de mi madre no paran.
Casi me doy por vencida, pero al fin, conseguí deshacerme de el pañuelo. Estaba libre. La puerta estaba cerca de mí pero... ¿y mi madre? ¿La dejo allí tirada? Pero no hay otra opción... si no me pillarían... Me levanto y, andando lo más rápido que puedo sin hacer ruido, me acerco a la puerta y giro el picaporte intentando hacer el menos ruido posible. La abrí, bien. Salí de allí y la cerré lentamente. Una vez estuvo cerrada, corrí, sin dirección, simplemente corrí. Huyendo de allí. Mientras corría, mil lágrimas caían por mis mejillas, pero no podía contarle a nadie lo que me pasaba, el hombre me amenazó... Esto que ha pasado no lo contaré nunca, tendré que vivir con ello.
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Aquí os dejo el Prólogo. ¿Qué os parece? Espero que os guste. Un beso.