martes, 29 de noviembre de 2011
Premio!:)
Bueno... lo cierto es que me dieron el mismo premio Paula...♥ y $$Any$$. Muchísimas gracias a las dos.
Reglas:
1.- Anunciar el premio en el blog... Eso creo que ya está hecho, ¿no?:)
2.- Nominar a doce blogs y nombrarlos... Lo cierto es que no tengo mucho tiempo de nombrar blogs, así que nomino a los que están en la lista de la izquierda y que lo coja quien quiera también.
Muchísimas gracias a las dos, un beso:]
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Capítulo 10.
*Narra Carlos.
Había pasado un mes desde que Sara estaba en coma. Yo iba todas las tardes a verla, con la esperanza de que despertara, pero no despertó ningún día. ¿Se acabaría este sufrimiento? Ahora mismo estaba al lado suya, mirándola sin saber qué hacer. Esperando, como los otros días. Se abrió la puerta y era el doctor.
- Tenemos que comunicarle una cosa. - empecé a tener miedo.
- ¿Qué pasa?
- Carlos... No despierta, y pensamos que jamás despertará... Tenemos que desconectarla.
- ¿¡Cómo puede decir eso!? - se me saltaron las lágrimas, pero no dejé que cayeran. - ¿¡Cómo puede decir que jamás despertará!? ¡No puede desconectarla!
Se hizo un silencio bastante incómodo. El doctor iba a salir, pero antes dijo:
- Esta tarde es la última, Carlos. Por la noche la desconectaremos. Lo siento.
Dicho esto salió y cerró la puerta. No puedo dejar que la desconecten. Marco el número de Roberto.
- ¿Si?
- Tienes que venir, ya.
- ¿Qué ha pasado? ¿Despertó?
- No... Esta noche la van a desconectar. - se quedó un rato cayado.
- ¿¡Qué!?
- Lo que oyes. Tenemos que hacer algo, no podemos dejar que la desconecten.
- Voy al hospital. - y dicho esto, colgó el teléfono.
La espera se me hizo interminable, pero al final llegó, al cabo de un buen rato. Estuvo bastante rato hablando con los médicos, suplicando, llorando, rogando que no desconectaran a Sara.
- Por favor... No pueden desconectarla...
- Lleva un mes en coma, y pensamos que no despertará. No podemos seguir adelante con esto, no podemos dejar que piensen que va a despertar cuando no lo hará...
Cuando dijeron esto, Roberto se quedó helado. El médico salió de la habitación, dejándonos solos. La tarde pasaba, y no conseguíamos nada. Yo me derrumbaba de vez en cuando, no me puedo creer que vaya a perderla, aún tenía esperanzas...
*Narra Sara.
- Por favor... No pueden desconectarla... - espera, ¿desconectarme? No me han dado tiempo para ser fuerte y despertar...
- Lleva un mes en coma, y pensamos que no despertará. No podemos seguir adelante con esto, no podemos dejar que piensen que va a despertar cuando no lo hará... - ¿¡un mes!? ¡Es imposible!
Escuché la puerta cerrarse. Un mes... no puede ser que lleve un mes así... ¡Cómo habrán estado Carlos y mi hermano! ¡Tengo que despertar! Por mí, y por ellos... Pero es demasiado duro, demasiado difícil... Aún así tengo que conseguirlo... Sara vamos, tú puedes, haz un esfuerzo...
*Narra Carlos.
La noche, por desgracia, llegó. No hubo novedades, no dio señal alguna de que fuera a despertar. No podía creerlo... Definitivamente, la he perdido. Ahora... ahora nada tiene sentido. Mi vida se va con ella, con Sara... Llegó la hora. El médico entró, y Roberto y yo estábamos allí, inquietos, impotentes de no poder hacer nada. La desconectó. El constante ruido de máquinas en la habitación cesó. Y cuando lo dejé de escuchar, empecé a llorar como nunca antes había llorado.
- Lo siento. - dijo el médico.
- Yo... no puedo quedarme aquí. - dijo Roberto, y acto seguido salió de la habitación.
- Deberías salir... - empezó a decir el médico.
- Quiero quedarme con ella un tiempo más... - dije con voz quebrada.
- Como quieras... - entonces el médico también salió.
Me quedé completamente solo en la habitación, con ella... No podía decir cómo estaba ella. Le di la mano, que estaba más bien fría, y le dí un beso en la frente. Me senté en la silla que estaba al lado de la cama y me quedé mirándola. De repente, sentí como algo me apretaba un poco la mano, y cada vez me apretaba más fuerte. La miré, y era su mano. Ella me estaba apretando la mano.
- ¿Sara? - la apretó un poco más fuerte. - ¡Sara!
Entonces salí corriendo al pasillo y vi que había una enfermera cerca, entonces le dije:
- ¡Por favor! ¡Llame al médico! ¡Está dando señales de vida! ¡Y avise a Roberto López, por favor!
Entré de nuevo y le cogí las dos manos, mirándola esperando.
- Sara, si puedes escucharme, apriétame la mano otra vez, por favor. - me apretó la mano. - ¡Dios mío! ¡Estás viva, Sara!
Me quedé mirándola un rato más, y abrieron la puerta. Me giré a ver quién era y era Roberto.
- ¿Es verdad? - dijo él.
- Sí. - entonces le dejé que le cogiera una mano. - Dile algo.
- Sara... - dijo Roberto indeciso. - ¿Me escuchas? - entonces vi como ella le apretaba un poco la mano, y a Roberto se le saltaron las lágrimas. - Es increíble...
- ¿Y el médico? - pregunté.
- Dijeron que ahora vendría.
Me quedé un rato más mirándola, cuando noté que los párpados empezaban a temblarle, dando señal de que quería abrir los ojos.
- Roberto, mira.
Entonces los dos nos quedamos mirándolas, impacientes, cuando por fin abrió los ojos. Aquellos preciosos ojos.
_________________________________________________________________________________
Bueno... ya sé, tardé mucho en publicar, y lo siento, pero apenas tuve tiempo, de verdad.
Espero que os haya gustado.
Ah, una cosa... Si tienen tiempo, me gustaría que entraran en Love. Live. Laugh , es una especie de "blog" que hice, pero no es un blog, si no un tumblr. Espero que les guste.
Un beso a todos.
Había pasado un mes desde que Sara estaba en coma. Yo iba todas las tardes a verla, con la esperanza de que despertara, pero no despertó ningún día. ¿Se acabaría este sufrimiento? Ahora mismo estaba al lado suya, mirándola sin saber qué hacer. Esperando, como los otros días. Se abrió la puerta y era el doctor.
- Tenemos que comunicarle una cosa. - empecé a tener miedo.
- ¿Qué pasa?
- Carlos... No despierta, y pensamos que jamás despertará... Tenemos que desconectarla.
- ¿¡Cómo puede decir eso!? - se me saltaron las lágrimas, pero no dejé que cayeran. - ¿¡Cómo puede decir que jamás despertará!? ¡No puede desconectarla!
Se hizo un silencio bastante incómodo. El doctor iba a salir, pero antes dijo:
- Esta tarde es la última, Carlos. Por la noche la desconectaremos. Lo siento.
Dicho esto salió y cerró la puerta. No puedo dejar que la desconecten. Marco el número de Roberto.
- ¿Si?
- Tienes que venir, ya.
- ¿Qué ha pasado? ¿Despertó?
- No... Esta noche la van a desconectar. - se quedó un rato cayado.
- ¿¡Qué!?
- Lo que oyes. Tenemos que hacer algo, no podemos dejar que la desconecten.
- Voy al hospital. - y dicho esto, colgó el teléfono.
La espera se me hizo interminable, pero al final llegó, al cabo de un buen rato. Estuvo bastante rato hablando con los médicos, suplicando, llorando, rogando que no desconectaran a Sara.
- Por favor... No pueden desconectarla...
- Lleva un mes en coma, y pensamos que no despertará. No podemos seguir adelante con esto, no podemos dejar que piensen que va a despertar cuando no lo hará...
Cuando dijeron esto, Roberto se quedó helado. El médico salió de la habitación, dejándonos solos. La tarde pasaba, y no conseguíamos nada. Yo me derrumbaba de vez en cuando, no me puedo creer que vaya a perderla, aún tenía esperanzas...
*Narra Sara.
- Por favor... No pueden desconectarla... - espera, ¿desconectarme? No me han dado tiempo para ser fuerte y despertar...
- Lleva un mes en coma, y pensamos que no despertará. No podemos seguir adelante con esto, no podemos dejar que piensen que va a despertar cuando no lo hará... - ¿¡un mes!? ¡Es imposible!
Escuché la puerta cerrarse. Un mes... no puede ser que lleve un mes así... ¡Cómo habrán estado Carlos y mi hermano! ¡Tengo que despertar! Por mí, y por ellos... Pero es demasiado duro, demasiado difícil... Aún así tengo que conseguirlo... Sara vamos, tú puedes, haz un esfuerzo...
*Narra Carlos.
La noche, por desgracia, llegó. No hubo novedades, no dio señal alguna de que fuera a despertar. No podía creerlo... Definitivamente, la he perdido. Ahora... ahora nada tiene sentido. Mi vida se va con ella, con Sara... Llegó la hora. El médico entró, y Roberto y yo estábamos allí, inquietos, impotentes de no poder hacer nada. La desconectó. El constante ruido de máquinas en la habitación cesó. Y cuando lo dejé de escuchar, empecé a llorar como nunca antes había llorado.
- Lo siento. - dijo el médico.
- Yo... no puedo quedarme aquí. - dijo Roberto, y acto seguido salió de la habitación.
- Deberías salir... - empezó a decir el médico.
- Quiero quedarme con ella un tiempo más... - dije con voz quebrada.
- Como quieras... - entonces el médico también salió.
Me quedé completamente solo en la habitación, con ella... No podía decir cómo estaba ella. Le di la mano, que estaba más bien fría, y le dí un beso en la frente. Me senté en la silla que estaba al lado de la cama y me quedé mirándola. De repente, sentí como algo me apretaba un poco la mano, y cada vez me apretaba más fuerte. La miré, y era su mano. Ella me estaba apretando la mano.
- ¿Sara? - la apretó un poco más fuerte. - ¡Sara!
Entonces salí corriendo al pasillo y vi que había una enfermera cerca, entonces le dije:
- ¡Por favor! ¡Llame al médico! ¡Está dando señales de vida! ¡Y avise a Roberto López, por favor!
Entré de nuevo y le cogí las dos manos, mirándola esperando.
- Sara, si puedes escucharme, apriétame la mano otra vez, por favor. - me apretó la mano. - ¡Dios mío! ¡Estás viva, Sara!
Me quedé mirándola un rato más, y abrieron la puerta. Me giré a ver quién era y era Roberto.
- ¿Es verdad? - dijo él.
- Sí. - entonces le dejé que le cogiera una mano. - Dile algo.
- Sara... - dijo Roberto indeciso. - ¿Me escuchas? - entonces vi como ella le apretaba un poco la mano, y a Roberto se le saltaron las lágrimas. - Es increíble...
- ¿Y el médico? - pregunté.
- Dijeron que ahora vendría.
Me quedé un rato más mirándola, cuando noté que los párpados empezaban a temblarle, dando señal de que quería abrir los ojos.
- Roberto, mira.
Entonces los dos nos quedamos mirándolas, impacientes, cuando por fin abrió los ojos. Aquellos preciosos ojos.
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Bueno... ya sé, tardé mucho en publicar, y lo siento, pero apenas tuve tiempo, de verdad.
Espero que os haya gustado.
Ah, una cosa... Si tienen tiempo, me gustaría que entraran en Love. Live. Laugh , es una especie de "blog" que hice, pero no es un blog, si no un tumblr. Espero que les guste.
Un beso a todos.
sábado, 19 de noviembre de 2011
Capítulo 9.
*Narra Carlos.
- Aguanta Sara, por favor... Aguanta.
Sentí que después de decir eso, se quedó inconsciente. Al menos se escuchaba a lo lejos la policía y la ambulancia. Por favor, que no se valla... De repente, abrieron la puerta de golpe, y entró la policía.
- ¿Qué ha pasado aquí?
- Por favor, detengan a este hombre. - dijo Roberto, intentando parecer tranquilo. Aún no me habían visto, así que tampoco habían visto a Sara...
- ¿Pero qué ha hecho?
- Por favor, deténgalo, no hay tiempo...
- Si no hay razón, no podemos arrestrarlo.
- ¿¡Les parece poco matar a una mujer hace un año y ahora torturar a una niña y por poco no matarla!? - el policía me escuchó, y me buscó por la habitación, hasta que me vio en el suelo, arrodillado y con Sara en los brazos. - ¿¡Les parece suficiente!? - yo estaba a punto de llorar ya, no aguantaba más. La tenía allí en mis brazos así... No quería ni imaginarme que estuviera... No quiero ni pensar esa palabra.
- Deténganlo. - dijo el policía. - ¿Qué es lo que ha pasado?
- Roberto, cuéntaselo tú... - dije yo. No sería capaz de decir que todo esto es culpa mía, porque era así.
- Verá, agente, este hombre mató a mi madre hace un año, esa es mi hermana. Ella lo vio todo. Pero estaba amenazada. Le dijo que si lo contaba la mataría a ella, y entonces ella no contó nada. - estuvo un rato pensativo. - El hombre la siguió todo este tiempo, a distancia, para saber si lo contaba o no. Pero se lo contó a Carlos. - me señaló a mí. - Que, casualmente, es el hijo de la mujer de ese hombre, pero él no es su padre. Él me contó que a su madre también la maltrataba, y a él le amenazaba. El hombre, al ver que ella lo contó, decidió matarla, pero Carlos se enteró y huyeron a mi piso, que es fuera de aquí. Fue cuando me enteré de todo lo ocurrido. Pero hoy, llegó un mensaje al móvil de Carlos, y era de este hombre. Dijo que les buscaría y los mataría, por lo que Sara huyó, para que no nos hiciera daño ni a Carlos ni a mí. Fue... muy valiente. - dijo apenas en un susurro. - Cuando llegamos, ya era demasiado tarde, ella ya estaba así...
- Gracias, señor. - dijo el agente.
- De nada...
Entonces entraron los de la ambulancia.
- ¿Dónde está el herido?
- Está aquí... - dije en un hilo de voz. Tenía ganas de llorar. Roberto me ha cubrido... Jamás podré pagarle eso después de los problemas que causé. Los de la ambulancia cogieron a Sara y se la llevaron en una camilla. Roberto y yo fuimos detrás de ella. Íbamos a montarnos en la camilla, cuando dijeron:
- Solo puede ir uno atrás.
Yo miré desesperado a Roberto. Sé que él también lo estaba pasando mal, pero yo necesitaba ir con ella, decirle que aguante, que todo va a ir bien, que no puede dejarme...
- Por favor, déjame ir a mí.
Roberto se quedó un rato pensativo, pero al final dijo:
- Está bien... Nos vemos en el hospital, yo iré en mi coche.
Me monté en la ambulancia, y me senté lo más cerca que pude de ella. Vi cómo se preparaban para reanimarla. Frotaron las placas y se las estamparon en el pecho. Me encogí al ver como el cuerpo de ella, para mí, un cuerpo tan delicado, se levantaba ante la electricidad, pero ella no respondía. Lo hicieron un par de veces más, pero nada. Luego esperaron un rato, y después lo intentaron otra vez. Nada.
- Sara, por favor. - le cogí la mano. - No te vayas. Reacciona. - alguna lágrima se deslizó lentamente por mi mejilla. - No me dejes... Quédate conmigo...
Estuvieron intentándolo hasta que llegamos al hospital. La metieron a saber dónde y yo me quedé solo, esperando en la sala de espera. Al poco rato llegó Roberto.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó. - ¿Sabes algo?
- No... Han estado todo el camino intentando reanimarla, pero ella no respondía... - dije en apenas un susurro. - Ahora solo queda esperar...
Al bastante rato, sinceramente, no sabía cuánto tiempo había pasado. Llegó una enfermera.
- ¿Familiares de Sara López?
- Nosotros. - dijo Roberto.
- Vengan conmigo.
- ¿A dónde vamos? - pregunté impaciente.
- Vamos a su habitación.
Eso... Eso era algo bueno, ¿no? Seguro que ya estaría despierta... Llegamos a la puerta número 347, supongo que sería la suya.
*Narra Sara.
Me dolía todo, no veía nada.
- Pasen, es aquí. - escuché bastante flojo a una mujer. Oí unos pasos entrando.
- ¿Cómo está? - era mi hermano. ¡Está aquí! Pero no le veo, no puedo abrir los ojos.
- ¿Está bien? - Carlos. Mi Carlos, está aquí también. Quiero decirle que le quiero, pero tampoco consigo hablar, no puedo moverme.
- Esperen un momento a que venga el doctor. - dijo la mujer.
Escuché la puerta cerrarse. Mi cuerpo no respondía, pero oía todo.
- ¿Crees que estará bien? - preguntó Carlos.
- Eso espero... - dijo mi hermano.
Escuché la puerta abrirse, y unos pasos entrando en la habitación.
- Buenas, soy el doctor Gómez. ¿Sois familiares de Sara?
- Sí. - respondieron los dos. - ¿Cómo está? - esta vez fue mi hermano el que habló.
- Verán... Está en coma.
- ¿¡Cómo que en coma!? - preguntó Carlos alterado.
- Eh, tranquilo... - dijo intentando tranquilizarlo mi hermano.
- La han reanimado, pero no despierta. Su corazón late, pero el cuerpo no responde. Pero no está muerta.
- ¿Crees que despertará? - preguntó mi hermano.
- No lo sabemos... no podemos decir nada.
¡Pero si estoy despierta! ¡Estoy aquí! ¡Pero no puedo hablar ni moverme! Estoy cansada... Pero tengo que luchar.
- ¿Es posible que... - Carlos tragó saliva - ... que no despierte nunca?
- No lo sabemos. Solo nos queda esperar.
- Aguanta Sara, por favor... Aguanta.
Sentí que después de decir eso, se quedó inconsciente. Al menos se escuchaba a lo lejos la policía y la ambulancia. Por favor, que no se valla... De repente, abrieron la puerta de golpe, y entró la policía.
- ¿Qué ha pasado aquí?
- Por favor, detengan a este hombre. - dijo Roberto, intentando parecer tranquilo. Aún no me habían visto, así que tampoco habían visto a Sara...
- ¿Pero qué ha hecho?
- Por favor, deténgalo, no hay tiempo...
- Si no hay razón, no podemos arrestrarlo.
- ¿¡Les parece poco matar a una mujer hace un año y ahora torturar a una niña y por poco no matarla!? - el policía me escuchó, y me buscó por la habitación, hasta que me vio en el suelo, arrodillado y con Sara en los brazos. - ¿¡Les parece suficiente!? - yo estaba a punto de llorar ya, no aguantaba más. La tenía allí en mis brazos así... No quería ni imaginarme que estuviera... No quiero ni pensar esa palabra.
- Deténganlo. - dijo el policía. - ¿Qué es lo que ha pasado?
- Roberto, cuéntaselo tú... - dije yo. No sería capaz de decir que todo esto es culpa mía, porque era así.
- Verá, agente, este hombre mató a mi madre hace un año, esa es mi hermana. Ella lo vio todo. Pero estaba amenazada. Le dijo que si lo contaba la mataría a ella, y entonces ella no contó nada. - estuvo un rato pensativo. - El hombre la siguió todo este tiempo, a distancia, para saber si lo contaba o no. Pero se lo contó a Carlos. - me señaló a mí. - Que, casualmente, es el hijo de la mujer de ese hombre, pero él no es su padre. Él me contó que a su madre también la maltrataba, y a él le amenazaba. El hombre, al ver que ella lo contó, decidió matarla, pero Carlos se enteró y huyeron a mi piso, que es fuera de aquí. Fue cuando me enteré de todo lo ocurrido. Pero hoy, llegó un mensaje al móvil de Carlos, y era de este hombre. Dijo que les buscaría y los mataría, por lo que Sara huyó, para que no nos hiciera daño ni a Carlos ni a mí. Fue... muy valiente. - dijo apenas en un susurro. - Cuando llegamos, ya era demasiado tarde, ella ya estaba así...
- Gracias, señor. - dijo el agente.
- De nada...
Entonces entraron los de la ambulancia.
- ¿Dónde está el herido?
- Está aquí... - dije en un hilo de voz. Tenía ganas de llorar. Roberto me ha cubrido... Jamás podré pagarle eso después de los problemas que causé. Los de la ambulancia cogieron a Sara y se la llevaron en una camilla. Roberto y yo fuimos detrás de ella. Íbamos a montarnos en la camilla, cuando dijeron:
- Solo puede ir uno atrás.
Yo miré desesperado a Roberto. Sé que él también lo estaba pasando mal, pero yo necesitaba ir con ella, decirle que aguante, que todo va a ir bien, que no puede dejarme...
- Por favor, déjame ir a mí.
Roberto se quedó un rato pensativo, pero al final dijo:
- Está bien... Nos vemos en el hospital, yo iré en mi coche.
Me monté en la ambulancia, y me senté lo más cerca que pude de ella. Vi cómo se preparaban para reanimarla. Frotaron las placas y se las estamparon en el pecho. Me encogí al ver como el cuerpo de ella, para mí, un cuerpo tan delicado, se levantaba ante la electricidad, pero ella no respondía. Lo hicieron un par de veces más, pero nada. Luego esperaron un rato, y después lo intentaron otra vez. Nada.
- Sara, por favor. - le cogí la mano. - No te vayas. Reacciona. - alguna lágrima se deslizó lentamente por mi mejilla. - No me dejes... Quédate conmigo...
Estuvieron intentándolo hasta que llegamos al hospital. La metieron a saber dónde y yo me quedé solo, esperando en la sala de espera. Al poco rato llegó Roberto.
- ¿Qué ha pasado? - preguntó. - ¿Sabes algo?
- No... Han estado todo el camino intentando reanimarla, pero ella no respondía... - dije en apenas un susurro. - Ahora solo queda esperar...
Al bastante rato, sinceramente, no sabía cuánto tiempo había pasado. Llegó una enfermera.
- ¿Familiares de Sara López?
- Nosotros. - dijo Roberto.
- Vengan conmigo.
- ¿A dónde vamos? - pregunté impaciente.
- Vamos a su habitación.
Eso... Eso era algo bueno, ¿no? Seguro que ya estaría despierta... Llegamos a la puerta número 347, supongo que sería la suya.
*Narra Sara.
Me dolía todo, no veía nada.
- Pasen, es aquí. - escuché bastante flojo a una mujer. Oí unos pasos entrando.
- ¿Cómo está? - era mi hermano. ¡Está aquí! Pero no le veo, no puedo abrir los ojos.
- ¿Está bien? - Carlos. Mi Carlos, está aquí también. Quiero decirle que le quiero, pero tampoco consigo hablar, no puedo moverme.
- Esperen un momento a que venga el doctor. - dijo la mujer.
Escuché la puerta cerrarse. Mi cuerpo no respondía, pero oía todo.
- ¿Crees que estará bien? - preguntó Carlos.
- Eso espero... - dijo mi hermano.
Escuché la puerta abrirse, y unos pasos entrando en la habitación.
- Buenas, soy el doctor Gómez. ¿Sois familiares de Sara?
- Sí. - respondieron los dos. - ¿Cómo está? - esta vez fue mi hermano el que habló.
- Verán... Está en coma.
- ¿¡Cómo que en coma!? - preguntó Carlos alterado.
- Eh, tranquilo... - dijo intentando tranquilizarlo mi hermano.
- La han reanimado, pero no despierta. Su corazón late, pero el cuerpo no responde. Pero no está muerta.
- ¿Crees que despertará? - preguntó mi hermano.
- No lo sabemos... no podemos decir nada.
¡Pero si estoy despierta! ¡Estoy aquí! ¡Pero no puedo hablar ni moverme! Estoy cansada... Pero tengo que luchar.
- ¿Es posible que... - Carlos tragó saliva - ... que no despierte nunca?
- No lo sabemos. Solo nos queda esperar.
viernes, 11 de noviembre de 2011
Capítulo 8.
*Narra Carlos.
No puede haberse ido... No sola, no para encontrarse con él. ¿¡Cómo he podido dejar que se fuese!? ¿¡Cómo he podido dejar que todo pasara!? ¡Todo por mi culpa! ¡Nunca debí contarle nada a el marido de mi madre! Tengo que detenerla, pero yo solo no podré... Tengo que buscar a su hermano, aunque esté en la universidad. Bajo y voy a la parada de autobús. Mierda, acaba de pasar el autobús. No tengo tiempo que perder, iré corriendo, aunque esté lejos... Todo sea por salvarla, por salvar al amor de mi vida.
Llegué. Asfixiado, pero llegué. Entro lo más rápido que puedo, sin correr, estoy parece un sitio serio, y me dirijo donde está la que parece la recepcionista.
- ¿Puedo ayudarle? - preguntó en tono amable.
- Busco a Roberto López. ¿Me podría decir en qué clase se encuentra?
- Espere un segunditto. - empezó a mirar en su ordenador. - Ahora mismo está en la segunda planta, tercera puerta a la izquierda.
- Muchísimas gracias.
Me dirigí lo más rápido que pude a las escaleras. Llegué a la segunda planta y me asomé a la tercera puerta a la izquierda, como había dicho la recepcionista. No sé qué clase sería, pero el profesor tenía una cara de sieso... Llamo a la puerta y viene el profesor y me la abre.
- ¿Qué quiere? - preguntó con voz grave.
- Busco a Roberto López, ¿está en esta clase?
El profesor miró hacia la clase y dijo:
- Señor López, salga, le están buscando.
Al cabo de unos segundos, salió por la puerta. El maestro la cerró y siguió con su clase.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó.
- Es tu hermana. - se quedó serio. - Se ha ido.
- ¿Ido? ¿A dónde?
- A buscarlo...
- ¿¡Qué!? ¿¡Por qué!? ¿¡Qué ha pasado!?
- Íbamos por la calle y me llegó un mensaje de él, decía que sabía que esto pasaría, y me puso un localizador en mi móvil y que nos encontraría. Y ella, para no meternos en lío, dice que lo solucionará ella sola, que no quiere causarnos más daño.
- Tenemos que detenerla.
-Por eso vine a buscarte. - caminábamos rápido, no sé a dónde, pero íbamos rápido. - Yo solo no podré, te necesitaba para evitar... una tragedia. - dije tras pensar qué decir.
- Pero... ¿dónde ha ido?
- No lo sé, solo sé que fue a buscarle.
- ¿Pero sabe dónde vives?
- No...
- ¿Y cómo la encontraremos?
Nos quedamos en silencio, no sabíamos dónde encontrarla pero, yo al menos, intenté evitar ese pensamiento. Nos paramos en frente de un coche, el coche de Roberto.
- Vamos en mi coche.
Subimos y nos dirigimos, a salvar a Sara. Todo sea por ella. Por favor, que no lleguemos tarde...
*Narra Sara.
Llegué a mi casa. Iba a abrir la puerta, cuando me di cuenta de que ya estaba abierta. Tuve miedo, pero tras vacilar unos segundos, entré. Era hora de que todo acabara. Pasé al salón y fui a encender la luz, pero alguien se me adelantó.
- Volvemos a vernos... - dijo el hombre. - Vaya... has cambiado mucho. ¿Cómo estás, Sara?
- ¿Qué quiere? - dije tensa.
- No me llames de usted, Sara. Me llamo Jorge. Bueno... tú tal vez no te acuerdes de mí, es la primera vez que me ves la cara, pero yo de ti sí me acuerdo... - no me di cuenta de que se había estado acercando hasta quedar cara a cara junto a mí. - Y creo que tenemos un tema pendiente.
Cuando me di cuenta, me tenía cogida de los pelos y me había tirado al suelo. Él estaba sentado encima mía, y me tenía cogida de los pelos. Yo gritaba, pero nadie me escuchaba, y a él le daba igual.
- Creí que mi compañero y yo te advertimos que no podías contarle nada a nadie, pero no hiciste caso, ¿verdad? - sacó de su bolsillo una navaja. - Y vas a tener que pagar por ello, Sara. Nadie nos desobedece, y menos una niña de instituto, como tú.
Me hizo un pequeño corte en la muñeca y gemí de dolor.
- Disfruté matando a tu madre, y disfrutaré matándote a ti.
Debería tener fuerzas, y poder propinarle un golpe para escapar y llamar a la policia, para que lo metan en la cárcel de una vez por todas, pero no pude.
- Y después de ti, irá el estúpido de tu novio, ese tal Carlos.
Aquello fue suficiente para tener fuerzas. Le pegué una patada, y no sé cómo, pero conseguí quitármelo de encima. Me levanté e intenté coger el teléfono, pero cuando iba a alcanzarlo, me agarró de la muñeca donde me había cortado antes y me tiró al suelo. Grité, muchísimo. ¿Y si me rindo? Lo mejor será que me rinda... así todo acabará antes y dejaremos de sufrir... Estuve un rato quieta, pero él no hizo nada.
- ¿No vas a luchar? - preguntó. - Así no tiene gracia... Me gusta que lo pases mal, le da un toque interesante a la cosa... Tendré que ponerlo yo interesante. Sacó otra vez la navaja y me volvió a hacer otro corte, esta vez en la pierna y algo más profundo, y mucho más doloroso. Volví a gritar. Gritaba todo el tiempo, y él se reía. Estaba empezando a marearme... ¡odio la sangre! Ya no luchaba, me sentía inconsciente, pero sentí que me hizo otro corte, esta vez en la mejilla. Notaba cómo poco a poco me desangraba. Aquí llegó mi final... ¿cuánto tiempo me va a hacer sufrir? No aguanto más... Este es el final... el final de mi vida... vida que en el último año no ha sido muy agradable que digamos... Me rindo definitivamente. Ahora veo borroso. Otro corte... ¿cuántos más va a hacer? ¿Va a dejar que me desangre? Éste último creo que fue en el brazo... ya ni si quiera sé dónde estoy. Cierro los ojos definitivamente, no tengo fuerzas ni para eso.
- ¡Para!
Escuché aquel grito y sentí que Jorge se quitaba de encima mía de un golpe.
- ¡Sara! - es su voz... - ¡Sara! ¿Estás bien? - no respondí, no tenía fuerzas. - ¡Roberto! ¡Ayúdala!
Escuchaba golpes de personas pegándose. ¿Había oído Roberto? No estoy segura, apenas estoy consciente.
- ¡No puedo ayudar! - escuché a mi hermano, que al parecer sí que estaba. - ¡Carlos! ¡Ayúdame! Cuando terminemos con él, la podremos ayudar.
- ¡Pero se está desangrando! - gritó desesperado.
- ¡No tenemos elección! ¡Coge el teléfono y llama a la policía mientras pueda sujetarlo!
- Pero...
- ¡Vamos!
Sentí que Carlos se separaba de mí. No... no te separes de mí ahora... Te necesito conmigo. Lo noté hablando de fondo pero ya apenas escuchaba. Cada vez me sentía más ausente, no me quedaban fuerzas.
Al rato escuché, pero muy flojo, apenas inaudible, la voz de Carlos en un susurro.
- Aguanta Sara, por favor... Aguanta.
Lo último que escuché fue el sonido de la policía y de la ambulancia a lo lejos, y me quedé totalmente inconsciente.
No puede haberse ido... No sola, no para encontrarse con él. ¿¡Cómo he podido dejar que se fuese!? ¿¡Cómo he podido dejar que todo pasara!? ¡Todo por mi culpa! ¡Nunca debí contarle nada a el marido de mi madre! Tengo que detenerla, pero yo solo no podré... Tengo que buscar a su hermano, aunque esté en la universidad. Bajo y voy a la parada de autobús. Mierda, acaba de pasar el autobús. No tengo tiempo que perder, iré corriendo, aunque esté lejos... Todo sea por salvarla, por salvar al amor de mi vida.
Llegué. Asfixiado, pero llegué. Entro lo más rápido que puedo, sin correr, estoy parece un sitio serio, y me dirijo donde está la que parece la recepcionista.
- ¿Puedo ayudarle? - preguntó en tono amable.
- Busco a Roberto López. ¿Me podría decir en qué clase se encuentra?
- Espere un segunditto. - empezó a mirar en su ordenador. - Ahora mismo está en la segunda planta, tercera puerta a la izquierda.
- Muchísimas gracias.
Me dirigí lo más rápido que pude a las escaleras. Llegué a la segunda planta y me asomé a la tercera puerta a la izquierda, como había dicho la recepcionista. No sé qué clase sería, pero el profesor tenía una cara de sieso... Llamo a la puerta y viene el profesor y me la abre.
- ¿Qué quiere? - preguntó con voz grave.
- Busco a Roberto López, ¿está en esta clase?
El profesor miró hacia la clase y dijo:
- Señor López, salga, le están buscando.
Al cabo de unos segundos, salió por la puerta. El maestro la cerró y siguió con su clase.
- ¿Qué haces aquí? - preguntó.
- Es tu hermana. - se quedó serio. - Se ha ido.
- ¿Ido? ¿A dónde?
- A buscarlo...
- ¿¡Qué!? ¿¡Por qué!? ¿¡Qué ha pasado!?
- Íbamos por la calle y me llegó un mensaje de él, decía que sabía que esto pasaría, y me puso un localizador en mi móvil y que nos encontraría. Y ella, para no meternos en lío, dice que lo solucionará ella sola, que no quiere causarnos más daño.
- Tenemos que detenerla.
-Por eso vine a buscarte. - caminábamos rápido, no sé a dónde, pero íbamos rápido. - Yo solo no podré, te necesitaba para evitar... una tragedia. - dije tras pensar qué decir.
- Pero... ¿dónde ha ido?
- No lo sé, solo sé que fue a buscarle.
- ¿Pero sabe dónde vives?
- No...
- ¿Y cómo la encontraremos?
Nos quedamos en silencio, no sabíamos dónde encontrarla pero, yo al menos, intenté evitar ese pensamiento. Nos paramos en frente de un coche, el coche de Roberto.
- Vamos en mi coche.
Subimos y nos dirigimos, a salvar a Sara. Todo sea por ella. Por favor, que no lleguemos tarde...
*Narra Sara.
Llegué a mi casa. Iba a abrir la puerta, cuando me di cuenta de que ya estaba abierta. Tuve miedo, pero tras vacilar unos segundos, entré. Era hora de que todo acabara. Pasé al salón y fui a encender la luz, pero alguien se me adelantó.
- Volvemos a vernos... - dijo el hombre. - Vaya... has cambiado mucho. ¿Cómo estás, Sara?
- ¿Qué quiere? - dije tensa.
- No me llames de usted, Sara. Me llamo Jorge. Bueno... tú tal vez no te acuerdes de mí, es la primera vez que me ves la cara, pero yo de ti sí me acuerdo... - no me di cuenta de que se había estado acercando hasta quedar cara a cara junto a mí. - Y creo que tenemos un tema pendiente.
Cuando me di cuenta, me tenía cogida de los pelos y me había tirado al suelo. Él estaba sentado encima mía, y me tenía cogida de los pelos. Yo gritaba, pero nadie me escuchaba, y a él le daba igual.
- Creí que mi compañero y yo te advertimos que no podías contarle nada a nadie, pero no hiciste caso, ¿verdad? - sacó de su bolsillo una navaja. - Y vas a tener que pagar por ello, Sara. Nadie nos desobedece, y menos una niña de instituto, como tú.
Me hizo un pequeño corte en la muñeca y gemí de dolor.
- Disfruté matando a tu madre, y disfrutaré matándote a ti.
Debería tener fuerzas, y poder propinarle un golpe para escapar y llamar a la policia, para que lo metan en la cárcel de una vez por todas, pero no pude.
- Y después de ti, irá el estúpido de tu novio, ese tal Carlos.
Aquello fue suficiente para tener fuerzas. Le pegué una patada, y no sé cómo, pero conseguí quitármelo de encima. Me levanté e intenté coger el teléfono, pero cuando iba a alcanzarlo, me agarró de la muñeca donde me había cortado antes y me tiró al suelo. Grité, muchísimo. ¿Y si me rindo? Lo mejor será que me rinda... así todo acabará antes y dejaremos de sufrir... Estuve un rato quieta, pero él no hizo nada.
- ¿No vas a luchar? - preguntó. - Así no tiene gracia... Me gusta que lo pases mal, le da un toque interesante a la cosa... Tendré que ponerlo yo interesante. Sacó otra vez la navaja y me volvió a hacer otro corte, esta vez en la pierna y algo más profundo, y mucho más doloroso. Volví a gritar. Gritaba todo el tiempo, y él se reía. Estaba empezando a marearme... ¡odio la sangre! Ya no luchaba, me sentía inconsciente, pero sentí que me hizo otro corte, esta vez en la mejilla. Notaba cómo poco a poco me desangraba. Aquí llegó mi final... ¿cuánto tiempo me va a hacer sufrir? No aguanto más... Este es el final... el final de mi vida... vida que en el último año no ha sido muy agradable que digamos... Me rindo definitivamente. Ahora veo borroso. Otro corte... ¿cuántos más va a hacer? ¿Va a dejar que me desangre? Éste último creo que fue en el brazo... ya ni si quiera sé dónde estoy. Cierro los ojos definitivamente, no tengo fuerzas ni para eso.
- ¡Para!
Escuché aquel grito y sentí que Jorge se quitaba de encima mía de un golpe.
- ¡Sara! - es su voz... - ¡Sara! ¿Estás bien? - no respondí, no tenía fuerzas. - ¡Roberto! ¡Ayúdala!
Escuchaba golpes de personas pegándose. ¿Había oído Roberto? No estoy segura, apenas estoy consciente.
- ¡No puedo ayudar! - escuché a mi hermano, que al parecer sí que estaba. - ¡Carlos! ¡Ayúdame! Cuando terminemos con él, la podremos ayudar.
- ¡Pero se está desangrando! - gritó desesperado.
- ¡No tenemos elección! ¡Coge el teléfono y llama a la policía mientras pueda sujetarlo!
- Pero...
- ¡Vamos!
Sentí que Carlos se separaba de mí. No... no te separes de mí ahora... Te necesito conmigo. Lo noté hablando de fondo pero ya apenas escuchaba. Cada vez me sentía más ausente, no me quedaban fuerzas.
Al rato escuché, pero muy flojo, apenas inaudible, la voz de Carlos en un susurro.
- Aguanta Sara, por favor... Aguanta.
Lo último que escuché fue el sonido de la policía y de la ambulancia a lo lejos, y me quedé totalmente inconsciente.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Capítulo 7.
Había pasado un mes desde que llegamos a casa de mi hermano. Nos iba bastante bien. Mi hermano iba a la universidad todas las mañanas, y Carlos y yo nos quedábamos en casa, porque no teníamos instituto donde ir. El marido de la madre de Carlos, le llamó bastantes veces, pero él no le cogía nunca. Su madre también llamaba, pero él reaccionaba igual. No queríamos dar ninguna pista de dónde estamos o por qué nos hemos ido, pero creo que es normal, ¿no? Yo busco todos los días algún piso o algo lejos, pero todo es demasiado caro, ¡no tenemos tanto dinero!
Ahora mismo era por la mañana y Carlos y yo estábamos dando un paseo por la calle, cuando sonó el móvil de Carlos. Miró quien llamaba y no lo cogió. Era el marido de su madre. Llamó otra vez, y tampoco le cogió. Estuvo un rato sin sonar, pero al poco tiempo llegó un mensaje. Él se quedó mirándolo, embobado. Yo, preocupada, le pregunté:
- ¿Qué pasa?
Al ratito, contestó.
- ¿Qué? Ah, nada, no es nada...
- Es un mensaje de él, ¿verdad?
Se quedó en silencio. Lo tomé por un sí.
- ¿Qué pone? - dije impaciente.
- Nada.
- Carlos, dame el móvil. Quiero leer lo que pone. - esto me estaba dando mala espina.
- Que no es nada...
- No soy tonta. - y le arrebaté el móvil. Empecé a leer...
Carlos, Carlos, Carlos... ¿creéis que soy tonto? ¿Creéis que dos críos van a engañarme? Y sí, digo creéis porque sé que Sara también lo estará leyendo. Sabía que esto pasaría, por eso, puse un localizador en tu móvil, y sé exactamente donde estáis. Y para ti, Sara, que sepas que tienes los días contados. No debiste contarlo... Y Carlos, a ti te espera una buena... lo malo es que eres el hijo de mi novia... Ya veré lo que hago contigo.
Me quedé petrificada. Estaba muerta.
- ¿Sara? - no contestaba. - ¿Sara?
Me quedé de piedra. ¿¡Cómo había llegado esto tan lejos!? Debí hacerle caso... Debí haberlo dejado... Ahora él también tiene culpa...
- Esto no puede seguir así. - dije seria.
- ¿Hablas de el móvil? Lo esconderemos para que no nos siga.
- No, no hablo del móvil.
- ¿Entonces?
- De todo esto, no puede seguir así. Esto no es cosa tuya, y te he metido en esto. Ahora te hará daño a ti también, si es que no te mata.
- ¿Qué estás insinuando?
- Estoy insinuando en que voy a volver a casa.
- ¿¡Qué!? ¿¡Para qué!?
- Para ir a hablar con él.
- ¿¡¡Estás loca!!?
- No... O puede, pero si estoy loca por algo, es por ti, y si te hiciera daño por mi culpa... No lo soportaría. Preferiría que me matase a mí.
- No digas tonterías.
- ¡No son tonterías! ¡Debí hacerte caso desde el principio!
- Te dije que tu bien era alejarte de mí...
- ¡No! Por mi bien no, ¡por el tuyo! Nunca me perdonaría que te hiciera a ti. Voy a volver a casa.
- No volverás sola.
- Sí que lo haré.
- Volveré contigo.
- No lo harás.
- Sí.
- No te dejaré que lo hagas, Carlos.
Nos quedamos en silencio. Fuimos andando hasta la casa. Él se quedó abajo mirando qué sé yo. Yo subí a preparar la maleta. Cuando iba a abrir la puerta, él entraba.
- Te he dicho que no te vas, que no te voy a dejar.
- Y yo te he dicho que me voy a ir, que me da igual lo que me digas.
Se quedó callado. Me acerco a él y le abrazo muy fuerte mientras una lagrimilla cae por mi mejilla.
- Lo siento. - le susurro en el oído. - Pero no quiero que te hagan daño. Ya he perdido a mucha gente, no quiero perderte a ti.
- No te vayas, por favor. - él también tenía los ojos llorosos y alguna que otra lagrimilla por ahí.
- Es lo mejor.
- Para mí, no.
- Sí que lo es, me lo agradecerás en algún futuro. Retomarás tu vida, fuera, y serás feliz.
Entonces, se separó bruscamente de mí.
- ¡Cómo voy a retomar mi vida, si toda mi vida y todo mi mundo lo eres tú! - dijo gritando. - ¡No quiero perder a lo que más quiero!
- Yo tampoco... - dije en un susurro. - Pero tampoco quiero que te pase nada. Lo siento.
- Por favor...
- No, Carlos. Adiós... Te quiero.
Salí y cerré la puerta detrás mía. Llegó el momento de acabar lo que empezó hace un año y poco más. Y eso solo lo puedo arreglar yo sola.
______________________________________________________
Sé que es muy muy muy corto, y lo siento mucho, pero apenas he tenido tiempo de escribir, ya os lo recompensaré, palabra.
Yo no sé ustedes, pero a mí se me fue alguna que otra lagrimilla...
Intentaré publicar prontito. Un beso!
Ahora mismo era por la mañana y Carlos y yo estábamos dando un paseo por la calle, cuando sonó el móvil de Carlos. Miró quien llamaba y no lo cogió. Era el marido de su madre. Llamó otra vez, y tampoco le cogió. Estuvo un rato sin sonar, pero al poco tiempo llegó un mensaje. Él se quedó mirándolo, embobado. Yo, preocupada, le pregunté:
- ¿Qué pasa?
Al ratito, contestó.
- ¿Qué? Ah, nada, no es nada...
- Es un mensaje de él, ¿verdad?
Se quedó en silencio. Lo tomé por un sí.
- ¿Qué pone? - dije impaciente.
- Nada.
- Carlos, dame el móvil. Quiero leer lo que pone. - esto me estaba dando mala espina.
- Que no es nada...
- No soy tonta. - y le arrebaté el móvil. Empecé a leer...
Carlos, Carlos, Carlos... ¿creéis que soy tonto? ¿Creéis que dos críos van a engañarme? Y sí, digo creéis porque sé que Sara también lo estará leyendo. Sabía que esto pasaría, por eso, puse un localizador en tu móvil, y sé exactamente donde estáis. Y para ti, Sara, que sepas que tienes los días contados. No debiste contarlo... Y Carlos, a ti te espera una buena... lo malo es que eres el hijo de mi novia... Ya veré lo que hago contigo.
Me quedé petrificada. Estaba muerta.
- ¿Sara? - no contestaba. - ¿Sara?
Me quedé de piedra. ¿¡Cómo había llegado esto tan lejos!? Debí hacerle caso... Debí haberlo dejado... Ahora él también tiene culpa...
- Esto no puede seguir así. - dije seria.
- ¿Hablas de el móvil? Lo esconderemos para que no nos siga.
- No, no hablo del móvil.
- ¿Entonces?
- De todo esto, no puede seguir así. Esto no es cosa tuya, y te he metido en esto. Ahora te hará daño a ti también, si es que no te mata.
- ¿Qué estás insinuando?
- Estoy insinuando en que voy a volver a casa.
- ¿¡Qué!? ¿¡Para qué!?
- Para ir a hablar con él.
- ¿¡¡Estás loca!!?
- No... O puede, pero si estoy loca por algo, es por ti, y si te hiciera daño por mi culpa... No lo soportaría. Preferiría que me matase a mí.
- No digas tonterías.
- ¡No son tonterías! ¡Debí hacerte caso desde el principio!
- Te dije que tu bien era alejarte de mí...
- ¡No! Por mi bien no, ¡por el tuyo! Nunca me perdonaría que te hiciera a ti. Voy a volver a casa.
- No volverás sola.
- Sí que lo haré.
- Volveré contigo.
- No lo harás.
- Sí.
- No te dejaré que lo hagas, Carlos.
Nos quedamos en silencio. Fuimos andando hasta la casa. Él se quedó abajo mirando qué sé yo. Yo subí a preparar la maleta. Cuando iba a abrir la puerta, él entraba.
- Te he dicho que no te vas, que no te voy a dejar.
- Y yo te he dicho que me voy a ir, que me da igual lo que me digas.
Se quedó callado. Me acerco a él y le abrazo muy fuerte mientras una lagrimilla cae por mi mejilla.
- Lo siento. - le susurro en el oído. - Pero no quiero que te hagan daño. Ya he perdido a mucha gente, no quiero perderte a ti.
- No te vayas, por favor. - él también tenía los ojos llorosos y alguna que otra lagrimilla por ahí.
- Es lo mejor.
- Para mí, no.
- Sí que lo es, me lo agradecerás en algún futuro. Retomarás tu vida, fuera, y serás feliz.
Entonces, se separó bruscamente de mí.
- ¡Cómo voy a retomar mi vida, si toda mi vida y todo mi mundo lo eres tú! - dijo gritando. - ¡No quiero perder a lo que más quiero!
- Yo tampoco... - dije en un susurro. - Pero tampoco quiero que te pase nada. Lo siento.
- Por favor...
- No, Carlos. Adiós... Te quiero.
Salí y cerré la puerta detrás mía. Llegó el momento de acabar lo que empezó hace un año y poco más. Y eso solo lo puedo arreglar yo sola.
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Sé que es muy muy muy corto, y lo siento mucho, pero apenas he tenido tiempo de escribir, ya os lo recompensaré, palabra.
Yo no sé ustedes, pero a mí se me fue alguna que otra lagrimilla...
Intentaré publicar prontito. Un beso!
jueves, 3 de noviembre de 2011
Capítulo 6.
Me quedé helada al escuchar esa frase. ¿¡El marido de su madre!? ¿¡Qué!? Me sentía completamente histérica. ¡El marido de su madre!
- ¡El marido de tu madre!
- Sí...
Empecé a gritar de manera insconciente.
- ¡El marido de tu madre me quiere matar! ¡El marido de tu madre mató a la mía! ¡Llevas todo este tiempo así conmigo, por eso! No me lo puedo creer... ¡Esto es imposible!...
- Tranquilízate, Sara.
- ¿¡Que me tranquilice!? ¡Es que es increíble! ¡Mi vida es increíble! ¡Yo no debería de existir!
- Jamás digas eso. - dijo él con apenas un hilo de voz.
- ¿El qué? ¿Que no debería de existir?
- Sí, eso.
- ¿Por qué? - creo que estaba un poco más relajada.
- Porque es una estupidez.
- Es que es verdad.
- No lo es. Lo dices porque estás alterada y...
- ¡Sí lo es! - dije, cortándole. - Si yo no existiera, probablemente mi madre no hubiera muerto, o quién sabe, eso no lo sé. Si yo no existiera, ahora tú no estarías en este lío. Además, ¡mi vida es un caos! Ha sido siempre... "perfecta". Luego pasó lo de mi madre, que hizo que diera un giro enorme, ahora se vuelve normal, al conocerte, y resulta que lo que más quiero en el mundo me ha traicionado. - eso último lo dije mientras se me ponían los ojos llorosos. Tenía una mezcla de rabia, importencia, tristeza dentro... que sentía que en cualquier momento podría desmayarme.
- Sara... Lo siento.
Me quedé callada. Creo que lo que tenía que decir, ya lo dije. Ahora no sé qué hacer... Probablemente lo mejor sea que me aleje de él, pero no creo que lo consiga... Le quiero demasiado.
- Carlos... No sé qué decir.
- Creo que no hace falta que digas nada. Lo has dicho todo tal y como es. - respiró, y con voz triste, dijo. - Soy un traidor, y por eso ahora voy... he perdido a lo mejor que me ha pasado en la vida... Pero sé que es lo mejor, que tú vivas tu vida, y yo la mía...
Iba a darse media vuelta, cuando le agarré del brazo.
- No.
- ¿No qué?
- Ni me has perdido, ni vas a perderme, Carlos.
- Yo creo que sí, ¿no?
- No. Te quiero, y ese hombre no va a separarnos.
- Pero no puede ser. No quiero que te haga daño, ni menos por mi culpa.
- No va a hacernos daño.
- ¿Cómo sabes que no?
Entonces, me vino un plan de repente. Sí, loco. Sí, estúpido. Sí, imposible de que fuera bien también. Pero, ¿qué teníamos que perder? Perderíamos más si nos quedáramos aquí...
- Nos vamos de aquí.
- ¿Cómo que nos vamos?
- Nos vamos de aquí.
Se quedó un rato petrificado, serio, pensativo...
- ¿¡Estás loca!? - dijo al cabo de un rato.
- No... Bueno, puede... ¿Pero acaso no me han pasado demasiadas locuras? Qué más da una más, una menos...
- Pero... ¿dejarías todo?
- ¿Qué otra opción queda?
- Alejarte de mí.
- Eso no es opción.
- ¿Por qué?
- Porque te quiero. - le dije.
Entonces hubo un pequeño silencio. Al rato, suspiró.
- No puedo, Sara.
- ¿El que no puedes?
- Dejar que abandondes todo por mi culpa.
- ¿Que abandone todo? Si aquí no tengo nada, Carlos. Lo único que tengo es a ti, y si me voy, me voy contigo.
- Pero...
- Ni pero ni nada. Nos vamos de aquí.
- ¿A dónde?
Ahí me quedé pensando. ¿Dónde podríamos ir? Entonces, se me ocurrió un sitio donde podríamos estar aunque solo fuese poco tiempo, solo hasta buscar algo más estable.
- Se me ha ocurrido una idea. - dije, medio sonriendo. - Pero no estable, si no un tiempecito hasta que pensemos en un buen lugar.
- ¿Qué idea?
- Ir al piso de mi hermano.
Empezó a reírse. Vió que yo seguía seria, y se quedo igual de serio que yo.
- ¿Es una broma, no?
- No.
- ¿¡En serio pretendes que vivamos con tu hermano!?
- ¡Es solo un tiempo! Venga... Ya encontraremos otro sitio...
Estuvo un buen rato pensando, cambiaba mucho de caras, parecía las películas graciosas que se ponen a dialogar por dentro y se escuchan los pensamientos. A saber qué está pensando ahora...
- Está bien. - sonreí de oreja a oreja.
- ¿¡Sí!?
- Sí, pero todo porque no te hagan daño, que si no...
Entonces salté a él.
- Te quiero, Carlos.
- Y yo a ti.
- ¡El marido de tu madre!
- Sí...
Empecé a gritar de manera insconciente.
- ¡El marido de tu madre me quiere matar! ¡El marido de tu madre mató a la mía! ¡Llevas todo este tiempo así conmigo, por eso! No me lo puedo creer... ¡Esto es imposible!...
- Tranquilízate, Sara.
- ¿¡Que me tranquilice!? ¡Es que es increíble! ¡Mi vida es increíble! ¡Yo no debería de existir!
- Jamás digas eso. - dijo él con apenas un hilo de voz.
- ¿El qué? ¿Que no debería de existir?
- Sí, eso.
- ¿Por qué? - creo que estaba un poco más relajada.
- Porque es una estupidez.
- Es que es verdad.
- No lo es. Lo dices porque estás alterada y...
- ¡Sí lo es! - dije, cortándole. - Si yo no existiera, probablemente mi madre no hubiera muerto, o quién sabe, eso no lo sé. Si yo no existiera, ahora tú no estarías en este lío. Además, ¡mi vida es un caos! Ha sido siempre... "perfecta". Luego pasó lo de mi madre, que hizo que diera un giro enorme, ahora se vuelve normal, al conocerte, y resulta que lo que más quiero en el mundo me ha traicionado. - eso último lo dije mientras se me ponían los ojos llorosos. Tenía una mezcla de rabia, importencia, tristeza dentro... que sentía que en cualquier momento podría desmayarme.
- Sara... Lo siento.
Me quedé callada. Creo que lo que tenía que decir, ya lo dije. Ahora no sé qué hacer... Probablemente lo mejor sea que me aleje de él, pero no creo que lo consiga... Le quiero demasiado.
- Carlos... No sé qué decir.
- Creo que no hace falta que digas nada. Lo has dicho todo tal y como es. - respiró, y con voz triste, dijo. - Soy un traidor, y por eso ahora voy... he perdido a lo mejor que me ha pasado en la vida... Pero sé que es lo mejor, que tú vivas tu vida, y yo la mía...
Iba a darse media vuelta, cuando le agarré del brazo.
- No.
- ¿No qué?
- Ni me has perdido, ni vas a perderme, Carlos.
- Yo creo que sí, ¿no?
- No. Te quiero, y ese hombre no va a separarnos.
- Pero no puede ser. No quiero que te haga daño, ni menos por mi culpa.
- No va a hacernos daño.
- ¿Cómo sabes que no?
Entonces, me vino un plan de repente. Sí, loco. Sí, estúpido. Sí, imposible de que fuera bien también. Pero, ¿qué teníamos que perder? Perderíamos más si nos quedáramos aquí...
- Nos vamos de aquí.
- ¿Cómo que nos vamos?
- Nos vamos de aquí.
Se quedó un rato petrificado, serio, pensativo...
- ¿¡Estás loca!? - dijo al cabo de un rato.
- No... Bueno, puede... ¿Pero acaso no me han pasado demasiadas locuras? Qué más da una más, una menos...
- Pero... ¿dejarías todo?
- ¿Qué otra opción queda?
- Alejarte de mí.
- Eso no es opción.
- ¿Por qué?
- Porque te quiero. - le dije.
Entonces hubo un pequeño silencio. Al rato, suspiró.
- No puedo, Sara.
- ¿El que no puedes?
- Dejar que abandondes todo por mi culpa.
- ¿Que abandone todo? Si aquí no tengo nada, Carlos. Lo único que tengo es a ti, y si me voy, me voy contigo.
- Pero...
- Ni pero ni nada. Nos vamos de aquí.
- ¿A dónde?
Ahí me quedé pensando. ¿Dónde podríamos ir? Entonces, se me ocurrió un sitio donde podríamos estar aunque solo fuese poco tiempo, solo hasta buscar algo más estable.
- Se me ha ocurrido una idea. - dije, medio sonriendo. - Pero no estable, si no un tiempecito hasta que pensemos en un buen lugar.
- ¿Qué idea?
- Ir al piso de mi hermano.
Empezó a reírse. Vió que yo seguía seria, y se quedo igual de serio que yo.
- ¿Es una broma, no?
- No.
- ¿¡En serio pretendes que vivamos con tu hermano!?
- ¡Es solo un tiempo! Venga... Ya encontraremos otro sitio...
Estuvo un buen rato pensando, cambiaba mucho de caras, parecía las películas graciosas que se ponen a dialogar por dentro y se escuchan los pensamientos. A saber qué está pensando ahora...
- Está bien. - sonreí de oreja a oreja.
- ¿¡Sí!?
- Sí, pero todo porque no te hagan daño, que si no...
Entonces salté a él.
- Te quiero, Carlos.
- Y yo a ti.
**
Din Don. Carlos y yo estábamos cogidos de la mano, nerviosos, esperando a ver si mi hermano abría la puerta. Mi hermano, Roberto, no sabía que veníamos, y estábamos muy, muy nerviosos. ¿Y si nos decía que no? No se lo conté, porque si se lo contaba, seguro que no querría... Además, para eso tendría que contarle toda la historia, lo de mamá, todo... y eso prefiero contárselo en persona.
- ¿Sara? ¿Qué haces aquí? ¿Quién es él?
- Roberto, él es Carlos, mi... novio. - me quedé pensando, es la primera vez que le llamaba novio.
- Encantado. - dijo Carlos, estrechándole la mano a mi hermano.
- Igualmente... - dijo dundando. - Sara, ¿qué ha pasado y por qué traéis las maletas?
- ¿Podemos pasar? Así te explico todo.
Nos dejó pasar. Nos sentamos en el sofá y empecé a contarle todo, todo.
- Pero... - estaba sorprendido. - Es que... no me lo puedo creer... ¿¡Por qué no lo contaste!? ¡Cuántas veces te preguntó la policia y tú decías que no!
- ¡No lo conté por mi bien! ¡Me amenazó! ¿O acaso no lo ves? ¡Me quieren matar!
Entonces se quedó callado. Respiró hondo, e intentó tranquilizarse.
- Está bien... Quedaros aquí.
- ¿En serio? - dije, feliz.
- ¿En serio? - dijo Carlos, emocionado también, aunque luego se quedó callado, le daba un poco de corte estar con mi hermano, aunque creo que es normal.
- Sí, pero más os vale tener cuidado con la casa.
- ¡Gracias, gracias, gracias! - dije abrazando a mi hermano. - ¡Ah! Una cosa. No puedes contar nada de esto.
- Sabes que creo que deberías contarlo pero... está bien, dejaré que hagas las cosas como tu quieras.
Tenía la sensación de que esto sí que iba a salir bien.
___________________________________________________________________________________
Siento muchísimo no haber publicado, de verdad, pero este puente en vez de pasarlo estudiando, lo pasé saliendo con mis amigos, así que... tuve que pagar las consecuencias estos días...
Espero que aún así, el capítulo os haya gustado.
Intentaré publicar cuanto antes.
Un beso.
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